De Cristielisa a Maurielisa

De Cristielisa a Maurielisa

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

Hace varios meses atrás publicamos en esta misma página una nota llamada “Cristielisa”, buscando explicar de qué se trataba esa criatura metafórica compuesta por los dos políticos más pasionales de la Argentina de esos días: Cristina Fernández y Elisa Carrió. Pese a ser opuestas en casi todo, era formidable verificar también las similitudes de personalidad entre ambas.

Hoy podría construirse otra criatura metafórica, pero esta vez no compuesta por dos opuestos sino por una que está apoyando a otro. Algo así como Maurielisa, porque Lilita sin dejar de seguir siendo la misma (¿¡cómo podría dejar de ser ella misma con ese carácter huracanado!?) parece otra por el nuevo papel político que cree debe representar.

Una especie de ángel de la guarda (pero bien armada con cimitarras celestiales) del presidente de la Nación. Un ángel que lo protege pero que a la vez le advierte sobre los peligros de caer en la tentación cada vez que Mauricio está a punto de pecar, o cuando directamente peca.

Lilita suele ser la más loca de todas y todos en momentos de locura colectiva (que son los más frecuentes en nuestro país), pero también se ha propuesto demostrar que cuando la sociedad comienza a recuperar algo de cordura, ella puede llegar a ser la más cuerda de todas. Para esa tarea se está preparando mañana, tarde y noche en los tiempos que corren.

Si Carrió no hubiera asido su carterita para retirarse despectivamente de aquella recordada reunión del frente UNEN en noviembre de 2014, casi con seguridad que la alianza del radicalismo con el PRO no habría sido posible. Pero fue una jugada alocada realizada a un estilo más alocado aún.

Dijimos en Cristielisa que así como Cristina Fernández acusa a todo quien no piensa como ella de golpista, Elisa Carrió acusa a todo quien no piensa como ella de corrupto. Son las dos grandes muletillas de las dos más famosas políticas argentinas de los últimos años. En aquellos fines de 2014 Lilita aplicó esa muletilla a dos políticos de los cuales hasta ese momento parecía enamorada: Julio Cobos y Pino Solanas.

Como antes había llamado corrupto al buenazo de Binner. O a Gerardo Morales, el radical que se enfrenta con coraje a prueba de balas a las huestes de Milagros Sala.

Inmediatamente después, claro, fue a los canales de televisión a despotricar contra todos los que no se fueron con ella de UNEN y a atacar a todo periodista que la contradijera, como aún sigue haciendo. Parecía definitivamente sacada, pero a la postre (la  única verdad es la realidad) su explosión de supuesta locura terminó siendo el punto de partida inicial y sine qua non de un gran triunfo político.

Eso no la convierte en vidente o estratega definitiva porque muchas otras veces habiendo actuado de modo similar las cosas le salieron mal, pero tampoco le quita méritos en un momento crucial que ella supo leer mejor que casi todos.

Lo cierto es que hoy parece ser otra Lilita. O que quisiera serlo. Durante la última década fue una feroz opositora y cuando fue en parte oficialista durante la Alianza de De la Rúa - Alvarez, desde el inicio los miró con desconfianza.

Pero ahora está jugando todas las fichas a Mauricio Macri, un poco porque cree que otra oportunidad histórica como esta no habrá para poner fin definitivamente a la noche negra del autoritarismo y otro poco porque supone que Macri es en gran medida una criatura gestada por ella, una invención propia como tantas veces supuso de tantos otros, pero esta vez se trata nada menos que del presidente de la Nación.

No es que por allí no se enoje. Muchas veces disiente con Macri pero se contiene de hacerlo público como por razones incluso menores no se contuvo con otros aliados. Trata, aunque no se lo crea del todo, de explicarse a sí misma y a los pocos suyos que todos los errores que comete el Mauri son más culpa de los que están cerca de él que de él mismo. Y hasta se lo dice a Macri que la escucha con interés pero no por ello cambia de asesores.

El primer entredicho fue amable aunque no por ello menos duro por su significado político. Ocurrió apenas ganó Macri quien lo primero que quiso hacer fue hablar con Ernesto Sanz y con Lilita, persuadido de que en gran medida a la buena voluntad y al trabajo político inmenso de ambos les debía el haber ganado.

Cuando se juntó con Lilita, le preguntó, como se estila en esos casos, de qué modo quería intervenir en su gobierno. Lilita le dijo que no quería nada para ella, pero sí la mayor cantidad de organismos de control posibles para su gente. Eso y nada más que eso. Sin embargo, tan contundente como Carrió fue Macri que a cada pedido concreto en tal sentido de Elisa, le ofrecía como alternativa una embajada.

