Los hombres y mujeres que llegan a ocupar posiciones de poder en el Estado, siempre tratan de justificar su déficit como si esto fuera una resultante virtuosa de las políticas aplicadas. El problema es que a la población el tema parece no interesarle siempre que el Estado consiga financiar con deuda dicho déficit.
Para que nuestros lectores puedan comprender cabalmente los conceptos que utilizamos aclaramos que, en el caso de las finanzas públicas, suele hablarse del resultado primario y del resultado financiero. El resultado primario es el que surge del balance entre ingresos corrientes (básicamente, impuestos o retenciones a las exportaciones) y de los egresos (gastos corrientes de funcionamiento de la administración sin considerar pagos de deuda). Entre los egresos pueden contabilizarse subsidios de todo tipo, pago de jubilaciones y pensiones y transferencias (ya sea de Nación a provincias o de éstas a municipios, según se trate).
Siempre se dice que el gasto público es inelástico a la baja. O sea, puede subir, pero nunca bajar (nunca se explica por qué). De esta aseveración surge que la única manera de pagar los egresos es aumentar los ingresos. La forma más simple es aumentar los impuestos. Éste es el mecanismo al que han recurrido las provincias argentinas y la mayoría de los municipios. La nación no ha podido porque ya está en el límite.
A pesar de todo esto, 2012 arrojó para la Nación el peor resultado de la era kirchnerista, ya que cerró con un déficit primario de 4.373,6 millones de pesos y hay que resaltar que es el primer déficit primario en los últimos 16 años.
Por su parte, el resultado financiero arrojó un abultado déficit de 55.000 millones de pesos, aunque la cifra fue “dibujada” por transferencias de ganancias del Banco Central y préstamos de la Anses. Este déficit es superior en un 81% al de 2011, pero encierra un problema mayor. ¿Cómo se financió este déficit? Con emisión monetaria, ya que el gobierno no puede salir a tomar préstamos.
El problema del huevo o la gallina
El gobierno argumenta que el déficit fue el resultado de políticas contra cíclicas para enfrentar la crisis internacional. La realidad es que el tema internacional no está tan complicado sino que el mismo gobierno lo complicó frenando exportaciones e importaciones, dejando atrasado el tipo de cambio.
Esas políticas contra cíclicas han sido planes de viviendas o de obras públicas u otros planes sociales, pero no podría considerarse como tales subsidiar el precio de los combustibles, o de la energía, donde se centra el problema del excedente del gasto del Estado nacional.
Cuando se usan estas excusas para justificar el déficit, estamos cayendo en una trampa dialéctica. Por ejemplo, ¿es necesario subsidiar el combustible a los 5 millones de autos 0 Km vendidos en los últimos años?
El déficit es el resultado de una mala administración. No se pueden solucionar todos los problemas en un año y hay que priorizar los gastos. Hoy ese criterio evidentemente no existe. Solamente existen urgencias y criterios de costo político.
Hace 10 años se congelaron las tarifas eléctricas y de gas y desde entonces no se han querido aumentar por los costos políticos. Hoy, aunque no se aumenten, hay costos políticos, porque el atraso tarifario ha paralizado las inversiones mientras el aumento del consumo, estimulado por las tarifas bajas, hizo colapsar todos los sistemas. Y la gente se queja porque no tiene servicio y se queja si le aumentan los precios.
Mayor endeudamiento
Otro de los discursos oficiales ha sido el “desendeudamiento” que, en realidad, no ha sido otra cosa que remplazar deuda externa por deuda interna. La única ventaja es que esta deuda interna es “intra-Estado” y por lo tanto no es exigible en la forma perentoria que lo puede ser la deuda contraída con otros acreedores. No obstante, hay que pagarla porque, de lo contrario, desde el punto de vista legal estarían faltando muchas reservas del Banco Central o muchos recursos de la Anses.
En los números totales, la deuda aumentó, aunque la deuda externa, que es lo más importante a considerar, ha bajado a un nivel del 55% del PBI.
Lo que se advierte claramente es que no hay ideas claras acerca de cómo salir de la trampa inflacionaria que nos ha llevado al déficit. Parte importante del déficit está justificado por los subsidios a las tarifas, pero siguen negándose a actualizarla para evitar costos políticos. Pero lo que le dan al ciudadano por un lado, se lo quitan por el otro, porque con la inflación licúan el salario a los trabajadores.
Lo mismo ocurre con el atraso cambiario. Se metieron en una trampa, típica de los generadores de inflación. Luego llegaron al cepo y a la prohibición de importar y generaron una caída de la actividad industrial. Ahora, con mercado paralelo, están estudiando un desdoblamiento del mercado cambiario que no solucionará nada si no eliminan las fuentes generadoras de la inflación.
El camino es simple. No gastar más de lo que ingresa y eliminar las distorsiones que generan los subsidios. El gobierno debería recordar que fue Néstor Kirchner el que revalorizó la importancia del superávit fiscal. Fue Néstor el que postuló claramente que el déficit no era ninguna virtud.