La reunión de la última oportunidad entre Grecia y sus acreedores acabó en la peor de las pesadillas tras cinco meses de pulseadas, con una ruptura de la negociaciones, precipitando al país a la suspensión de pagos y a una posible salida de la Zona Euro.
“Un momento, tenemos una llamada...”. Ya había comenzado la reunión el sábado en el piso 13 de la Comisión Europea, cuando los negociadores griegos se levantaron de la mesa. Acababan de enterarse de que el primer ministro Alexis Tsipras había convocado, sin previo aviso, a un referéndum sobre la oferta que le habían hecho sus socios. Unas horas antes, Grecia decía estar preparada para seguir negociando y doblegar a sus acreedores. En unas horas, decidió cruzar la línea roja.
Para Bruselas, es un golpe bajo: el escenario del referéndum cae en el peor momento, en la recta final de las negociaciones cuando estaban en el “98%-99%”, dijo un participante. “Tsipras disparó demasiado pronto”, aseguró.
La atmósfera era gélida el sábado a la llegada a Bruselas de los ministros de la Zona Euro para la quinta reunión en diez días, en la que se pensaba sellar el acuerdo tras dos cumbres de mandatarios. Muchos ministros “están hartos”. “No es la primera vez que el gobierno griego provoca una y otra vez el drama”, dijo el ministro eslovaco de Finanzas, Peter Kazimir.
El cansancio se sumaba a la frustración de no avanzar y de no haber tenido durante la mayor parte de las negociaciones un documento de partida.
“Decepción”, “sorpresa negativa”, “ruptura unilateral de las negociaciones”... Los griegos están en el centro de las acusaciones. El torbellino Yanis Varoufakis, el ministro griego de Finanzas, llegó vestido de negro. En la sala de reuniones, sus homólogos lo ignoraron, salvo por una palmada en la espalda del finlandés Alex Stubb. Varoufakis “vive en una realidad paralela”, reflexionó un diputado.
Empezaron las negociaciones. Rápidamente, los 18 rechazaron la demanda de Atenas de prolongar un mes el programa de asistencia financiera para poder celebrar el referéndum del 5 de julio. Una forma más de ganar tiempo, se lamentaron en la sala. El francés Michel Sapin mostró cierta “empatía”, según algunos participantes. Su colega Varoufakis se lo agradeció y más tarde hablaría de “su amigo” en el seno del Eurogrupo. El griego llegaría incluso a consultar al servicio legal europeo para verificar si los 18 colegas podían tomar una decisión sin su acuerdo.
Durante este tiempo, la sala de prensa, abarrotada, se agitaba. Circulaban rumores sobre el final de la reunión y sobre una rueda de prensa inminente de Varoufakis. Pero sería al final el holandés Jeroen Dijsselbloem, el presidente del Eurogrupo, quien tomara la palabra. Con voz entrecortada y tono solemne, anunció que el plan de asistencia financiera del que se beneficia Atenas desde 2012 “concluirá el 30 de junio”. Se consumó la ruptura y la Zona Euro da “un salto a lo desconocido”, según las palabras del irlandés Michael Noonan.
Es “un día triste para Europa”, dijo Varoufakis, al irse de Bruselas precipitadamente.
La Zona Euro pierde a uno de sus miembros, una configuración totalmente inédita, y empieza a negociar un “plan B”, el escenario catastrófico para el que todo el mundo utiliza ahora un eufemismo: “Las consecuencias”.
En la mesa, se discute sobre el control de capitales y sobre la situación de los bancos. Muchos quieren creer que un cese de pagos de Grecia, seguido por una salida del euro, no tendrá consecuencias para su país. “No crean que ‘Grexit’ es sólo Grecia”, advierte un responsable.
Se ha vivido “un momento histórico en el peor sentido del término”, resume una fuente próxima de las negociaciones.