El viernes 28 de diciembre de 2012, Juan Martín Del Potro convocó a un puñado de medios a una improvisada conferencia de prensa en el club house del Buenos Aires.
Allí hizo público lo que a esa altura era un secreto a voces y que ya les había adelantado a Martín Jaite y Mariano Zabaleta: la decisión de no jugar la Copa Davis en 2013 era cosa juzgada porque el objetivo -aseguró el propio tandilense- sería lanzarse con todo al número 1 del mundo.
A casi cinco meses de aquella determinación, Del Potro no logró en la temporada los resultados necesarios para intentar asaltar la corona de Djokovic (apenas le pudo descontar 30 puntos desde el primer ranking del año) y menos aún consiguió quedar a tiro de los cinco mejores de la ATP (para colmo, hoy Nadal está 550 puntos más lejos que Ferrer, quien ocupaba ese lugar el 1° de enero).
Del Potro lleva jugados 25 partidos en 2013, con 18 victorias y siete derrotas, y un promedio de eficacia del 72 por ciento. En los ocho torneos que jugó alcanzó el título en el ATP 500 de Rotterdam y llegó a la final del Masters 1000 de Indian Wells y a la semifinal del ATP 500 de Dubai.
Pero lo llamativo es que cinco de aquellos siete partidos que perdió fueron ante adversarios ubicados debajo de su ranking y cuatro de esas cinco eliminaciones se dieron ante tenistas posicionados más allá del 35° lugar; de esa manera, en Australia lo dejó afuera el francés Chardy (36°); en Miami, el alemán Kamke (89°); en Montecarlo, el finlandés Nieminen (49°); y en Roma, el también francés Paire (36°).
Entre muchas de las virtudes que había mostrado en los últimos tiempos estaba el de ganarles siempre a los jugadores de menor jerarquía a la suya. Contra ellos no había margen para la sorpresa: él los superaba y después iba por los mejores, contra los que podía salir airoso o no. Pero este Del Potro versión 2013 parece no ser tan previsible.