Cuando sobre el final de marzo, en la clínica Mayo de Rochester (Minnesota), Juan Martín del Potro se sometió a una operación en la muñeca izquierda y el cirujano Richard Berger descubrió que el daño en los ligamentos era peor del que habían arrojado los estudios, el tenista y su entorno íntimo supieron que el regreso al circuito no sería sencillo.
Fue una certeza inmediata. Pero ni el más mesurado sospechó que, a nueve meses de la cirugía y a nueve semanas del inicio de la pretemporada en Cariló, el panorama seguiría incierto.
El tandilense, que en algún momento se ilusionó con jugar esta temporada (primero, en Asia; luego, en la gira europea bajo techo), tenía previsto viajar a Australia para reaparecer en el ATP 250 de Brisbane (arranca el domingo), pero demoraría su vuelta ya que los dolores no le permiten estar en condiciones de competir. Claro que esta situación representa un dolor de cabeza para Delpo, su grupo de trabajo y su familia.
Hay diversas diferencias con respecto a la cirugía en la muñeca derecha de 2010. En ese momento, Juan Martín se operó en mayo y a fines de setiembre había regresado al circuito.
Ahora, ya los tiempos de inactividad son superiores y, si bien el doctor Berger siempre le aconsejó que lo mejor era pasar por el quirófano y se cree que los dolores son parte del proceso, Del Potro aún no pudo ensayar el revés de dos manos con la máxima potencia.
Además, se tuvo que infiltrar la zona con frecuencia y muchos ejercicios de tenis planificados con su equipo están limitados a la lesión. Y, en condiciones normales, Delpo debería estar compitiendo en unos días.
Jorge Viale, jefe de prensa del actual número 137 del mundo, reconoció que en la segunda semana de este mes, el tandilense canceló una práctica con Leo Mayer (28 del tour) porque volvió a “sufrir molestias”.
Hasta aquí, Del Potro no jugó sets ante rivales de experiencia en el circuito; solamente lo hizo con su coach, Franco Davin, y con los juniors Manuel Peña López y Augusto Stodart. El lunes, Viale añadió que la situación del jugador “no es sencilla” y que “tiene tiempo hasta el jueves (por mañana) para bajarse o no de Brisbane”.
Hay ejemplos sobre el corazón y la garra que Del Potro demostró para sobreponerse a muchos obstáculos que padeció en su carrera y todos, a su alrededor, confían en que esta piedra la podrá superar. Pero para un deportista acostumbrado a la competencia resulta peligroso estar tanto tiempo fuera de su ámbito.
Los deportistas viven de la adrenalina y no sentir el cosquilleo durante tanto tiempo genera malas sensaciones y, hasta en algunos casos, un acostumbramiento.
Esté como esté y al margen de exponerse a derrotas amplias, Del Potro y su equipo desean viajar al ATP 250 de Sydney (desde el 12 de enero), hipotética escala previa al Australian Open (primer Grand Slam del año, a partir del 19), como para volver a estar en el circuito, entrar en el vestuario, dialogar y practicar con los compañeros de ruta.
Claro que si Delpo se siente inseguro tampoco viajará a Sydney, por lo que en ese caso tampoco jugaría el Abierto de Australia, torneo con temperatura sofocante y con juegos exigentes al mejor de cinco sets.
Luego de la gira por Oceanía, Delray Beach (16 de febrero) y Acapulco (23/2), ambos en superficie dura, son los certámenes que Del Potro tiene en su calendario.
En este escenario delicado de salud, la presencia de la Torre tandilense en la serie de Copa Davis ante Brasil por la primera rueda del Grupo Mundial (6 al 8 de marzo, en Tecnópolis), parece una utopía.
Está claro que la elección del polvo de ladrillo pesado, la superficie seleccionada por el flamante capitán nacional, Daniel Orsanic, y por los jugadores que consultó (Mayer y Berlocq, entre otros), se hizo conociendo esta situación.