De la inflación no se habla

A pesar de sus reiteradas apariciones públicas, la Presidenta evade en forma permanente abordar el tema de la inflación. Es más, el jefe de Gabinete respondió con dureza a un semi-oficialista cuando éste dijo que había que terminar con la inflación porque

De la inflación no se habla

La señora presidenta de la Nación ha vuelto en los últimos días a aquella costumbre de aparecer todos los días en televisión, en la mayoría de los casos utilizando en forma indebida la cadena nacional para avanzar sobre los temas que, salvo contadas excepciones, le interesan sólo al Gobierno y denostando a quienes no comparten las iniciativas oficiales.

El artículo 75 de la ley 26.522, de Servicios de Comunicación Audiovisual, establece claramente que dicha cadena debe ser utilizada “en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional”, mientras la jefa de Estado suele hacerlo reiteradamente para inaugurar obras, en su gran mayoría de escasísima magnitud, como sucediera días pasados con la ampliación de una empresa que permitirá la incorporación de veinte nuevos puestos de trabajo.

En esas apariciones públicas, generalmente rodeada de aplaudidores y obsecuentes, la Presidenta insiste en un discurso de barricada, avanzando sobre distintas problemáticas y atacando a los fondos buitre; a quien condujo hasta hace pocos días al Banco Central; a las automotrices, al campo, a los formadores de precios, a los medios de difusión, a la oposición -muchas veces a políticos semiafines al oficialismo- a Estados Unidos, a Alemania y a todo aquello que ella considere está trabajando para desestabilizarla o para hacer daño al país.

Muy pocos de esos temas interesan a la opinión pública, como quedó demostrado con la encuesta que Los Andes encargó a una consultora local, en la que quedó claramente demostrado que a la gente le preocupa la inseguridad (90,83%), la inflación (53,38%) y el desempleo (46,04%), mientras en la línea de inquietud le siguieron la educación, la salud, los salarios, la carencia de viviendas, la corrupción, el trabajo en negro y el narcotráfico.

En el caso específico de la inflación, el “olvido” presidencial de abordar el tema no es fruto de la casualidad. Sucede que durante muchos años el Gobierno mintió con cifras que nada tenían que ver con la realidad, y que debió modificar como consecuencia de la presión externa pero que aún así son mucho menores a las que dan con mayor certeza las consultoras privadas.

No le han dado resultado los “precios cuidados” ni tampoco los embates contra los “formadores de precios” porque la realidad marca que el verdadero impulsor de la inflación es la emisión descontrolada en procura de cubrir un gasto público cada vez más creciente.

El ejemplo más claro se da con nuestra principal industria, la vitivinícola que ha reclamado en reiteradas oportunidades la reducción de la inflación, porque es la principal culpable de la caída de competitividad en los mercados externos y porque la gente comienza a priorizar los artículos de primerísima necesidad (leche, pan, lácteos), afectando al vino, entre otras bebidas, en el mercado interno.

La actitud del Gobierno ha comenzado a resquebrajar el férreo escudo que había logrado conformar el oficialismo a lo largo de la década. El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, dijo que “la inflación no sólo es preocupante sino que nos tenemos que ocupar del tema.

Hay que discutir de qué manera garantizamos competitividad para los sectores productivos e industriales de las regiones”, mientras el presidente del banco Provincia de Buenos Aires, el sciolista Santiago Montoya, afirmó que “la Argentina no tiene que tener inflación, porque la que la pagan son los pobres”.

La CGT “oficialista”, por su parte, está comenzando a discutir la posibilidad de reabrir las paritarias, en razón de que la inflación ya se “comió” los aumentos salariales obtenidos en el primer trimestre del año.

Ante ese nuevo panorama, el Gobierno vuelve a agredir. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, el mismo que en su momento aseguró que la culpa de la inflación la tenía el precio del tomate, acusó a Montoya de “opositor” por hablar del tema.

Resultaría más que oportuno que, en lugar de reaccionar de manera desmedida ante las preguntas que se hace la gente, la Presidenta, el ministro de Economía y el vocero oficial que da el parte diario todas las mañanas, aceptaran que la inflación existe, dieran los motivos por los cuales se produce esa situación y se pongan a trabajar con políticas concretas a los efectos de terminar con un flagelo que afecta a todos los argentinos y que golpea con mayor intensidad a los más desprotegidos.

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