Oficialmente se indicó que no superaban los 70; según la diputada nacional por el Partido Socialista de los Trabajadores, Miriam Bregman, eran más de 200, y de acuerdo con lo afirmado por el periodista Luis Bremer, superaron los 300. Se trata nada más y nada menos que de la cantidad de legisladores argentinos (nacionales y de provincias) que concurrieron en calidad de “observadores” a las elecciones presidenciales en los EEUU. Hecho que no hace más que ratificar que los “representantes del pueblo” hacen uso y abuso de las atribuciones que les otorga el cargo y que se aprovechan de esos privilegios para percibir más que jugosas dietas y generar gastos que paga el Estado, es decir, todos los argentinos.
No queda la menor duda de que dichas elecciones constituyeron el acontecimiento político del año y de ahí que para un político significaran casi como un Mundial de fútbol para los futboleros. Si ese interés era real, también resultaba lógico que el interesado concurriera haciéndose cargo de sus propios gastos. Sin embargo, la vicepresidenta Gabriela Michetti firmó la autorización para que un número importante de legisladores, incluida la secretaria que no ocupa ninguna banca, viajara con todos los gastos pagos. Uno de los “viajeros” destacó que, para que cuidaran los gastos, recibieron un viático de 1.200 dólares (no aclaró si eran por día o por todo el viaje) para hotel y comidas. Si nos atenemos al número de estrellas de los hoteles que suelen utilizar los legisladores argentinos cada vez que viajan al exterior y los restaurantes a los que suelen asistir, no queda la menor duda de que se trata de 1.200 dólares diarios.
Pero no termina allí el “gasto” que generó a la Argentina. Porque nuestra embajada en Estados Unidos debió destinar miles de dólares para contratar vehículos para el traslado, organizar una cena para los visitantes ilustres y abonar el costo de un catering para seguir los resultados, en una sede que se encontraba atestada de gente, como graficó uno de los asistentes. Sólo cabría señalar en este caso que la delegación argentina de diputados y senadores fue la más importante del mundo, según lo denunció el periodista Bremer, superando a la del Reino Unido, con quien Estados Unidos tiene una relación histórica; a China, el máximo competidor en el mundo, y a Alemania, que mantiene el liderazgo en Europa, países que también tenían sumo interés en conocer qué sucedía.
Pero las grandes preguntas que caben son dos: a qué fueron los legisladores y qué significa el término “observadores”. Todos quienes están interesados en política internacional sabían que se trataba de elecciones indirectas, que se realizan en un día laborable, que el voto no es obligatorio y que la elección se definía entre los dos partidos mayoritarios: republicanos y demócratas. ¿Qué fueron entonces a “observar” los legisladores argentinos? Paralelamente, con la inmediatez y la seriedad con que se mueven las comunicaciones actuales, resultaba similar seguir las alternativas desde el living de sus casas que hacerlo directamente en Estados Unidos.
Los “representantes del pueblo” deberán entender que el hecho de haber resultado electos por el pueblo no les otorga autorización para hacer lo que les plazca. Que no pueden aprovecharse de la impunidad que les otorga la inmunidad parlamentaria; que no pueden aumentarse las dietas a su propio criterio y mucho menos hacerlo a escondidas, como sucedió días pasados, y que no pueden utilizar los viáticos y pasajes para inútiles viajes al exterior. De no ser así, de continuar las cosas como están, la ya debilitada credibilidad de la gente en la actividad política morirá indefectiblemente.
