Aprendió a manejar el torno, a ver las horas pasar con la atención y el ritmo cardíaco enfocados en un engranaje mecánico, y a saborear de niño el gusto de apostar la propia suerte a que el motor daba arranque en el tallercito que su abuelo Doroteo -un italiano tenido como eminencia en eso de reparar motos antiguas- tenía en la Quinta Sección.
Siempre supo que el sitio donde su espíritu se hallaba más a gusto era en la intimidad del taller, con las manos sucias y el olor a aceite quemado. Pese a ello, decidió estudiar Trabajo Social en la UNCuyo, para “tener la seguridad de un título”. Pero la vida se encargó de devolverlo a su carril.
Juan Pablo Santinelli (38) hoy vive en San Sebastián, España. Trabaja en un taller diseñando, transformando y craneando motos únicas y personalizadas a gusto y necesidad de sus clientes. Sus “obras de arte andantes” se han hecho conocidas en Europa y son aplaudidas por colegas, revistas y sitios web del rubro e incluso por las mismas marcas originales.
Meses atrás, Juanpa -como lo llaman familiares y amigos- y su coequiper Hugo fueron elegidos por Yamaha para transformar uno de sus modelos clásicos, dentro del proyecto internacional de la firma Yamaha Yard Built 2017. Gracias a eso, la customización que realizó de la XSR 700 ya es mostrada en festivales que hacen culto a las motos en distintas partes del mundo
“Siempre he estado entre motos y me imaginé un trabajo así. Lo curioso es que todo lo que aprendí de mi abuelo italiano -quien debió emigrar y construir su carrera en Mendoza- ahora lo devuelva yo en Europa”, reflexiona el mendocino, mientras hace un break en su intensa jornada laboral para almorzar lo que lleva en el tuppers.
La aventura del "escultor"
Sus días amanecen muy temprano, cuando se despide de su mujer Maier y su pequeño Lucas, de 9 meses, para viajar en su moto hasta el centro de San Sebastián, donde se encuentra el Cafe Racer Sspirit (un taller particular, que también tiene café y negocio de repuestos, equipos y vestimenta para los amantes de las motos). “La vida en el país vasco no es fácil, se trabaja duro, pero aquí mujer e hijo hacen que sea todo más llevadero lejos de mi tierra y seres queridos”, confía.
Su aventura comenzó en el 2001, cuando decidió probar suerte lejos de nuestro país. Se embarcó en tal travesía llevando tan sólo sus ganas y el título de Licenciado en Trabajo Social. El atentado contra las torres gemelas hizo que tachara Estados Unidos como destino y cayó en Andorra, con 400 euros en los bolsillos.
No rechazó ninguna oferta laboral. Su empeño fue de gran ayuda, pero el mecánico de motos reconoce que también ayudó el tener nacionalidad europea y cierta facilidad para los idiomas. Siguiendo el amor, terminó en el norte de España. Su gran logro fue entrar a un tallercito de motos, pues sabía lo que podía dar allí.
“En Europa, el trabajo manual, la artesanía, es algo que se ha perdido. Aquí, un mecánico no sabe soldar ni usar el torno. Entonces, de a poco fui recibiendo oportunidades que he aprovechado y ahora me dedico a transformar motos más allá de sólo repararlas”, relata el joven. El Café Racer Sspirit es una empresa dedicada a la customización de motos y, mientras que sus compañeros ayudan con el diseño y la publicidad, Juanpa es el encargado de “darle vida” en el taller.
El mendocino se siente más bien un escultor que hace “obras de arte cinéticas”. “Nuestra particularidad es que la gente anda sobre nuestras obras de arte”, dice y agrega que se esfuerzan por hacer que cada moto sea única. “La idea es hacer parecer fácil o sencillo lo complejo, que la experiencia de manejarla sea inigualable”, promociona con convicción.
Customizar cada moto le lleva un promedio de dos meses y el precio de las mismas oscilan de los 6.000 y los 10.000 euros. “Existen tres tipos de clientes: los que vienen con su moto para que las transformemos, los que buscan una moto ya customizada y los que arman su moto de cero”, explica Santinelli, cuya labor ha sido reconocida por importantes revistas internacionales y -lo que más lo gratifica- por sus propios colegas.
Vivir lejos
“El reconocimiento y la estabilidad laboral ayudan a seguir peleándola todos los días, porque al contrario de lo que se cree, en Europa hay tantos problemas como en Sudamérica, distintos quizá”, reflexiona el mecánico. El que los argentinos tengan buena aceptación en España le ha ayudado en más de una oportunidad.
“El sol mendocino y la familia" es lo que más extraña Juanpa. “Aquí el clima es lo opuesto al mendocino. Llueve un día y el otro también”, bromea ya con un marcado acento español.
Su manera de mantener la “argentinidad al palo” es leer diarios locales por Internet, comerse un asadito cada tanto y hablar permanentemente con su familia de Tupungato. Trata de escaparse, una vez al año, de vacaciones a Mendoza. Reconoce que -cada vez que viene- entiende menos la situación económica y social de la Argentina.
“Los cambios que ha sufrido el país me han dejado perdido, cuando yo me fui una cerveza en un drugstore costaba 2 pesos”, grafica. Y resume: “Creo que lo constante de Argentina y su gente es justamente el continuo cambio”.