Déborah Dixon: la dama del blues

Fue una de las fundadoras de Las Blacanblues e integra, actualmente, la banda del Indio Solari. Una de las voces más poderosas de la música

Déborah Dixon: la dama del blues
Déborah Dixon: la dama del blues

Nació en Costa Rica con ancestros jamaiquinos y, más atrás, africanos. Creció en la tierra del calypso y en la cultura patuá, en la mezcla oral del mar Caribe. Y se fue a estudiar a Francia, francés.

Cuando cursaba sus estudios para el traductorado, conoció a un argentino. ¿Qué la trajo a Buenos Aires? "El amor", contesta Déborah Dixon, con risa de blusera. Y en ese puerto se quedó, ahora con nueva pareja, para seguir haciendo lo que descubrió en esta tierra: cantar con todas las ramas del árbol de música negra.

“La voz como una fuerza de la naturaleza”. La que viene por las gargantas del gospel, negro spiritual, soul, R&B, blues. De Big Mama Thornton a Janis Joplin. De las ruedas de cantos afrocaribeños hasta Pappo.

Eso, hablemos de Pappo. Pero antes tenemos que saber cómo esta especialista en lenguas modernas, madre de dos hijos, que nunca se había subido a un escenario, fundó con otras tres mujeres y un maldito piano Las Blacanblues.

Bluseando con Solari

Empezaban los 90 y Déborah quería tomar clases de canto. "De pura casualidad, empecé con Cristina Aguayo". No sabía entonces el prontuario de su maestra.

Aguayo tuvo su primer contacto con el blues en Harlem, mientras estudiaba canto en la prestigiosa Escuela Julliard, de Nueva York, de donde fue expulsada tres veces. Talentosa y solitaria, Cristina le ayudó a desarrollar lo que latía, música negra. Y en sus talleres, nacieron Las Blacanblues.

En el año 92, Mona Fraiman, Cristina Dall, Viviana Scaliza y Déborah Dixon empezaron cantando spirituals. Se hicieron conocidas y recomendadas, y al año siguiente ya los Redondos las invitaban a tocar en el estadio de Huracán para el primer vivo de “Lobo suelto- Cordero atado”.

“Nos había visto Poli. Con ella y Skay fue el primer contacto con Los Redondos”, recuerda Déborah, que ahora, tras seguir en contacto con el Indio en su etapa solista, forma parte de los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.

-Y estuviste en el último recital, el de Olavarría...

-Sí, claro. He estado en todos.

-A mí me temblarían las piernas ante semejante multitud.

-Te puedo asegurar que me tiemblan. Es muy impresionante: doscientas mil, trescientas mil personas.

-¿Tienen alguna dinámica previa para salir a ese escenario?

-Bueno, tenemos una preparación de un mes de pura concentración y ensayos. Subimos con las cosas claras. Una vez, el Indio quiso que yo cantara un tema, sola. Era raro porque él no suele hacer eso de que otro cante. Así que le puse voz al "Blues de la libertad". Me temblaron bastante. 
Ríe. Luego se pone grave. Nos saltan las imágenes de Olavarría.

-¿Cuál fue tu impresión del último show?

-Desde donde yo estaba no podía verse bien lo que pasaba en el público. Pero sabíamos que algo andaba mal porque hubo que parar varias veces. Después, todo lo que se dijo, las barbaridades que soltaron los medios, fue un espanto.

-¿Creés que alguna vez el Indio vuelva a tocar en vivo?

-No creo. Al menos no por ahora. Fue muy duro. De todas maneras él es un ser que no puede parar de crear, está todo el tiempo escribiendo, dibujando, tiene una cantidad infinita de canciones. Ahora trabaja en el nuevo disco.

Pappo y la sensibilidad

Retomemos. En los primeros años de los 90, Las Blacanblues estaban causando sensación en Buenos Aires.

-No era sólo la música, también tenían tremenda actitud.

-Y sí, nos parábamos en el escenario como en la vida. Una muestra de ‘así somos nosotras’. Con mucha sinceridad y sin ninguna pose. Eso impactó gratamente.

Uno de los impactados fue Pappo. Al parecer, una novia le había hecho escuchar un casete donde las cuatro vocalistas la rompían. Aparte, sonaban en la grabación del primer disco de la Mississippi.

Pappo las llamó para que lo acompañaran en un Obras. Abajo, miles de chaquetas de cuero esperando redención de esa guitarra. Arriba, el hombre institución del blues nacional. Entonces, Napolitano hizo la intro: “Les pido que escuchen atentamente a estas cantantes. Las escuché hace poco haciendo un negro spiritual y me hicieron llorar”.

Déborah estuvo en el último programa de “La noche inoxidable”. Gillespie había invitado a varios músicos para la despedida de su ciclo radial, entre ellos a Pappo. Tocaron blues y rock n’roll. A los pocos días, se enteraron de la muerte. La voz de Dixon está en el último disco que grabó.

Buenas compañías

Cuando en 1994 Las Blacanblues fueron invitadas a Aligato Festival, Déborah se dio el gusto de subir al mismo escenario de BB King. También estaba Taj Mahal, logró fusionar lo rural con el jazz, el blues, el reggae, el calypso, el zydeco y la música hawaiana.

La cosa es que, después del show, Las Blacanblues se fueron a tocar al bar Oliverio. Como si las hubiera estado siguiendo, Taj se topó con ellas, soltando una versión de “Sixteen tons”, tema emblemático de la canción negra. “Y se volvió loco. Subió con nosotras al escenario. Se puso a tocar. Fue increíble estar zapando con Taj Mahal”.

Después de catorce años con la banda, Déborah siguió con su destino musical. Ha participado en discos de varios músicos (también con Willy Crook) y ha lanzado, en 2013, un disco de versiones junto a Ángel Sucheras, el gran pianista de sombrero Panamá, manos de jazzero negro y espíritu de Nueva Orleans.

Déborah y Ángel, con la intervención de la guitarra Rano Sarbach, estuvieron en Mendoza, en el evento Master Food & Wine. Verlos interpretar clásicos del jazz y blues es un placer exquisito.

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