El estado de la economía argentina no es bueno porque tiene muchos sectores vulnerables, que se han visto deteriorados por efecto de las últimas crisis que repercutieron en el plano cambiario.
Conocido el resultado electoral y con un nuevo presidente electo, es importante prestar atención al comportamiento de algunas variables que deberán ser atendidas por el nuevo mandatario y su equipo de gobierno.
El primer problema, un drama no resuelto, es el excedente monetario generado por el financiamiento de los déficits fiscales acumulado en los gobiernos de Cristina Kirchner y de Mauricio Macri. Estos excesos de moneda, financiados con emisión monetaria, en el primer caso, y con endeudamiento externo, en el segundo, generaron la necesidad de tratar de sacarlos de circulación, y por eso nacieron las Lebac, primero, y luego fueron reemplazadas por las Leliq actuales.
Este volumen estuvo presionando y obligando al Banco Central a aumentar las tasas de interés. Es que la única forma por la que los argentinos mantenían sus pesos era a cambio de altos intereses, lo que implica una fuerte caída de la demanda de pesos. Este es un tema que varios autores muy serios han recomendado terminar con un canje por bonos (algo que los bancos ya descuentan). Sin Leliq, las referencias de tasas deberían limitarse a los retornos de bonos o a operaciones normales.
Otro tema delicado, vinculado con éste, es la alta tasa de inflación que se viene retroalimentando. Suben los precios porque sube el dólar y el dólar sube por la inflación. En realidad todo está impactado por el exceso de moneda que hace que los argentinos prefieran refugiarse en otra más confiable.
Los excesos de inflación han deteriorado el poder adquisitivo de la población, sumiendo a muchos sectores en la pobreza y la política financiera generó la parálisis del aparato productivo e hizo desaparecer el crédito productivo y el de consumo. La consecuencia ha sido una profunda caída de los niveles de actividad, cierres de empresas y pérdidas de puestos de trabajo. La cantidad de personas con planes sociales son, en sí mismos, un problema social.
Frente a esta realidad, el gobierno recién elegido y el que termina su mandato el 10 de diciembre han decidido establecer una transición inteligente que puede llevar a tomar decisiones más rápidas para atender a estas urgencias y enfrentar uno de los temas más complejos, como es la renegociación de las deudas.
Iniciar ahora el camino del diálogo con los acreedores puede ahorrar muchos problemas ya que parte de las expectativas negativas existentes, dentro y fuera del país, están puestas en la imposibilidad de hacer frente a los vencimientos. Por esa razón no hay financiamiento nuevo y por eso los ahorristas retiran sus dólares de los bancos ante el temor de que el gobierno se apropie de ellos.
Una buena negociación puede aportar varios elementos de tranquilidad. Al postergar los vencimientos, el gobierno tendría menos presiones sobre el presupuesto y podrá hacer una mejor distribución de los recursos para atender situaciones urgentes en materia social y alimentaria.
Otro esquema que habrá que tratar con cuidado es la presión impositiva. En Argentina tenemos una carga impositiva récord y, por efecto del Pacto Fiscal, las provincias deberían seguir bajando algunos impuestos. Ante la caída de la recaudación algunas lo pondrían en duda mientras la Nación podría recurrir a nuevos impuestos. Si se dan estos extremos, será muy difícil que la economía se reactive porque las empresas cargarán sobre los precios las nuevas cargas.
El otro elemento a tener en cuenta es la situación del mundo, con una caída del crecimiento global y menores precios de los productos exportables de Argentina. En el medio aparece una relación conflictiva con el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y una difusa posición acerca del posible acuerdo con la Unión Europea. Para ser competitivas las empresas no requieren solo tipo de cambio, también menores impuestos. De lo contrario la recuperación de las inversiones y del empleo serán muy difíciles.