De hijos y entenados

Mientras la Policía se ha convertido en juez y parte de los espectáculos deportivos, los barrabravas sacan provecho de ello.

De hijos y entenados
De hijos y entenados

Cuando una persona seria y mesurada, como suele ser Miguel Ángel Russo, pierde la paciencia y asegura que “el fútbol es más importante que un picnic”, podemos darnos cuenta en el peligroso microclima en el que viven jugadores, dirigentes, técnicos y hasta periodistas del fútbol.

Creer, realmente, que el fútbol está más allá de la seguridad de la población es una locura extrema.
El tema de la seguridad, o mejor dicho la inseguridad, en el fútbol ha llegado esta semana a situaciones bizarras que deberán hacernos repensar hasta donde hay que seguir con esto.

-La hinchada de Gimnasia hizo desmanes el domingo en el partido frente a los catamarqueños de Alem, simplemente porque no les daban las prebendas a las que estaban acostumbrados. Eso derivó en que el club tomara la decisión de que se vuelva a jugar sólo con socios en las tribunas.

-En La Plata, el clásico se jugó sin público visitante para evitar inconvenientes, pero igual hubo un muerto como saldo.

-Los hinchas de San Lorenzo hicieron desmanes por doquier en la zona de la cancha de Huracán, porque pasaban por el lugar y a alguno se le ocurrió la brillante idea. Eso llevó a que los dirigentes del Ciclón tuvieran que salir a hacerse cargo de los daños que sufrieron los comerciantes de la zona.

- El jueves, en el clásico entre Independiente y Gimnasia por la Liga Mendocina, la Policía decidió que se jugara a puertas cerradas y entonces algún oficial con aires de divo decidió no dejar entrar ni a los utileros. Los jugadores tuvieron que buscar la ropa en la puerta del club y recién ahí poder ir a cambiarse. Todo eso no impidió que a los jugadores de la Leprita les robaran pertenencias que tenían en el vestuario. Una locura.

-Como frutilla del postre, la Policía tuvo que pedir la suspensión del partido entre Godoy Cruz y Tigre que debía disputarse hoy en el Malvinas Argentinas.

Esta suspensión no es culpa de la Policía, que en todo caso está velando por la integridad física de miles de jóvenes que estarán festejando el Día del Estudiante en el Parque. Todos sabemos, más allá de que queramos mirar para otro lado, que los hinchas del Tomba viven haciendo desmanes a la llegada y la salida del estadio.

Tampoco es culpa de los dirigentes, aunque estos podrían haber previsto que la fecha no era la adecuada. 
Mientras los dirigentes y los policías se pelean y se echan la culpa de quién es el responsable de terminar con los hechos de violencia, los delincuentes que se amparan en la masividad de una hinchada siguen teniendo de rehenes al resto de la sociedad.
Ahí está el foco al que hay que atacar. Es hora de dejar de amparar a los delincuentes que encuentran en el fútbol el ámbito para desarrollar

su "profesión".
¿Cómo es posible que la Policía de Mendoza esté capacitada cada verano para que los hinchas de Boca y River que vienen a ver el superclásico sean custodiados y no sea capaz de dar seguridad a los trescientos o cuatrocientos que concurren a las canchas del fútbol mendocino?

Desde hace un tiempo, el fútbol es un espectáculo en el que el público merece ser tratado de otra manera, para eso paga una entrada. Pero eso no se entiende y las soluciones nunca son de fondo. Se le da además a la Policía la potestad de decidir cuándo y dónde deben jugarse los partidos. Una verdadera locura, porque así las fuerzas de seguridad se convierten en jueces y partes.

Ya que ellos determinan también cuántos efectivos tendrán que estar afectados al operativo.

Los dispositivos de seguridad apuntan a ejercer un máximo control sobre los hinchas, lo cual deviene en una quita de autonomía de los sujetos que participan del fútbol, quienes son tratados como si fueran menores de edad porque no logran contener sus impulsos violentos. 
Rejas y presencia policial constante en todos los espacios del estadio colaboran en la construcción del fútbol como un escenario de violencias.

Mientras siga habiendo hijos y entenados, mientras unos actúen desde el temor y otros seamos esclavos de los que esos decidan, el fútbol seguirá siendo un germen de violencia que se trasladará inevitablemente a la sociedad, y viceversa.

Habrá que empezar a replantearse la manera de manejar un negocio que en Europa es creciente y en Suramérica se va muriendo a ritmo acelerado. Lamentable, pero real.

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