El trabajo, los hijos y las distintas responsabilidades cotidianas las fueron alejando de una pasión que llevaban adentro. Pero en cierto momento lograron ponerse en primer lugar y concretar ese postergado sueño. Son mujeres de más de 40 años que se animaron a incursionar en el canto y hasta a subirse a un escenario. Para ellas se trata de una actividad que es mucho más que un hobby y que comparten con sus familias y amigos.
Mariana Ibarra García (49) se inscribió en la escuela de Javier Segura porque quería cumplir su meta de aprender a cantar antes de los 50.
“Tenía ganas de hacer algo para mí, que dependiera solo de mí, que me gustara y que me diera placer”, comenzó a relatar la mujer. En una oportunidad, ella se encontró hablando con un grupo de amigas de su edad y cada una de ellas había encontrado alguna una actividad motivadora, pero Mariana todavía no.
“Entonces elegí el canto que siempre me había gustado”, continuó. Si bien reconoce que en un principio le costó tomar la decisión con el tiempo todo se fue dando. “Intenté con un profe con el que no se dio hasta que un amigo me presentó a Javier y me cambió la vida, siento una felicidad total”, aseguró.
Buscando en el pasado los motivos por los cuales nunca se dedicó a esta actividad, recordó que su vida fue muy vertiginosa.
“Colegio, trabajo, facultad, me casé, vinieron los chicos, más trabajo, la plata no alcanzaba; en fin, me dediqué a sobrevivir”, reflexionó.
Por eso, es que ahora se permitió cumplir este anhelo en el que se siente acompañada por sus dos hijos. Hace dos semanas tuvo su primer show abierto al público: “Cuando me subí al escenario no pensé que lo iba a lograr, pero por suerte me pude relajar, la pasé bien y lo transmití”, señaló.
Luz Llamazares (59) es otra de las mujeres que decidió profundizar en la música y montarse en las tablas. “A lo largo de mi vida, entre medio de las obligaciones, siempre me las ingenié para tener un espacio artístico, pero nunca me había subido a un escenario”, contó y añadió que cuando lo hizo la magia la atrapó y la llevó a comprometerse con la música aún más.
En su caso, su mayor motivación fue la apertura de la Escuela de Rock de Guaymallén a la que entró después de un año de espera. “Yo adoro el rock nacional e internacional, adoro la música en general por lo que me hizo muy feliz entrar a la escuela”, remarcó.
Ella tiene tres hijos adultos y está divorciada. “La verdad que en el momento de la crianza tenés otras realidades, ahora hace mucho que dedico todo mi tiempo a mi propia satisfacción personal y a mi esparcimiento”. comentó.
Gabriela Asus (48) llegó a la escuela de canto de Juliana Castro Barello a partir de la recomendación de su psicóloga: “Para fortalecer mi autoestima me dijo que pensara en aquello que siempre me hubiera gustado hacer y no me había animado por miedo al ridículo y por los malditos prejuicios”, narró la mujer. Paralelamente, ella empezó baile y próximamente tiene pensado probar con teatro.
Gabriela recordó que cuando llegó por primera vez a la escuela iba con muchas expectativas y miedos. “Pero Juliana me hizo sentir muy bien por su calidez y profesionalismo. Ella me enseñó que el canto es algo integral en donde es fundamental la postura corporal y la respiración. Además me transmitió seguridad en que ella sabe profundamente lo que hace”, subrayó.
Derribar mandatos
Tanto Javier Segura, como Juliana Castro Barello, quienes dirigen sus propias escuelas de canto, como Ricardo Nuarte, director de la Escuela de Rock de Guaymallén, tienen entre sus alumnos mujeres mayores de 40 que se le atrevieron a la música.
Si bien Segura reconoce que su abuela Juana le enseñó a no preguntarles la edad a las mujeres, sabe que están en su estudio. “Pasaron los 40 o están a punto de llegar”, deslizó. Según su visión, la mujer está en un momento de cambio, dentro de sus nuevos horizontes.
“La obediencia a mandatos socioculturales del siglo pasado, el apego a las formas aceptadas de ser y otras ideas y pensamientos construidos desde las religiones y tradiciones formadoras de paradigmas han sido cuestionadas.
Esto las ha llevado a explorar otras áreas de su identidad”, expuso y agregó que justamente de allí emerge su interés por las artes y la realización de viejos sueños postergados o simplemente el placer y disfrute de encarar nuevas actividades.
Por su parte, Castro Barello contó que las mujeres que llegan a su escuela lo hacen en muchos casos como una forma de terapia. “Porque buscan hacer algo recreativo que les haga bien a nivel psicológico”, señaló.
Al principio las encuentra tímidas pero con el tiempo se van soltando. “Preguntan si tienen cualidades y yo siempre les digo que cualquiera puede cantar, es cuestión de entrenar la voz. Si bien hay algunas personas que cantan naturalmente y otras no tanto, todo el mundo puede aprender”, manifestó.
En la escuela de Rock de Guaymallén las mujeres se animan, además del canto, a tocar instrumentos como por ejemplo el saxo. “Llegan preguntando si es sólo para jóvenes y les decimos que son bienvenidas personas de los 14 años sin límite de edad”, explicó Nuarte. Aunque son minoría en la escuela, para él las mujeres más grandes son las mejores alumnas.
“No faltan para nada y son muy comprometidas” recalcó. Uno de los casos que nombró el director es de una alumna que se realiza hemodiálisis y en su tiempo libre asiste a la escuela. “Lo único que la saca de esa rutina es venir a canto y acá tiene su espacio”, aseguró.
El desafío de subir a las tablas
Javier Segura, Juliana Castro Barello y Ricardo Nuarte, directores de distintos centros educativos musicales, tratan de incentivar a todos su alumnos a subirse al escenario y en el caso de las mujeres mayores de 40 tienen que romper con ciertos prejuicios.
“El miedo que han enfrentado por siglos a expresar sus emociones e ideas para encajar en los moldes está siendo derrotado y se animan a subir al escenario a compartir lo que la música ha hecho con ellas; algunas escriben canciones, letras; otras ya están haciéndolo de manera artística y profesional, otras están profundizando su relación con la música y a través de ella, con sus propias emociones e ideas de sí mismas”, expuso Segura.
Por su parte, Nuarte relató que si bien no le obligan a nadie a enfrentarse al público, de alguna manera las “empujan” a que se presenten en el escenario. “Al principio tienen temor, pero hasta ahora lo vamos consiguiendo ya que la mayoría logró subirse”, destacó.
Para Castro Barello cantar arriba de un escenario es parte de un crecimiento y aprendizaje muy necesario . “Yo siento que todas lo tienen que hacer, no importa si son las mejores ya que realmente ayuda”, dijo convencida.