Debate: aborto y oportunismo político - Por Luciana Sabina

Hay un amplio consenso científico sobre que la vida comienza con la fecundación, aunque, por conveniencia, se trate de ponerlo en duda.

Debate: aborto y oportunismo político - Por Luciana Sabina
Debate: aborto y oportunismo político - Por Luciana Sabina

Aristóteles afirmaba que el feto alcanzaba su existencia en diferentes momentos de acuerdo con su sexo: a los 40 días de la concepción si era masculino y luego de los 80 días en caso de ser femenino. Era entonces cuando adquiría “alma”.

Recomendaba, por lo tanto, que la interrupción del embarazo se diera dentro de esos plazos, evitando acabar con una vida y al mismo tiempo evitar la superpoblación.  Claro está que de tener acceso a nuestros avances tecnológicos, el filósofo griego coincidiría en que -sin importar el género- la vida comienza desde el momento de la fecundación. Porque aunque se trate convenientemente de colocarlo en duda, el consenso científico al respecto es más que amplio y demostró de modo contundente que la existencia de un ser humano comienza en dicho momento.

Algo que Argentina reconoce, pues en nuestra legislación la persona es considerada como tal desde el momento de la concepción y consecuentemente posee derechos, salvo los patrimoniales que solo adquiere luego de nacer. Llamativamente, a pesar de que el avance en derechos y respeto por la vida humana han sido el símbolo magno de vanguardia y modernidad, desde los púlpitos que exigen la despenalización o legalización del aborto se tacha de “medieval” o “anticuado” a cualquiera que se manifieste en contra.

También se busca atar cualquier rechazo a motivaciones religiosas, cuando la ciencia señala lo contrario. No sólo al fijar en la célula cigoto –previa al embrión- el inicio de la existencia, sino porque además la mujer no sólo decide sobre su cuerpo, también lo hace sobre el de otro ser, con ADN distinto al de ella.  Echemos mano a la historia ¿Qué pasó, por ejemplo, en Francia, donde el aborto es legal desde 1975? La socióloga francesa Ségolène du Closel, vive en nuestro país desde 2015 y estuvo presente en las charlas de especialistas en el Congreso cuando se trató la despenalización el año pasado.

En un importante medio nacional especificó las consecuencias de esta ley en la sociedad francesa, una de las más dramáticas es que lo diferente ya no tiene cabida. El 96% de las interrupciones de embarazos franceses son de casos con diagnóstico de Síndrome de Down, tendencia que se replica en otros países y que habla de esta herramienta legal puede devenir en una práctica eugenésica.  Desde lo legal, de ser aprobada una Ley en este sentido llevaría al mismo Estado a una incoherencia lamentable, propia de un país que aspira a ser lo que no es de la noche a la mañana.

Por ejemplo, la Anses acompaña el embarazo a través de la Asignación por Prenatal y la Asignación por Embarazo para Protección Social, ambas se otorgan a partir de las 12 semanas de embarazo. Las propuestas pro aborto especifican que puedan practicarse hasta la semana 14. Con esto, tendríamos un Estado que protege la vida y no al mismo tiempo, en un limbo de dos semanas. Más allá de cualquier consideración a favor o en contra de esta medida, es llamativa la irrealidad y ceguera permanente en la que vivimos los argentinos. Por ejemplo, hace años que el gobierno de turno no realiza campañas a favor del uso de preservativos o se ocupa de la educación sexual y consecuentemente las enfermedades venéreas crecen a mansalva.

Sumemos a esto que los hospitales públicos desbordan, miles de personas deben esperar meses para tener acceso a procedimientos de los que dependen sus vidas. Los médicos argentinos que trabajan en semejantes condiciones suelen carecer de insumos básicos y en este contexto se aspira a aplicar una norma que exigiría aún más a nuestro sistema de salud. ¿Dé que manera? No podemos perder de vista que las grandes soluciones vienen siempre de la mano de la educación y la planificación.

La vanguardia y el avance, no se encuentra en aprobar leyes sin atender al contexto, acumulando fracasos sin llevar a cabo políticas de estado previas. Pero, claro está, echar mano al oportunismo político es una carta sencilla y siempre a mano.

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