Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), es un organismo de la ONU que nació tras la finalización de la segunda guerra mundial, con el objetivo de socorrer a chicos que sufrieron los efectos de ese conflicto mundial global.
Su meta es promover la defensa de los derechos de los niños, suplir sus necesidades básicas y contribuir a su desarrollo. Sus postulados son tenidos en cuenta por todas las naciones, aunque no todas acatan a rajatabla sus postulados descuidando así a quienes más necesitan ser cuidados.
De eso se trata el último informe de Unicef de diciembre del año pasado, con el que la organización se despidió de una década mortífera para los niños, con cifras que son inhumanas, tremendas.
Es que la institución verificó más de 170 mil atrocidades desde 2010 con un número de ataques documentados que se han triplicado desde entonces con un promedio de 45 violaciones graves de los derechos de los menores por día -entendidas como asesinatos, violaciones, reclutamientos forzados o secuestros- en escenarios de conflictos mundiales.
Unicef señaló que el número de países afectados por conflictos es el más alto desde la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, en un mundo en el cual las guerras son cada vez más destructivas y las matanzas, cada vez más sangrientas.
Los ataques contra los niños son incesantes porque los contendientes se burlan de una de las reglas más básicas de la guerra: garantizar la protección de los pequeños. Por cada acto de violencia contra los niños que genera titulares en medios de prensa y provoca reacciones de indignación, hay muchos más que no se denuncian, como sostuvo la directora ejecutiva del Fondo, Henrietta Fore.
Más de 12 mil niños fueron asesinados o quedaron mutilados en 2018, denunció Unicef, antes de condenar el uso continuo y generalizado de ataques aéreos y armas explosivas que causan la gran mayoría de víctimas infantiles en conflictos armados.
Uno de los picos de esa escalada se verificó en 2018, en la cruenta guerra de Siria, donde 1.106 niños murieron durante los combates.
Unicef fue capaz inclusive de efectuar un recuento de actos impiadosos contra menores en distintas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, África y Asia.
La muerte, sufrir heridas gravísimas, quedar con discapacidades severas y la separación de los padres, el desplazamiento de sus lugares de origen y la destrucción de las familias, son los episodios que más duelen en este recuento de barbaridades.
En junio pasado tres niños fueron utilizados como señuelos para detonar chalecos explosivos en un atentado que mató a 30 personas e hirió a otras 48 en un centro comunitario en la localidad de Konduga, en el Estado nigeriano de Borno.
En setiembre pasado, Unicef informó que 2 millones de niños siguen sin asistir a la escuela en Yemen, entre ellos casi medio millón que abandonaron los estudios desde que el conflicto se intensificó en marzo de 2015.
En octubre, el organismo comprobó que 657 niños fueron asesinados en Siria.
Un mes después, el fondo reportó casi 900 mil niños cameruneses sin escolarizar tras años de violencia e inestabilidad en el noroeste del país africano.
Viendo todas estas crueldades -apenas un mínimo recuento de un panorama más amplio y deshumanizado- qué lejos quedan los sabios y bien intencionados preceptos de la Declaración de los Derechos del Niño, a quien por su falta de madurez, debería otorgársele protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento. Principios esenciales que miles de grupos beligerantes no han tenido en cuenta ni por un instante en distintos puntos de la tierra, inclusive considerando que esos asesinos alguna vez también fueron infantes.