Desde que en 2015 nueve personas fueron trasladadas del Instituto Jorba de Funes al Microhogar N°2, los vecinos suelen ir a visitar a los albergados. Los talleres de telar y encuadernación que se brindan en el lugar están abiertos a la comunidad en general.
Se trata de una casa en lugar de un sitio que parece un hospital. El lunes se conocerán las ofertas para conseguir otros dos espacios para abrir nuevos hogares pequeños y llevar a quienes todavía permanecen en el hogar ubicado en El Sauce, que desaparecerá como tal.
A lo largo del tiempo, el Jorba fue objeto de numerosas denuncias por las condiciones en que allí se encontraban las personas con discapacidad intelectual (en la mayoría de los casos asociada a dificultades motoras). Si bien se ha ido dando respuesta a algunas problemáticas, desde la subsecretaría de Desarrollo Social reconocen que el lugar está lejos de ser adecuado y que no sólo es difícil mejorarlo, sino que no se apunta a eso.
Es que lo que se busca es pasar de un macrohogar a microhogares, de modo que habiten una casa, inmersa en una comunidad. De hecho, el Instituto Jorba de Funes funciona en una parte del edificio del Hospital El Sauce, en un predio alejado y si bien reciben visitas de voluntarios, no pueden salir a la vereda o acompañar al personal al supermercado, como hacen hoy quienes están en el inmueble de la Cuarta Sección.
Allí, el primero en recibir y saludar a quien llega es Abraham, quien tiene 86 años y llegó al Jorba con apenas 8. En el salón de usos múltiples, Raúl no le quita la atención a su tejido de telar. En las habitaciones, cada uno tiene un espacio en el ropero con su ropa, a diferencia de lo que ocurre en el Jorba, donde todas las prendas son comunitarias y uniformadas.
La subsecretaria de Desarrollo Social, Marcela Fernández, destaca que no se trata del cierre del instituto, sino de una reestructuración. Así, se pasa de una gran institución a tres pequeñas, en las que se trabaja a partir de otro paradigma. El lunes se conocerán las ofertas de espacios para abrir los dos microhogares faltantes.
Si los sitios ofrecidos cumplen con los requisitos de accesibilidad, a fines de agosto se podría estar trasladando a quienes todavía están en El Sauce. En la actualidad son 27 personas, con discapacidad más profunda, algunos postrados, y otros con un cuadro intermedio.
El microhogar N°2, que se habilitó durante el gobierno anterior (2015), es el modelo a seguir. María Isabel Casadidio, a cargo del lugar, comenta que lo que se intenta es que los 9 albergados se sientan una familia y quienes trabajan allí sean parte de ella. Cada mañana van a un centro de día y por la tarde tienen actividades recreativas. Entre ellas, un taller de telar -que ofrece la organización Fomento a la Inserción Laboral en conjunto con el área de Extensión de la UNCuyo- y otro de encuadernación.
Por su parte, la directora de Discapacidad, Gabriela Juárez, resalta que el mismo personal, al tener menos personas a cargo y estar en una “casa”, trabaja con mayor comodidad.
También han notado un cambio en la comunidad. El Jorba funcionó durante un tiempo en Chacras de Coria y los vecinos se opusieron a que la institución estuviera allí, mientras que ahora, en la calle Videla Castillo al 2600 los mismos vecinos se acercan a visitar a los internados.
El defensor de las Personas con Discapacidad, Juan Carlos González, detalló que la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece que lo ideal es que vivan con sus familias (u otras sustitutas) y evitar la institucionalización. Pero cuando esto no es posible, sus condiciones deben ser similares a las de una casa familiar. Esto es, que residan en una vivienda situada en un barrio, con un centro de salud cercano, una iglesia a la que puedan asistir y donde participen en la comunidad.
González resaltó que el Estado debe servir de modelo a los privados y señaló que una de las mujeres que está en el microhogar en la Cuarta Sección se desplazaba en una silla de ruedas cuando residía en el Jorba, mientras ahora puede hacerlo con un andador. Y consideró que este cambio se debe a que se siente mejor en ese lugar.
Numerosas denuncias
Juan Carlos González, defensor de las Personas con Discapacidad en Mendoza, comentó que el Instituto Jorba de Funes ha sido un símbolo histórico de la invisibilización de estos pacientes y que esto lo reafirma el hecho de que se encuentra detrás del Hospital El Sauce.
Las denuncias hacia el lugar, planteó, comenzaron en 2008 por parte de los padres autoconvocados y luego fueron tomadas desde la Defensoría.
En las primeras inspecciones sorpresivas y multidisciplinarias, que realizaron a fines de 2014, encontraron que las instalaciones, particularmente los sanitarios, estaban en mal estado; que no se cuidaba la higiene de los albergados, al punto que había personas manchadas con materia fecal; que no se les respetaba el pudor, ya que se los bañaba y se los llevaba desnudos al comedor, donde los vestían; que se encerraba a quienes tenían una crisis en celdas de aislamiento.
Esas intervenciones derivaron en una denuncia en Fiscalía de Estado y en un expediente en la Defensoría que hoy tiene seis cuerpos. González indicó que la situación del hogar fue mejorando de modo progresivo en la gestión anterior y la actual, pero que de todos modos exigen que se pase del modelo del macrohogar a los pequeños.
La directora de Discapacidad, Gabriela Juárez, señaló que se reemplazó a algunas de las personas que trabajaban en el Jorba, ya que los anteriores directivos eran meros administradores, y se buscó que fueran profesionales especializados en la problemática.