Para entender mejor lo que está ocurriendo repasemos brevemente la composición del balance de pagos, que está compuesto por dos grandes cuentas, la cuenta corriente y la de capital. Por definición si la primera es deficitaria hay que saldarla con entrada de capitales y/o pérdida de reservas del Banco Central. La cuenta corriente está integrada por cuatro cuentas: los movimientos de mercaderías y servicios; la cuenta de servicios reales (turismo); la cuenta de servicios financieros (dividendos) y la cuenta de transferencias unilaterales (remesas de inmigrantes).
De estas cuatro cuentas Argentina sólo tiene superávit en la primera, exportaciones vs importaciones de mercaderías y servicios. Pero el déficit de las restantes, sobretodo el turismo, es mayor que ese superávit, de modo que el saldo final es negativo en cifras crecientes.
Un informe de la consultora especializada DNI de Marcelo Elizondo, señala que el déficit comercial del año pasado fue el más alto de la historia, en el orden de los 7.600 millones de dólares. Se está registrando un estancamiento de las exportaciones y un crecimiento de las importaciones, ya que éstas aumentan a medida que la economía crece. Por cada punto de crecimiento del PBI las importaciones aumentan tres puntos por las compras de insumos, repuestos, energía y bienes de capital.
Dice el consultor citado: "Creo que la Argentina tiene un sistema productivo antiguo y un problema grande de competitividad. Esto estuvo oculto mientras tuvimos una mezcla de buenos precios internacionales y altas restricciones a las importaciones. Pero cuando aparecen condiciones más exigentes de precios y se sinceran las importaciones ahí llega la realidad". Agrega que Argentina tenía una economía muy cerrada que desalentó la competitividad internacional, la inversión, la modernización y el encadenamiento productivo externo. Sólo el sector agroindustrial exportador produce un superávit importante; el país tiene déficit en energía y combustibles, en manufacturas de origen industrial y especialmente en turismo.
A diario se menciona la falta de competitividad en la mayor parte de la economía. Esos problemas obedecen a diversas causas como la inflación que produce retraso cambiario, infraestructura y comunicaciones deficientes, crecientes costos logísticos. Por otro lado los precios de las exportaciones están relativamente bajos. Y el enorme peso del Estado es el mayor causante de la pérdida de competitividad de las empresas.
El caso del balance cambiario turístico debería encender una luz de alerta, los números así lo indican. En 2017 hubo salida de divisas por 10.577 millones de dólares en el rubro "viajes y otros gastos con tarjeta" y 2.086 millones en "transporte de pasajeros". Los ingresos por los mismos rubros fueron 1.955 millones y 46 millones respectivamente. En consecuencia el déficit cambiario del turismo alcanzó la impresionante cifra de 10.662 millones de dólares, equivalente al 42% de las exportaciones agroindustriales. El tipo de cambio licúa los ingresos de las exportaciones genuinas, produce una suerte de subsidio turístico para salir del país y desincentiva el ingresos de turistas extranjeros. Especialmente afecta el turismo receptivo que es un promotor del desarrollo agro industrial local, como el caso del enoturismo.
Lo que ocurre con el comercio exterior y el turismo muestra que un objetivo muy importante de la política económica, en una economía de mercado, es encontrar los incentivos convenientes para inducir que la asignación de los recursos de las personas, familias y empresas sea la más eficiente para el conjunto social. Tratar de alcanzar el bien común o bien general. Lo opuesto ocurre cuando los incentivos se sesgan en favor de un sector o grupo en perjuicio del resto.
