Del fin del duranbarbismo al auge de los operadores vedettes - Por Leonardo Rearte

Nace un nuevo periodo: toman mayor protagonismo aquellos que hasta hace algunos años eran meros operadores políticos detrás de bambalinas.

Del fin del duranbarbismo al auge de los operadores vedettes - Por Leonardo Rearte
Del fin del duranbarbismo al auge de los operadores vedettes - Por Leonardo Rearte

1. Antes de las PASO, el gobernador Alfredo Cornejo sabía algo que el presidente Mauricio Macri no. Tenía claro que Cambiemos, para tener alguna chance de ganar, debía abrirse a Lavagna, Massa, peronistas no k y todos los que cupiesen en una potencial boleta, para así poder afilar una coalición de gobierno que atendiera algunas de las demandas del electorado, empobrecido y en quiebra con tanta tarifa e inflación encima.

Dicen que cuando Cornejo fue a la Casa Rosada a sugerir medidas de fondo, a revisar la fórmula electoral (eran varios los que pedían a Vidal), y a requerir que “llevamos 15 meses de recesión; si seguimos así es imposible ganar”, se dio cuenta de que los porteños “estaban en otra”. Vivían una cierta ebriedad de optimismo. Al parecer, en el ejecutivo nacional confiaban plenamente en las artes marketineras de Jaime Durán Barba. Presumían de tener el mejor laboratorio electoral del país.

En ese momento Cornejo supo que la cosa estaba más complicada de lo que parecía para las aspiraciones del oficialismo.

2. El truco del mago. Desde el 2005, el tándem Durán Barba- Macri nunca perdió una elección. Hasta ahora.

El mundo político (y aquí hay que incluir a la oposición) empezó a creer que el método del ecuatoriano era infalible. Que por más ingenuas que parecieran sus ideas, no había con qué darle. ¿Qué tenía bajo la galera? Esto de analizar a la sociedad en micro segmentos, a los que supuestamente se podía “manipular” de acuerdo a diferentes estímulos para que votasen como el consultor quisiese; esto de ser “maestro” de la big data y de las redes sociales, y de confeccionar mensajes teledirigidos para cada estrato de la comunidad; esto de pensar en un votante líquido que no quiere saber nada con los partidos, ni las ideologías; en algún momento todo el mundo político tendió a pensar que esto, el método duranbarbista, era la posta, era lo que había enterrado, y para siempre, las maneras de la vieja política. Y no. Porque cada tanto, las elecciones gritan aquella máxima de que la “única verdad es la realidad”.

Ernesto Calvo es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Northwestern (Estados Unidos) y profesor del Departamento de Gobierno y Política de la Universidad de Maryland-College, y en entrevista con Infobae “defendió”, sin querer, a Durán Barba cuando dijo: “Ellos hicieron lo que tenían que hacer para ganar la elección. No se conocen muchos casos en los que una economía como la de Argentina actualmente pueda tener un oficialismo que renueve. ¿Qué hubiera pasado si hubieran hecho otra campaña? ¿Hubieran ganado? No. ¿Había una campaña mejor? Creo que no. Los errores no tienen que ver con la campaña, si no con la economía y los bolsillos de la gente”.

Macri y los suyos creyeron que alcanzaba con “vender“ la propuesta de “la economía que viene será mejor que una populista”; pero gran parte del electorado votó pensando en la economía que sufre hoy.

Es decir, como sugiere aquella anécdota de Cornejo, con 15 meses de recesión y años de inflación, no hay Dr. Strange que te haga ganar una elección.

3. Los resultados de las Paso no solo dejaron al gobierno con las urnas llenas de dudas. Marcó un cambio tajante en la política argentina. El fin de una era. Se acabó la moda del Marketing Político como rector absoluto de las recetas electorales. Con la caída del duranbarbismo, nace un nuevo periodo: toman mayor protagonismo aquellos que hasta hace algunos años eran meros operadores políticos detrás de bambalinas y que hoy se han convertido en “prima donna”. Hablamos de los Alberto Fernández, los Cornejo e incluso los Pichetto o Schiaretti, tipos sin mayor histrionismo, todo-campistas, conocedores de los pasillos de la cosa pública, tejedores y capaces de crear “volumen político”. Esa raza (herederos directos de los Nosiglia, los Mazzón, los Duhalde) retoman los primeros planos, se sacan la timidez y suman nuevas “skills”.

Es como si ante el fracaso del concepto del candidato prefabricado por un laboratorio, los viejos y conocidos operadores hubieran tomado la lanza. Y volviera a ser importante lo que el duranbarbismo desdeñaba y llamaba “la vieja política”. “Así es como quizá el próximo presidente sea un operador político: Alberto Fernández. Un tipo que ganó y al otro día siguió con la rosca”, dice Andrés Fidanza, periodista y autor del libro “Durán Barba, el mago de la felicidad” (Planeta, 2019).  “Eso sí, Fernández nunca hubiera ganado las Paso sin el caudal de votos de Cristina. Pero quizá ella se dio cuenta que no podía competir sin las habilidades de Alberto: sin la posibilidad de tejer con gente con la que mantenía posiciones muy alejadas (Massa, Solanas, etc)”, sostiene Fidanza, un jueves bien temprano. Le pregunto al periodista que charló horas y horas con el ecuatoriano que supo ser invicto: “El consultor estrella, ¿es un chanta o un genio?”. “Ni chanta ni genio -dice-, hay que calibrarlo en la medida justa. La consultoría política va a seguir existiendo, pero ya no con la misma fuerza con la que se impuso. Igual hay que decir que muchos de los que apoyaron a Macri, ahora le pegan a Durán Barba para no pegarle al modelo económico. Hoy atacar a Durán Barba es más fácil que la tabla del uno”, cierra el escritor.

4. Y después de Durán Barba qué.

Fuera del ámbito de la política, algunos de los tipos más inteligentes y creativos que el mundo conoció desprecia el carácter dictatorial de las encuestas y el mandato absoluto de los sondeos de opinión.

Por ejemplo, muchos ubican el principio de la debacle de las ideas de Hollywood, en la hora que alguien dijo: “No dejemos que los directores y guionistas talentosos decidan cuál es el mejor final de la película. Pongamos en la sala A un final; en la B, otra, y veamos con cuál la gente llora más. Y ése queda”. Así es como todas las cintas terminan igual, con el muchachito bueno salvando a la chica. Y un beso justo antes de los títulos.

Este tipo de recurso, hacer exactamente lo que los sondeos de opinión reclaman, ha sido perjudicial para otras industrias. Alguna vez Henry Ford dijo: “Si le hubiera preguntado a la gente qué quería, en vez de inventar un Ford T hubiera hecho un caballo más rápido”.

Y en política, las encuestas, la información que emanan las redes, y las mañas del marketing político, mandaron más que los mandatarios. Si los analistas sostenían que conceptos económicos como “recesión” o “disparidad cambiaria” son demasiado complejos para las comunicaciones, se optaba por mostrar en los avisos niños y banderitas celeste y blanca.

Pero cuando no se habla de los temas, cuando se esconden las cartas, los que perdemos somos todos. Gane quien gane en las próximas elecciones, ojalá pierdan las intenciones de vaciar contenidos, de manipular al electorado y de correr los ejes de la discusión. Ojalá gane la democracia profunda, la de discutir en serio los problemas que tenemos. Y que no son precisamente pocos.

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