Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Uno sospechaba desde hace mucho tiempo que la risa, la alegría, el buen humor alarga la vida. Dice el refrán “el que ríe último ríe mejor”, mentira el que ríe último es un salame que no entendió el chiste. Pero no sirve ni ser el último ni el primero, hay que reír siempre.
No es fácil el empeño. Si sumáramos los momentos de la vida en los que hemos practicado la seriedad (cuando no el enojo) y los comparáramos con los momentos en que hemos reído, comprobaríamos que los de la risa pierden por goleada.
Uno nace serio. Para ser serio no hay que hacer ningún esfuerzo, hay que poner cara de uno, nomás. Alguna vez leí en un libro que para producir una sonrisa hay que mover 36 músculos. Lo que demuestra que la risa implica un esfuerzo y que hay libros que se ocupan de cualquier estupidez.
La risa es positiva y está probado científicamente. Y sino pregúntenle al doctor Lee Berk, que trabaja en California, en la Universidad de Loma Linda, que no es la loma que nosotros conocemos por aquí y que de linda no tiene nada. Ahí les doy el telèfono: 00988976554321, llámenlo y van a ver que
Lee les va a decir que por el mero hecho de prepararse, no de ver, de prepararse para ver una película de humor se nos aumenta un 27 por ciento más las beta endorfinas y un 87 por ciento màs la hormona del crecimiento.
El problema es que se los va a decir en inglés. Bueno, aunque nos lo dijera en castellano ¿qué cuernos sabe uno que son las beta endorfinas ni las hormonas del crecimiento? Averigüé y al parecer esto aumenta los niveles en sangre de las hormonas que refuerzan el sistema inmunológico. Se generan consecuencias positivas para el bienestar, la prevención de trastornos y la reducción del estrés. No hay dudas. O sea, no sólo reír sino tener como proyecto ir a reír, a ver una película, un espectáculo, que nos haga reír ya nos está favoreciendo.
Ya lo saben. Tenemos que reírnos, reír estira la vida, la risa es tiempo ganado definitivamente. Defender la alegría nos dice Mario Benedetti. Terencio decía que no hay asunto, por serio que sea, que no pueda ser tomado con humor.
Debemos reírle en la cara a la tristeza y demostrarle que no va a poder con nosotros. ¡Vamos! Que la vida es muy corta para aprender alemán. ¡Vamos!
Que no existe nada que esté tan mal que no pueda estar peor. ¡Vamos! Que con el dinero que usted tiene le alcanza para el resto de su vida, salvo que compre algo. ¡Vamos! Haga como los dirigentes: no piense. ¡Vamos! Que los honestos son inadaptados sociales. ¡Vamos! Colabore con la policía: péguese solo. ¡Vamos! Ahorre energía: no se caliente.
Procure vivir de sus padres hasta que puedan mantenerlo sus hijos. Si la vida le da la espalda tóquele el poto a la vida. Holgazanee un poco, que la pereza es la madre de todos los vicios y a la madre hay que respetarla. Huya de las tentaciones, pero despacito, para que puedan alcanzarlo.
Riamos de los poderes de turno, de las potencias y de las prepotencias. Del mundo occidental y del primer mundo, que mientras el tercer mundo se muere de hambre el primero se muere de colesterol.¡Ah! Pero como dijo el pañal descartable: a nosotros no nos van a cagar dos veces.
No seamos pesimistas, que en definitiva un pesimista es un optimista con experiencia. Reírnos, reírnos siempre, para que viva la vida, para que vuelva la esperanza, para que vuelvan los sueños. Nuestra peor enemiga es la soledad, no nos dejemos solos nunca más que la risa nos está pidiendo lo que yo solía pedirles en la televisión: “¡No meeeee dejen solo!”