La democracia en la Argentina no comenzó en 1983, pero su unión entre ella y la República nunca tuvo en toda la historia del país una continuidad tan permanente como en estos 35 años. Y hasta podría discutirse si esa unión alguna vez existió plenamente en las etapas anteriores a la reconquista de la soberanía popular a través del voto.
La República conservadora o liberal que se instaló de manera profunda y prolongada a partir de la promulgación de la Constitución de 1852 no contó, por razones históricas, con el voto universal que recién se obtendría con la ley Saenz Peña a principios del siglo XX. No obstante, con todas sus limitaciones, se trató de una etapa plena de interesantes experiencias donde el valor de las instituciones le puso un serio límite a los caudillismos, personalismos y nepotismos que predominaban. Por ejemplo, la imposibilidad de la reelección de los presidentes fue una valla fundamental contra todo tipo de hegemonismo autoritario.
Luego, cuando a la República que contaba con décadas fructíferas de aplicación se le agregó el voto popular, nuestro sistema político se modernizó significativamente y la participación popular ya no fue una mera palabra con escaso sentido.
No obstante, las intolerancias acumuladas, producto de nuestras nunca definitivamente terminadas divisiones políticas, hicieron que al muy poco tiempo ese inicio propicio de una democracia republicana tocara a su fin con la intervención directa de las fuerzas armadas en el gobierno de la Nación.
Luego se sucederían, durante una década, gobiernos civiles pero ya no bajo el empuje de la democracia republicana inicial, puesto que una de los dos palabras, cuando menos, siempre faltó. O parte de las dos. Porque las instituciones no se aplicaban plenamente y la democracia se corrompió con el fraude.
Con el arribo por el voto popular del peronismo -sin ningún tipo de fraudes- la democracia pareció cobrar nuevos bríos, pero sin embargo los viejos conflictos seguían vivos y latentes. Por eso las modalidades republicanas fueron muy limitadas durante aquel tiempo donde las intolerancias mutuas condujeron a un régimen donde el autoritarismo se impuso sobre el diálogo. Por lo cual la re-unión de la democracia con la república debió esperar tiempos mejores.
El peronismo fue expulsado mediante un golpe de Estado, recordando lo que había sucedido con el radicalismo. A los pocos años nuevamente se intentó volver a los gobiernos civiles pero se lo hizo con la proscripción del partido entonces mayoritario, por lo cual hubo gran deficit de democracia aunque algunos gobiernos intentaran hacer valer los preceptos republicanos, como los de Frondizi e Illia.
Cuando nuevamente el peronismo volvió al gobierno, otra vez se esperó acabar con la permanente dicotomía, pero la ilusión nuevamente duró poco porque la violencia política impidió cualquier funcionamiento normal tanto de la democracia como de la república. Y entonces otra vez los militares al poder, esta vez con más violencia y sangre que nunca antes.
El día que hoy recordamos, el 10 de diciembre de 1983, fue quizá el primero de nuestro país donde en serio comenzó a ponerse fin a estas graves divisiones. Desde ese momento, la democracia y la república permanecieron más unidas que nunca en toda nuestra historia. Y eso, de a poco se fue haciendo carne en la conciencia de los argentinos.
Hubo sobresaltos e intentos de vuelta atrás en estos 35 años, no todo fue color de rosas, la calidad de vida de las personas no mejoró e incluso en muchas cosas empeoró, pero el sistema político elegido por el pueblo se mantiene pese a todo. Y esa es la buena noticia que conmemmoramos en este día especial.
