“Los hmong son un pueblo del sudeste asiático del que poco se conoce, como poco se conoce de las teorías de Levi Strauss sobre el parentesco, que dicho sea de paso son interesantísimas, en el sentido más técnico-filosófico- existencialista del término parentesco, que fuera ya estudiado por Darwin, y del que algo nos había hecho saber Aristóteles, aunque de forma elíptica, a través de la famosa confrontación dialéctica entre el ser humano, su comportamiento empírico y la directa relación de éste con el cosmos primigenio”, cuenta el doctor Edwin Van Bodrion, antropólogo holandés cuyas charlas son más aburridas que tomarse un café con Mascherano. Con todo, subrayamos la única parte de la declaración de Van Bodrion que entendimos: “Los hmong son un pueblo del sudeste asiático del que poco se conoce”, y a partir de allí, iremos desglosando el capítulo que hoy nos compete.
Oriundos del sur de China, la colectividad llegó a lo que actualmente es Laos, Tailandia y Vietnam (tres de los países donde más presencia tienen), tras ser expulsados en la expansión del imperio, probablemente desde inicios del siglo XVIII. Ahí se los denominaba Miao, que en chino significa algo así como “bárbaros”, y en el idioma de los gatos “Me voy arriba del techo que acabo de escuchar un bomboncito reclamando mi amor”.
Aquel rótulo, relacionado con lo salvaje y lo bestial, pero sobre todo con la deslealtad y el deshonor, ha perseguido desde entonces a esta sufrida raza de aproximadamente cuatro millones de miembros. Muchísimo más luego de la guerra de Vietnam y la posterior guerra de Laos, cuando buena parte de la comunidad pasó a constituir milicias anticomunistas, que eran organizadas y controladas por la CIA y el gobierno de los Estados Unidos.Digamos que tampoco es que fueron a hacerse amigos de Winnie The Pho y Piglet.
Al respecto, un dato curioso: tras los conflictos bélicos citados, una porción de la menguada población hmong se esparció a lo largo y ancho del mundo, formando una diáspora de pequeños grupos (pequeños salvo en Estados Unidos, donde son cerca de 200 mil), la cual incluye a la Argentina. En nuestra tierra gaucha y devaluada, hay algunas familias en Buenos Aires y en la provincia de Río Negro. Ahí viven tranquilos, sin administraciones comunistas que los persigan ni chinos que les hagan bullying. Por las dudas, los mercaditos con precios sospechosamente bajos, ni los pisan.
Un color para cada tribu
Habitantes de regiones montañosas, los grupos más tradicionales se destacan por sus llamativas y elaboradas vestimentas (fundamentalmente las de las mujeres, con sombrero tipo turco, falda, medias hasta las rodillas y chaquetas con bandas bordadas de arcoíris), que ayudan a diferenciar a las tribus según el color.De hecho, cada una se hace llamar por la tonalidad de los trajes que luce. Así, existen por ejemplo los hmong negros, los blancos, los rojos y los verdes. Entre estos últimos, los que padecen mayor desprestigio son los viejos.
Por otro lado, hay que decir que los simpáticos hmongs, seres de ojos estirados, piel tostada y sonrisa fácil, dan cardinal importancia a la espiritualidad, siguiendo los preceptos y consejos vertidos por líderes involucrados con el chamanismo. Son religiosos varios de los encuentros sociales, en los que se tocan instrumentos con nombre a puntada en el intestino, como el Qeej o el Nplooj, y se come mucho arroz (que ellos mismos siembran) y, cuando la cosa anda próspera, cabra. Todo regadito de hierbas, que también usan como efectiva medicina, dejando al Doctor Ahorro con una cara de perplejidad notable.