Una década histórica, pero en emergencia

Del relato a la realidad. La crisis económica y las oportunidades que se perdieron en diez años en los que el Gobierno no pudo prescindir de la Ley de Emergencia Económica de Duhalde.

Una década histórica, pero en emergencia
Una década histórica, pero en emergencia

No es un Presupuesto de la Presidenta, sino de toda la Argentina. Hay que colaborar para que el país siga teniendo Presupuesto Nacional. Primero Cristina Kirchner y después la jefa del bloque oficialista, Juliana Di Tullio, presionaron en esos términos a los diputados del arco opositor para que le dieran vía libre al proyecto del Poder Ejecutivo.

No se trataba rigurosamente de aprobar un Presupuesto nacional, sino de aprobar el Presupuesto nacional del Gobierno. Y así lo sacó el kirchnerismo, sin que se le tocara ni una coma: como dirían en el barrio, ‘salió con fritas’.

Pero no hubo eso solamente. Además de los propios y de los aliados de siempre, el Frente para la Victoria consiguió el apoyo, para algunos sospechoso, de otros diputados que le permitieron abrir la sesión: en palabras de Di Tullio, “colaboraron para que el país siga teniendo Presupuesto nacional”.

En realidad, unos y otros se prestaron para darle luz verde a un verdadero dibujo, según el cual el índice de precios al consumidor subirá 10,5% en 2013 y menos aún, 9,9%, el año próximo. Un catálogo que da por hecho que la economía crecerá 5,1% en 2013 y proyecta 6,2% para 2014, bastante cerca de las famosas tasas chinas.

Hay más de lo mismo. Como sostener que el año que viene la devaluación será del 16%, cuando en los últimos doce meses bordea un 23% y sigue empinándose. O que el gasto público aumentará 19% contra el 35% al que corre actualmente, cosa que si fuera cierta equivaldría a un severo ajuste fiscal: nada de inquietarse, el 19% es otra engañifa.

Con algunos de estos números alcanza como para hacerles un par de preguntas a quienes le dieron plafond al Presupuesto. Una, ¿creerán que así de bien anda la economía? Otra, ¿por qué en un escenario casi idílico el Gobierno padece tantos trastornos electorales?

Más vale no hacerse ilusiones con las respuestas. Muchos evitarán decir lo que realmente piensan, porque no están en el Congreso para decir lo que piensan, sino para levantar la mano. “Somos soldados al servicio del gobierno nacional y popular”, sostendrán los oficialistas. Y el resto, ¿qué?

Aunque cabe la posibilidad de que todos hayan quedado encandilados por una sentencia que el viceministro Axel Kicillof pronunció, muy suelto de cuerpo, en la presentación del proyecto. Dijo que esta no sólo es la década ganada, sino “la mejor década económica de los últimos 200 años”.

“Ya que estaba en el todo por dos pesos, podría haber dicho directamente la mejor desde la Revolución de Mayo”, bromeó un diputado opositor. “Incluyó también a los años del primer Perón”, masculló un oficialista todavía devoto del general.

Embalado, Kicillof arremetió de inmediato con que el kirchnerismo va a ser recordado como el actor de un profundo cambio “respecto de los prácticamente 40 años precedentes de neoliberalismo”.

No se entendió lo de “prácticamente”, sí la cantidad gobiernos y ministros que metió en la misma bolsa. Sin considerar un orden de aparición, ni desde luego a todos, en el paquete entran desde Illia y Alfonsín, Aldo Ferrer, Cámpora, Gelbard y el Perón de los 70 hasta Martínez de Hoz, Menem, la Alianza UCR-Frente Grande y Duhalde.

Como se habrá advertido, la mesura no es una materia que Kicillof haya aprobado. Tampoco, la prolijidad histórica se cuenta entre sus atributos. Y menos la síntesis: habló más de tres horas y presentó 111 filminas.

Pero en el afán por elogiar a Néstor Kirchner y quedar bien con Cristina Kirchner, al viceministro no se le pasó por la cabeza un dato enorme que involucra a ambos; si se prefiere, un contrasentido.

Durante estos diez años, Néstor y Cristina gobernaron bajo el paraguas de la Ley de Emergencia Económica de Duhalde, o sea, convivieron la mejor década en 200 años con el estado de emergencia.

El punto es que la ley delega en el Poder Ejecutivo una cantidad tupida de atribuciones que son competencia del Congreso. Y por eso la Presidenta busca prorrogarla hasta fines de 2015, elevando su vida útil a doce años.

Puede apelarse a cualquier Presupuesto de la era K, pero el de 2013, aprobado por diputados oficialistas y aliados, da una buena idea sobre los dibujos de 2014.

Para el año que corre, la diferencia entre la recaudación tributaria puesta en la ley y la que ahora reconoce el propio Gobierno arroja $ 52.400 millones, que obviamente el poder central usa discrecionalmente.

Más grande todavía es la brecha entre el gasto público previsto en el Presupuesto de 2013 y el que efectivamente habrá: alcanza a $ 105.000 millones, nada más y nada menos.

Otro número para el mismo boletín, apuntado por el diputado Alfonso Prat Gay. Según el cálculo original, este año iba a haber un superávit financiero de $ 1.086 millones de pesos: ahora se reconoce que no existirá ningún superávit, sino un déficit de $ 46.686 millones.

Es exigir demasiado que las estimaciones de la Secretaría de Hacienda acierten plenamente con las cuentas finales, porque siempre existe cierto margen de error. Pero una cosa muy diferente es que se equivoquen tan feo. Tampoco hay que romperse la cabeza. Se trata de un artilugio repetido: una vez aprobada la ley, le permite al Gobierno manejar una montaña de plata a su gusto y conveniencia.

Menos implícito, o claramente explícito, es un dato del Presupuesto de 2014 que Prat Gay pone en primera línea. Autoriza al Poder Ejecutivo a disponer de $ 77.212 millones para afrontar obligaciones de la deuda pública y representa un aumento del 73% respecto de 2013.

Es una de las tres partidas más grandes del programa fiscal. Casi duplica al presupuesto en salud y directamente duplica al previsto para educación, de acuerdo con los números oficiales.

Más zarandeada ha sido la sobreestimación del crecimiento de la economía de este año: un 5,1%, suficiente como para que en 2014 la Argentina deba pagarles a los acreedores alrededor de U$S 4.000 millones por la deuda atada al PBI. Un verdadero regalo, en algún sentido sospechoso, para los tenedores de esos títulos, que el país podría haberse evitado si el Gobierno no inflara los números.

Habría otro en 2015, en caso de que el crecimiento de 2014 fuese el 6,2 que calcula el Presupuesto. Esta vez, la ofrenda ascendería a U$S 5.000 millones.

Quedan, finalmente, los U$S 9.885 millones que se le sacarán al Banco Central para cumplir con los acreedores y destinar parte a los fines más diversos, como financiar inversiones de YPF. El BCRA se ha convertido en una monumental rueda de auxilio del Gobierno, al costo de debilitar su patrimonio y el poder de fuego de las reservas.

Cuesta asimilar tanto dólar junto al pregón del desendeudamiento. Y más cuando pese a los

U$S 173.700 millones que, según la Presidenta, se pagaron en estos diez años, la Argentina enfrenta una deuda mayor a la que había cuando asumió Néstor Kirchner.

Ya ha quedado bien claro que los presupuestos de la década ganada son instrumentos inútiles para trazar cualquier proyección. En cambio, existen otros elementos que sí son cosa seria.

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