Cuando Lolo mostró la palma de su mano todos los ojos se abrieron muy grandes. Rolando dijo ¡Oh! Los demás, nada. Adentro tiene tres pescaditos, explicó Lolo. Uno amarillo, unoanaranjado y ese medio verde que se retuerce como una víbora entre los otros dos, ¿ven? Ahá, dijo Rolando. Todos los ojos brillaron.
Y así se pasaron la siesta mirando la bolita japonesa en ronda bajo los rayos del crocante sol.
* * *
El gorila corrió por el grueso follaje hasta que atrapó a esa presumida mariposa azul que se posó en lo alto de un árbol flaco y se quedó allí, como una estatua.
Él tuvo que trepar, con gestos torpes, cayendo una y otra vez en cada intento. Y así toda la mañana.
Pero cuando la atrapó se la comió, se sentó apoyado contra una piedra grandota, hizo un largo silencio y entonces se puso a llorar.