El lunes, el primer día de 2018, el inglés Rob Cross se convirtió en sensación: venció a Phil Taylor, su ilustre compatriota, en la final del Mundial de dardos y entró por derecho propio en el olimpo de la disciplina.
Cross, de 27 años, debutaba en el certamen. Antes era electricista. Su sobrenombre es "Voltage". En la final, se enfrentaba a Taylor, 16 veces campeón, apodado "The Power". En la final, el voltaje superó al poder: el novato no dejó ninguna posibilidad a la leyenda y lo derrotó 7-2 en su último juego de su carrera.
"Me siento muy bien. Es mi primer trofeo", dice Cross, que nació en el año en que Taylor fue campeón por primera vez. Después, el hoy campeón se casó y tuvo tres hijos. Su familia es, en esa medida, un pilar de su éxito: "Ellos son mi motivación. Son todo lo que necesito".
Motivación necesitará Cross para, una vez alcanzada la cima, seguir cosechando éxitos. Él quiere ganar todos los títulos, dijo después de conseguir el que es, por ahora, su mayor triunfo. Incluso dobló la apuesta: "¿Por qué no intentar ser el próximo Phil Taylor?"
"Era como yo hace 30 años", dijo Taylor sobre su vencedor. Los expertos consideran que habrá una rivalidad entre Cross y el holandés Michael van Gerwen, dominador de la disciplina en los últimos años pero eliminado justamente por el campeón en las semifinales.
"Él es el número uno y eso es también lo que quiero", dijo Cross sobre Van Gerwen, que lidera el ranking mundial y ganó más de un millón de euros en premios. "Estoy listo para el reto y quiero seguir ganando", anticipa el británico.
Pero Cross tiene una razón más personal para seguir ganando. Tras perder recientemente con Van Gerwen, su hijo se echó a llorar. "No puedo permitírmelo nuevamente", se prometió entonces el inglés, que no sólo venció a su verdugo en el camino al título, sino que empezó a inscribir su nombre en la historia de la disciplina.