Durante las últimas horas, el Gobierno nacional parece haber empezado a desactivar exitosamente algunas de las minas sembradas por él mismo en los campos político y sindical, lo que debería contribuir a generar las condiciones para hacer lo propio con las del terreno cambiario.
Sin embargo, no ha sido así a la luz de los números erráticos de las primeras 48 horas, con Luis Caputo ahora a cargo del timón del Banco Central: el dólar, aunque menos, volvió a subir; las tasas también; las acciones no alcanzaron a recuperar el desplome del lunes, y ayer el riesgo país alcanzó su nivel más alto desde la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia.
De este modo queda a las claras que ni el anuncio presidencial del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) hace 40 días, cuyo primer desembolso se producirá mañana junto con la firma, como tampoco el cambio en la cúpula del Central y la adopción de medidas de “tregua” por parte de la misma, han saciado la voracidad de los operadores financieros.
Mientras las “turbulencias” en ese terreno persisten (“persistirán por otros dos meses”, les advirtió el lunes a los máximos dirigentes nacionales del Pro el superministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne), el Gobierno ha empezado a calmar aquellas otras turbulencias que parecían ir in crescendo en otros planos.
La ventaja de Macri en una hipotética segunda vuelta ante Cristina Kirchner se redujo a menos de 7%, contra el 17% de hace tres meses.
Por lo pronto, las salidas de los ministros Juan José Aranguren y Francisco Cabrera, después de la de Federico Sturzenegger en el Central, bastaron para calmar las aguas internas en la coalición Cambiemos: Macri no tiene en carpeta más cambios para hacer en "el mejor equipo de los últimos 50 años". Así se vivió el lunes en aquel "focus group" del Pro, donde el objetivo principal a cargo de los dos gobernantes distritales propios fue insuflar ánimo y empezar a poner en movimiento la maquinaria hacia 2019, sazonado con un dato que tiró Dujovne: la economía crecerá 3% entonces.
No es demasiado precipitado si el oficialismo buscara repetir por otros cuatro años. Tendrá que remontar, sobre todo en lo económico-social (la inflación y la pérdida del poder adquisitivo, claves), lo que encuestas de estos días, como la de Sinopsis, reflejan en cuanto a pérdida de adhesión a Macri: tuvo una baja sensible desde marzo y ahora la ventaja en una hipotética segunda vuelta ante Cristina Kirchner se redujo a menos de 7% (44,6 a 37,4) contra el 17% de hace tres meses.
De la desactivación de aquellas otras minas hubo ayer dos muestras. Quedó confirmado que la unidad legislativa del panperonismo para aprobar la ley antitarifazo, no se repetirá ante el acuerdo con el FMI: el kirchnerismo quedó en soledad con sus aliados en Diputados para una sesión especial sobre la necesidad de que el acuerdo tenga que tener ratificación parlamentaria. Y más tarde, con el guiño gubernamental, Hugo Moyano, el principal desafío desde el plano sindical, anunció un acuerdo paritario que supera largamente el techo, con lo que si bien confirmó que estará en el paro del lunes, menguará de hecho las consecuencias de la protesta.
