De la pandemia sanitaria a una crisis alimentaria global - Por Alejandro Gennari

De la pandemia sanitaria a una crisis alimentaria global - Por Alejandro Gennari
De la pandemia sanitaria a una crisis alimentaria global - Por Alejandro Gennari

La pandemia del Covid 19 ha transformado el mundo social y productivo que conocíamos. El aislamiento y las dificultades de desplazamiento interno, el cierre de fronteras, la parálisis del transporte aéreo y las nuevas regulaciones sanitarias han transformado las prácticas comerciales. Las cadenas agroalimentarias son uno de los pocos motores económicos encendidos no sólo en Argentina sino también en muchos países. La pandemia ha afectado fuertemente las labores, la cosecha y las actividades de transformación de muchos productos invernales en el Hemisferio Norte por la ausencia de los habituales trabajadores golondrinas del Este europeo y de África en Europa y de América Central en Estados Unidos. Y las dificultades en ese sentido seguirán ya que las restricciones sanitarias llegaron para quedarse.

Además, otros factores se han acumulado alterando negativamente la oferta global de alimentos, tales como 3 años de intensas sequías seguidas por graves incendios en Australia, (principal abastecedor de carnes de China y un gran jugador en el mercado global de trigo), especialmente en su corazón productivo agroalimentario (Nueva Gales del Sur), con pérdidas enormes de su stock de ganado (30 millones de ovejas menos y con el menor stock bovino en 30 años -25 millones de cabezas-); una plaga de langostas de proporciones bíblicas según FAO que ha arrasado millones de hectáreas desde el cuerno de África pasando por Medio Oriente y llegando a Pakistán e India; la peste porcina que ha afectado a China y avanza en el resto de Asia y probablemente llegue a Rusia y Europa, que ha reducido un 25% el número de porcinos en el mundo y el 50% en China.

La pandemia complicó aún más un escenario de por sí complejo, afectando la oferta global pero también la demanda. En muchos países se produjo un fuerte incremento de compras de productos considerados esenciales como cereales básicos (trigo, cebada, centeno, avena y sus harinas y productos derivados) (Hoshik Shin, 2020), productos conservados enlatados o desecados tales como pastas, conservas vegetales y cárnicas enlatadas, leche en polvo, deshidratados. Además, aumentaron los controles sanitarios y los pedidos de trazabilidad especialmente en los países desarrollados. El supermercadismo recuperó espacios en modo creciente y la venta electrónica por plataformas y delivery explotó literalmente. También aumentaron las ventas de productos congelados en todos sus tipos. Como dato anecdótico el consumo de porotos aumentó 50% en el primer trimestre en USA, y los productos cárnicos (proteínas) enlatadas, un 40%.

Ante este escenario, la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, advierten sobre una creciente inseguridad alimentaria mundial, con crecimiento del hambre y con muchos países que sufrirán “inseguridad alimentaria grave” (carencias extremas en el consumo de alimentos o pérdida de medios de vida que podrían conducir a carencias en el consumo de alimentos o algo peor).

Ante este escenario, tanto la FAO, como el PMA y la Organización Mundial del Comercio, piden a los países que no cierren su economía al comercio de alimentos (Vietnam, Malasia y Filipinas ya regulan y frenan las exportaciones de arroz), porque agravaría la crisis mundial.

Por otra parte, Argentina, está iniciando su siembra de invierno de cereales (trigo, cebada, centeno, avena) y leguminosas (porotos, garbanzos, lentejas, arvejas, habas), pudiendo ser una gran oportunidad de generar trabajo genuino y expandir la oferta exportable del país.

Una siembra extraordinaria, patriótica, luego del record de 2019, requiere de un acuerdo sincero entre el campo y el gobierno, reglas claras (no tocar las retenciones hacia arriba), facilitar el tránsito de carga, bajar el precio del diesel (que hoy se vende menos) para el agro y el transporte (el impacto fiscal será más que compensado por el ingreso de más retenciones), promoción del valor agregado (pasar los cereales y proteoleaginosas a leche y carnes aviares, huevos, conejos, ovinos, caprinos, cerdos y bovinos, in loco, con incentivos más fuertes especialmente para las regiones extrapampeanas (NOA, NEA, Cuyo y Patagonia) y también para la región pampeana, quizás con segmentación de tasa a los créditos o cambiar inversión por impuestos. Facilitar el esquema de contrataciones con sistemas novedosos que generen flexibilidad y simplicidad.

Es más barato y mejor crear trabajo que dar subsidios sociales para sostener las difíciles situaciones familiares, y especialmente en forma descentralizada fomentando el desarrollo territorial.

¿Y en Mendoza? Nuestra provincia puede innovar en la expansión de los cultivos de invierno, fomentando una mayor horticultura intensiva y variada invernal en el cinturón del Gran Mendoza con agua de riego (el Dique Potrerillos está casi lleno y no habrá corta por lo que se promoverá el riego invernal), el uso de cultivos interfilares en viñedos y frutales, recreando la práctica del cultivo de la Vicia ya no solo para mejorar suelos, sino para producir granos (pasar de la Vicia sativa a la Vicia fava), arvejas, porotos.

Históricamente en el Valle de Uco se cultivaban cientos de ha de porotos en la zona de La Remonta y cereales de invierno en La Carrera.

Y producir forrajes invernales, todos los posibles.

En la agricultura familiar, recrear la producción de aves de corral y huertas.

Y en la agricultura comercial, con pozos de agua y en muchos casos con pivots, insertarse en las cadenas de valor de exportación de legumbres invernales (recientemente China habilitó 7 plantas en Santa Fe para exportar arvejas y ya salió el primer contenedor).

Muchos de nuestros productos se pueden también industrializar como conservas vegetales o congelados.

El corto plazo es mañana y las decisiones hay que empezar a tomarlas. Lo más urgente es generar trabajo en actividades permitidas que mejoren la seguridad alimentaria local y contribuyan a generar los dólares que la economía provincial y nacional necesita para sostener su funcionamiento.

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