No había sido una semana fácil. Garnero dio un paso al costado, se confirmaron las graves lesiones de Minich y Cardozo. Todo era oscuro en una parte del Parque.
La Lepra tenía que barajar y dar de nuevo. Quinteros se puso al frente y no existía tiempo para dudas. ¿Cómo debía armar todo para lo que venía? Con inteligencia, sabiendo el material con el que contaba y reconociendo las limitaciones. Fue el punto inicial para construir un triunfazo en casa de Instituto, y así no perderle pisada al puntero del campeonato.
Objetivo 1: Ser sólidos atrás y mantener el arco en cero. Misión cumplida con creces. El equipo mostró una aceptable tarea defensiva, no dejando grietas y respaldado por un Gaspar Servio cada vez más referente en el arco.
Para un elenco al que no le sobra nada- en cantidad y calidad-, mostrar firmeza en el fondo y ver que no es superado por el rival, le da confianza al resto del conjunto. A partir de este aspecto se puede encontrar el camino regular de los triunfos, y ante Instituto dio un paso gigante.
Objetivo 2: Entender el momento. Sin superpoblación de delanteros disponibles- unos lesionados, y otros en bajo nivel-, el DT pensó en un equipo con volantes (Méndez, Imperiale y Rearte) que llegaran desde atrás y acompañaran en ataque. Primero le costó mucho a los jugadores, pero después, cuando se acomodaron mejor de mitad hacia arriba , el Azul fue más ofensivo y sacó la diferencia.
Quinteros conoce a la perfección a estos jugadores. Metió mano en cuanto a nombres y disposición táctica y le salió a la perfección. Reducir a la mínima expresión las falencias y explotar las virtudes es un signo de madurez.
Por lo menos, en Córdoba, esa materia la aprobó. Así se llevó el premio mayor y nadie le quita la ilusión de treparse a la cima.