Sindicatura del Banco Nación, Sindicatura de YPF, director de la Auditoría General, Unidad de Inteligencia Financiera, Organismos de regulación como el de Aeropuertos, Superintendencia de Bancos, etc, etc. Para todos ellos Lilita le proponía un nombre y Macri le reconocía el valor y la probidad de los propuestos, pero le retruca ba nada más que con embajadas, las más importantes inclusive. No es que se negara a los puestos de control, sino que decía que por ahora no le podría responder. Como que aún por su cuerpo y alma corriera una duda fundamental sobre qué hacer con ellos.

Con el correr de los días Lilita siguió insistiendo pero cada vez menos porque no se quería pelear con su protegido. Ni ahora ni en mucho tiempo, persuadida de su rol estratégico. Más aún al percibir los temores de Macri con respecto al papel que estaría dispuesto a cumplir en las condenas a la década condenable, prefirió aflojar más que apretar. Como decimos, otra Lilita. Conciliadora y moderada, aunque cada vez que vaya a la televisión -su hábitat natural- por allí se le escape la otra Lilita. Menos mal que sobran Aníbales Fernández en los cuales saciar su ira divina.

Esta semana salió al cruce nuevamente un tanto enojada con la sensación que comienza a sentirse de que los ajustes afectan más por abajo o por el medio que por arriba. Por eso propuso que para equilibrar el costo que tendrá para la gente el fin de los subsidios, se eleve mucho más alto el mínimo no imponible de Ganancias. Es que ella piensa que si de lo que se trata es de eliminar distorsiones en la economía, hay que eliminarlas todas; de a poco pero en proporción, no empezando solamente con las que le duelen al bolsillo de la gente.

A Lilita no le molestan los ministros que puso Macri en general, porque como concepto cree que es mejor gobernar con gestión que con ideología. Pero los que no le gustan nada son los niños (o no tan niños) mimados de Macri, sus asesores estrella de comunicación e imagen: Marcos Peña y Jaime Durán Barba. Una cosa es priorizar la gestión y otra el marketing, piensa Carrió.

Lo primero es ir a la administración de las cosas por encima de la politización excesiva y está bien, pero lo segundo se acerca mucho al macaneo puro, analiza. Aunque ni siquiera contra el marketing está Lilita, sino contra la pretensión que se quiera reemplazar a la política con él. Allí es donde se asusta con las compañías macristas a los que supone un poco mucho soberbios y agrandaditos.

Le teme, en particular, a lo que algunos llaman el “proyecto ballena”, motorizado sobre todo por Peña. Así como en los nuevos billetes se pondrán ballenas y otros animales para evitar continuar con debates históricos, esa teoría que le indican los asesores a Macri de que no vale la pena mirar atrás a Elisa no le gusta nada.

Una cosa es ideologizar todo y dividirnos por cuestiones del pasado, pero otra cosa es olvidar lo que hizo el kirchnerismo en sus años. Y ella tiene miedo que ambas cuestiones se confundan en la mente de algunos. Las instituciones no se edifican sobre el borrón y cuenta nueva, ni sobre las ballenas, les dice ella a los suyos. Porque, miren muchachos -insiste- no se trata sólo de echar a algunos ñoquis, acá lo primordial es que vayan presos los que los pusieron.

Tampoco le gusta lo que pasó con la partida de Ernesto Sanz, al cual llegó a apreciar en serio, porque con su alejamiento ese lugar lo fue ocupando poco a poco el radical más hábil para la rosca: el Coti Nosiglia, quien frente a la relativa ingenuidad -por inexperiencia- de los macristas, les está colocando en el gobierno a los radicales más discutibles.

Es que el Coti es un experto para trabajar en las oscuridades de la política, mientras que a Lilita le encanta la luz. Y eso es, ya llegando al fondo de la cuestión, lo que más le preocupa de Macri. Que éste, producto al fin de una época antipolítica, vea a la política más como un mal necesario que como el eje de la transformación.

Hablando en términos lilitísticos, vale decir de la mujer que siempre se compara con Moisés o con los profetas del Antiguo Testamento (y por allí algo más también), ella quisiera ser para Macri lo que Aristóteles fue para Alejandro Magno. La que trata de inculcarle los bienes de la política entendida en su sentido arquitectónico, constructivo.

La que quiere educarlo en la idea de que la política no está necesariamente ligada con la oscuridad aunque en su gran mayoría los políticos se fueron recluyendo allí. Por eso la gran meta estratégica de un buen gobierno debe ser sacarla de los sótanos, puesto que negociar con la política en el territorio donde la pusieron los sucesivos gobiernos es peligroso.

Uno puede caer dentro de esas catacumbas del mal, o hacerse malo como los que están adentro de ellos. Y Maurielisa está precisamente donde está para evitar que eso pase. Aunque tenga que tragar algunos sapos. Lo que, de lograrlo, para ella, siendo como es aunque quiera ser otra, sería toda una proeza.

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