Si Maquiavelo afirmó que "El defecto habitual del hombre es no prever la tormenta cuando hay buen tiempo", ¿está el Gobierno argentino preparado para el huracán financiero internacional que podría estallar en el próximo trimestre, es decir entre el lapso que va de las elecciones primarias que acaban de realizarse y las generales del 27 de octubre próximo?
Porque lo que vislumbra la mayoría de los analistas para los meses que vienen es una fuerte escalada en la guerra comercial entre EE.UU. y China, que pondría al resto del mundo ante un escenario global de mucha incertidumbre y volatilidad, en el que nadie va a salir indemne.
Para la Argentina, que en esta tormenta que se avecina se asemeja a un pequeño bote a la deriva (y probablemente con un único remo), la experiencia del colapso financiero del año pasado (el peso se devaluó un 50,6% contra el dólar) debería haber servido de lección para prepararse para un nuevo período de zozobra internacional. Y para saber lo que puede ocurrir durante el resto de la campaña electoral, puesto que su impacto puede llegar a ser decisivo sobre las chances de los principales candidatos a la presidencia.
En este duelo de cowboys en que se convirtió la guerra comercial entre Donald Trump y Xi Jinping, claramente no hay lugar para los débiles, por lo que difícilmente se logre evitar una escalada en los próximos meses, después de las últimas amenazas del presidente Trump de subir los aranceles a la totalidad de las exportaciones chinas que llegan a territorio estadounidense a partir de septiembre.
A cambio, el gobierno de Xi decidió dejar depreciar su moneda, el yuan, hasta niveles nunca vistos desde 2008. Por primera vez desde hace once años, la divisa superó la barrera psicológica de 7 yuanes por dólar. Esto hizo que se abarataran las exportaciones chinas, pero al mismo tiempo encareció las estadounidenses por una apreciación del tipo de cambio. Y, de paso, envió el mensaje de que China tenía armas suficientes para enfrentar una guerra de largo plazo.
Los primeros que así lo entendieron fueron los mercados financieros: una muestra de esto fue el derrumbe de las principales bolsas mundiales, ocurrido a principios de la semana pasada, donde el sector tecnológico se llevó la peor parte, con caídas de hasta un 4% el lunes 5 de agosto, prueba de lo sensible que es ante turbulencias con China. "Los inversores están comenzando a comprender el potencial de un conflicto prolongado entre las dos economías más grandes del mundo", indicó Bloomberg, hecho que también reverbera en la Argentina.
Por otra parte, la nueva fortaleza del dólar impacta de lleno en las monedas del resto de las economías emergentes, lo que preocupa de manera significativa a nuestro país, ya que la relación entre tipo de cambio y tasa de inflación es directa. Por eso, una disparada del dólar sería una señal más que preocupante para la estabilidad de la economía argentina que, en estos momentos, exige temple de acero por parte del Gobierno para evitar otra corrida cambiaria.
Sin embargo, también hay inquietud por el crecimiento económico mundial ya que, para muchos analistas, podría sufrir por la actual situación de escalada comercial. El valor del petróleo ya cayó un 20% desde su pico de abril pasado, y si bien hoy cotiza a u$s 56 el barril de Brent, un informe de Bank of America Merrill Lynch estima que podría llegar hasta un piso de u$s 20 en caso de que la guerra entre EE.UU. y China se profundice.
Además, está la reciente baja de tasas de la Fed, que si bien es un alivio para la economía argentina porque podría dar algo de atractivo para la llegada de capitales internacionales (la suba de tasas del año pasado provocó el derrumbe del peso), se neutraliza con el efecto negativo de la incertidumbre económica mundial y el clásico "flight to quality" que se da en estos casos, con aumento en la demanda de oro (la onza superó los u$s 1500, nivel máximo desde 2013) y de colocaciones más seguras como los Bonos del Tesoro.
WESTERN SPAGHETTI
La esperanza que queda para la Argentina y el resto de los mercados emergentes es que este western spaghetti chino que se está viviendo no termine con uno de los contendientes liquidado, porque eso arrastraría a todos los demás. Así que sería mejor que EE.UU. o China fuera capaz de olvidar lo que ha venido diciendo para amedrentar a su contrincante comercial y buscar otra vez una salida negociada al conflicto.
Para China, insistir con la depreciación del yuan es un arma de doble filo, porque podría provocar una huida de inversores de sus mercados, al no ser confiable como aspirante a economía desarrollada. En cambio, para EE.UU., sería bueno recordar que el gobierno chino es su mayor acreedor, con u$s 3,9 billones de dólares en reservas, de los cuales u$s 1,1 billones corresponden a Bonos del Tesoro. Si vende una parte a precios inferiores a los de mercado, daña seriamente a EE.UU. La guerra nuclear financiera a la vuelta de la esquina.