Del calor playero al fuego de la gestión

Del calor playero al fuego de la gestión

Por Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar

Los políticos profesionales, por ende, profundamente celosos del poder, detestan las leyes de Murphy. Saben (temen) irremediablemente, que si algo malo puede suceder, efectivamente sucederá. Y más aún: suponen que la hipotética probabilidad de concreción de una tragedia es más alta mientras más lejos se esté de resolverla, o haya más dificultad para encaminarla. O lo que es peor: que de un abanico posible incluso suceda aquello que más daño cause.

A este intríngulis, jamás imaginado ni por el más pesimista, se enfrentó Alfredo Cornejo esta semana desde su descanso en Cuba. Seguramente, la crisis más grave de su gobierno desde su asunción, derivada no sólo por la salida –siempre traumática- de un ministro (en este caso el de Salud, Desarrollo y Deportes), sino de un colaborador directo acusado de lesiones leves contra su pareja y con el capitán del barco a miles de kilómetros de distancia. “Fue un shock inesperado” definen en su entorno.

Para colmo de males, el incendio de la cúpula del patrimonial Espacio Contemporáneo de Arte (ECA), reveló la desidia infinita del Estado para con la infraestructura cultural, al extremo que el edificio ni siquiera estaba asegurado; lo que alentó –con justeza- la inquina opositora también cómplice del desinterés casi perpetuo de la política con la cultura.

Pero lo cierto es que la durísima denuncia de una víctima, Laura García, que derivó en la salida automática de Rubén Giacchi del gabinete tiene otros ingredientes de escandalosa tormenta perfecta que descolocó con fuerza a una administración que ha intentado hacer culto del bajo perfil, los gestos medidos y la corrección política.

La intensa y justificada demanda social en contra de la violencia machista recorre el espinel del país; sin embargo, Mendoza fue uno de los epicentros durante 2016 con resonantes femicidios y multitudinarias marchas de repudio. Giacchi, era –precisamente- el funcionario de cuyo ministerio depende la Dirección de Género y Diversidad, a cargo de Silvina Anfuso. A tal punto, la agenda político social registró estos tristes hechos que los principales cuestionamientos hacia la postulación de José Valerio como candidato para la Corte, provinieron de algunos sectores de la oposición y de diversos colectivos feministas, que incluso le hicieron sentir al Ejecutivo el mote de “gobierno misógino”.

En ese contexto político y cuando esa discusión parecía superada (pero no solucionada), el bochornoso desenlace con implicancias judiciales de un ministro, generó un escenario de incertidumbre que parece derrumbar todo aquello que el Gobierno ha venido construyendo con paciencia ancestral: desde el reordenamiento macro de la cuentas públicas, hasta el delicado tejido que por estos días buscar cerrar sin conflictos con los gremios estatales, en el marco de una paritaria anticipada y prudente que no desfinancie al Estado.

En el Gobierno incluso todavía mastican bronca porque dicen que la salida del ministro se registró por “algo externo, un tema muy sensible y delicado y no porque hiciéramos mal las cosas...”. Y destacan que particularmente el equipo de Salud estaba cumpliendo los objetivos fijados por la gestión.

Sin embargo, el episodio (casualidad o no) desnudó también la fragilidad del armado político personalista de Cornejo, en el que con las decisiones y la autoridad tan concentrada parece derrumbarse sin piedad ante la simple ausencia del líder. “No se los puede dejar solos…” habrá mascullado desde el Caribe el gobernador, sobre este terremoto político que, efectivamente, no fue por hechos de corrupción, o errores de gestión; sino por una acción también gravemente repudiable: el ejercicio de la violencia física contra una mujer.

Lo único rescatable de esta seguidilla de tropezones ha sido la inmediata salida del polémico funcionario presentada como renuncia pero ejecutada con la fuerza de una expulsión, el mismo día de conocida la noticia y antes de que su efecto dañara un poco más a la gestión de la que era parte. La vicegobernadora, Laura Montero, a cargo del Ejecutivo estos días, se vio en figurillas para defender al Gobierno y a la vez cuestionar al machismo, siendo que tenía un ministro denunciado por violento entre sus filas.

“Se optó porque Giacchi pudiera ejercer su defensa sin prerrogativas. La salida fue acordada con el Gobernador y como se dijo, si resuelve su situación, podrá regresar al equipo”. Pero nunca más como ministro.

Es que de cualquier manera, el episodio caló hondo en el Ejecutivo que ni bien regresó el gobernador buscó recuperar la iniciativa política perdida en su ausencia. Y lo hizo, con rapidez y redoblando la apuesta. Como para no dejar dudas y salir rápido del fango.

A horas de pisar tierra, ayer Cornejo anunció que Claudia Najul, es la nueva ministra del área. La designada, no sólo es una profesional que viene del sector de la salud pública, donde es respetada por sus colegas, sino que ha demostrado lealtad incondicional al gobernador como jefa del bloque de senadores que conducía. Najul soportó, no con liviandad, las presiones que las senadoras radicales padecieron durante el proceso de nominación de Valerio. “Han tenido muy buen feedback durante el año pasado”, confirman en el Ejecutivo

No sólo eso, para ahuyentar el fantasma de Giacchi, Cornejo designó a una mujer también reconocida militante de la participación política femenina y además, presidenta de la comisión de Violencia de Género en el Senado. Y, por si faltara más, de paladar negro radical (vinculada a Ernesto Sanz), con antecedentes en los equipos técnicos de Salud y participación en las gestiones de Iglesias y Cobos en el área.

Claramente, su perfil es el mejor antídoto a mano para intentar sepultar un episodio al que con tono lacónico, Cornejo buscó ayer dejar atrás definitivamente. “Los hechos son contundentes” y “es un caso cerrado”, argumentó el gobernador sin ensayar si quiera una mínima defensa de su ex funcionario.

El episodio, de todas formas, seguirá siendo un mazazo inesperado e inoportuno que pondrá a prueba en el corto plazo el temple de Cornejo y su decisión para transformarlo en una triste anécdota y no un escollo mayúsculo que hace cruzar dedos al oficialismo de cara al año electoral. Está claro que 2017 mostró sus dientes de la peor manera. En el mismo Ejecutivo estará la clave para revertirlo o profundizarlo.

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