Desafío para Europa: combatir al EI dentro de sus fronteras

Los escondites del enemigo son guetos en medio de París, Bruselas, Londres y otras ciudades. Allí no se pueden lanzar bombas, como hace la coalición en Siria.

Desafío para Europa: combatir al EI dentro de sus fronteras

Cuando Estados Unidos declaró la guerra a Al Qaeda después de los atentados del 11 de setiembre de 2001, dirigentes estadounidenses llevaron la lucha hasta los escondites del grupo de milicianos en Afganistán, con una invasión y ocupación.

Sin embargo, para los dirigentes europeos, quienes ahora se consideran en guerra con el Estado Islámico (EI) después de ataques terroristas de gran magnitud en su propia casa, el desafío es más complicado: los escondites del enemigo son zonas convertidas en guetos de París, Bruselas y otras ciudades europeas, que equivalen a mini estados fallidos dentro de sus propias fronteras.

Mientras Francia y Gran Bretaña se han unido a Estados Unidos para bombardear objetivos de Estado Islámico en la ciudad siria de Raqqá y otras áreas controladas por el grupo EI, Europa ha enfrentado muchas más dificultades para entender y lidiar con sus propios ciudadanos, quienes han sido cómplices del ascenso del EI. Estos son en su gran mayoría inmigrantes musulmanes de tercera generación, quienes se han radicalizado en comunidades pobres, dejadas a desarrollarse fuera de la cultura nacional.

Esas comunidades son incubadoras que figuran de manera prominente en los dos ataques del EI en contra de París desde enero de 2015, y el triple atentado con bomba de este martes en Bruselas.

Resolver este problema, destacan analistas políticos, no requiere simplemente de más cooperación de datos de inteligencia y listas compartidas de personas sospechosas de ser radicales y combatientes regresando de Siria. Los gobiernos europeos también deben desarrollar estrategias internas para manejar la amenaza en el ámbito nacional: los profundos problemas sociales de racismo y radicalismo, a la par del dilema de seguridad, que hace surgir inquietudes con respecto al espionaje, justicia y libertades civiles.

“Puedes bombardear Raqqá, y se pudiera considerar que eso es guerra, pero no vas a bombardear Molenbeek o Schaerbeek o St. Denis, a menos que estés listo para la guerra civil”, dijo François Heisbourg, presidente del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, refiriéndose a zonas de fuerte presencia musulmana en Bruselas y París.

El presidente de Francia, François Hollande, y su primer ministro, Manuel Valls, han descripto repetidamente la lucha de Europa en contra de Estado Islámico como guerra. Heisbourg dijo que eso era un uso “sumamente peligroso” de la palabra.

Lo que es más, argumentó Heisbourg, “hablar de guerra dignifica a Daesh, que quiere ser visto como si tuviera un Estado y un ejército de guerreros y mártires”.

Para enojados jóvenes musulmanes en Europa, pobres y aislados, “ser vistos como las víctima oprimidas del colonialismo e iniquidad occidentales, pelear la guerra santa en contra de las engalanadas legiones de los cruzados”, es precisamente lo que promueve el EI.

La naturaleza dual de la lucha europea en contra del EI lo separa del “combate global al terrorismo” de EEUU y lo complica profundamente, argumentó Raffaello Pantucci, director de estudios de seguridad internacional en el Instituto Royal United Services, institución de investigación enfocada en la defensa.

“Necesitamos una respuesta dual”, dijo, más belicoso con respecto al EI en el extranjero pero menos belicoso en el ámbito nacional, haciendo énfasis en el trabajo social a mayor plazo en comunidades aisladas y privadas de derechos.

El objetivo, dijo, consiste en contrarrestar las voces radicales que frecuentemente proporcionan sendas hacia el significado para hombres jóvenes que han sido delincuentes de poca monta. La mayoría de los sospechosos europeos de terrorismo eran conocidos por la policía local.

Importantes bolsones de personas sin derechos y aisladas están incrustados en la mayoría de los países europeos: Bradford en Inglaterra, con fuerte población cachemir y sede de los terroristas del subterráneo de Londres del 7 de julio de 2005; este de Birmingham, mayormente musulmán, donde la delincuencia organizada y el radicalismo surgen de las mismas raíces; y los suburbios con abundante población de inmigrantes o banlieues de las grandes ciudades de Francia.

Bélgica, de por sí dividida por el idioma y con una abundancia de federalismos locales y estatales, así como fuerzas policiales, proporciona un ejemplo especial. Más que en cualquier otra parte, Bélgica permitió la propia formación de guetos o autoaislamiento de comunidades étnicas en nombre del multiculturalismo y la paz cotidiana.

“Éstas son partes de Europa, particularmente en Francia y Bélgica, donde en las últimas dos décadas se ha registrado el surgimiento de espacios esencialmente sin gobierno, casi semejante a Yemen o Libia”, dijo Peter R. Neumann, el director del Centro Internacional para el Estudio de Radicalización y Violencia Política, en el King's College de Londres. “Molenbeek es uno de ellos, un sitio donde las autoridades locales e incluso grupos musulmanes de la corriente principal los abandonaron, con un pacto informal, en el sentido que 'mientras no te veamos, no te molestaremos'”.

Grupos criminales, pero también radicales islamistas, pronto “se dieron cuenta de que esta ira local podría ser canalizada en extremismo radical”, dijo. Resentimiento y alienación hacia el Estado significaba que estos grupos “pudieran entrar y trabajar sin ser acosados por la policía, pero encontró también personas abiertas a su mensaje”.

En términos per cápita, más belgas se han marchado para pelear con milicianos islámicos en Siria e Irak que nacionales de cualquier otro país europeo. Hasta el mes pasado, así lo habían hecho 440, con base en datos del Ministerio de Justicia de Bélgica, y 117 han regresado.

Lugares como Molenbeek, donde se creía que habían sido construidas las bombas usadas el martes pasado, han sido problemas durante largo tiempo, dijo Pantucci. “Una cuestión está en saber si se podría o debería haber hecho más por entender los problemas locales y lidiar con ellos. Esto porque, dejados así, con el tiempo hay un trasfondo de ideologías radicales”, predicadores radicales y redes de reclutamiento, “y es sumamente difícil deshacerse de eso”.

Europa tiene pocas respuestas fáciles, particularmente a medida que Estado Islámico busca manipular los temores europeos de terrorismo y migración. Gilles Kepel, sociólogo francés que ha estudiado el islam radical y los banlieues, ha argumentado que parte de la intención de Estado Islámico radica en movilizar temores del “enemigo interno”, crear rechazo ulterior hacia ciudadanos musulmanes de Europa y radicalizarlos en casa, para crear algo similar a una guerra civil entre musulmanes europeos y los “estados cruzados”.

Al lidiar con el terrorismo mediante el rechazo de la nacionalidad, abusos a las libertades civiles o un estado de emergencia indefinido, advirtió Heisbourg, “podrían crearse las condiciones en las que se termine con la guerra civil en sociedades europeas que Daesh claramente quiere”.

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