Es curioso cómo en la Argentina nos apegamos a los géneros creados en los países dominantes. Somos sujetos permeables al extremo a la transculturación, y vamos por el mundo presumiendo de ello. No pasa en Ecuador, ni en Perú, ni en Brasil y muchísimo menos en Bolivia.
Es aquí, en la Argentina, donde nos "jactamos" de ser "los europeos del continente" y seguimos reproduciendo los implantes de la colonización; esta vez en forma de espectáculos.
Basta con el larguísimo listado de artistas porteños -todos palermitanos y regiamente progresistas- que se proclaman diestros en el stand-up; un producto prototípico del mainstream escénico estadounidense.
Pasa también con el café-teatro, una modalidad que comenzó a sonar con fuerza a mediados de los '60 en Europa; especialmente en París.
Aquí, en nuestro país y este desierto jarillero en que vivimos, se le llama “unipersonal” y responde, como el stand-up, a la necesidad de los artistas de encontrar una rutina fácil de montar que les permita establecer un circuito comercial regular de presentaciones.
El unipersonal y el stand-up hacen pie en el monólogo pero la diferencia sustancial -muy pero muy sustancial- entre uno y otro es que, en el primero, el artista acude a la construcción de personaje o personajes. En tanto que en el segundo el actor/actriz sube a las tablas en nombre propio.
Ya aceptada la índole transcultural de la industria teatral argentina, hay que decir que entre esos productos los hay buenos, regulares y malos.
En el caso de "De profesión, contador" -protagonizado, ideado y dirigido por Daniel Encinas- la eficacia de los cruces es la regla y el acierto.
En su monólogo Encinas utiliza vivencias propias (algo que es de neto cuño standapero) para construir un personaje con rasgos muy propios del género teatral: grotesco, farsa e improvisación son las técnicas -y tácticas- con las que viste, le da voz, cuerpo y letra a su personaje (asuntos característicos del unipersonal).
"El juego teatral entre él y sus espectadores como centro del humor; verdadero plus del espectáculo".
El show cuenta los vaivenes emocionales, vocacionales y sociales -bien territorializados en Mendoza, la conservadora- de un perito partidor que “descubre el sentido de su profesión tras incursionar en un taller de teatro”, cuenta el programa.
El primer logro es la empatía comunicacional de su personaje con el público.
La base "documental" o vivencial de las situaciones que se suceden en el escenario bien podrían ser la narración de cualquiera que esté sentado mirándolas. Pues el texto de Encinas, con grandes dosis de improvisación, apunta a ese corpus social clasemediero. Y es tan efectivo que le asesta el golpe de humor justo al corazón de su convención.
Aquí es preciso decir que el logro es doble, porque cuando decimos “público” no nos referimos al gueto local que recorre las salas de teatro independiente, sino al espectador que estaría encantado con la revista porteña. Bien masivo, bien popular.
Encinas usa el grotesco para vestir a su contador y así crear el corte que no violente con una identificación excesiva a quien lo observa, la gestualidad de la farsa como instrumento de entrada a la convención del show, y la improvisación para entablar un diálogo orgánico y fluido entre platea y escenario.
Estos elementos, tan bien articulados, le permiten construir la base de su idea: el juego teatral entre él y sus espectadores como centro del humor; verdadero plus del espectáculo.
Ficha
De profesión, contador
Con: Daniel Encinas.
Día y hora: Mañana (continúa todos los viernes y sábados) a las 22. Lugar: Restó del Teatro, Chile 1218 (entradas: $100).
Calificación: Muy bueno
