La crisis económica de 2001 vio propagarse un nuevo tipo de trabajadores absolutamente informales: los cartoneros. La necesidad de subsistir luego de haber sido golpeados por el contexto los llevó a echar mano al "cirujeo" como se lo denominaba. Perseguidos, señalados, maltratados, no podían tener conciencia entonces del rol social que terminarían desempeñando en el marco de la higiene urbana y en la mayoría de los casos tampoco la tienen ahora.
Sin embargo, el sector ha ido consolidándose en el país gracias a la conformación de cooperativas y se busca apuntalarlo en la provincia con la misma intención: darle mayor formalidad, seguridad y valoración por parte de la comunidad.
"Nadie se da cuenta que la gente está trabajando porque son como hormiguitas y lo hacen mucho por la noche, pero si esa gente no sale a trabajar el servicio de higiene urbana escasearía", asegura Alicia Montoya, coordinadora del equipo técnico de la Cooperativa El Álamo de Buenos Aires, quien desde hace años visita Mendoza para fortalecer la actividad. Justamente ayer lo hizo nuevamente para dar una charla en la Universidad Nacional de Cuyo denominada "Residuos reciclables: sustentabilidad e inclusión social".
En la provincia de donde proviene se ha logrado dar formalidad a estos trabajadores pero Mendoza está en pañales al respecto. Sin embargo, también están encaminados en la concreción de una inciativa que le dará solidez. En 2007 se creó la Cooperativa de Reciclado de Mendoza (Co.Re.Me) que ha recibido el apoyo de su par bonaerense. Esta organización logró un acuerdo con la Municipalidad de Las Heras para la instalación de una planta de procesamiento.
Sin prejuicios
Como primera instancia, se requiere un cambio de mentalidad en cuanto a la actividad, hacia dentro y por parte de la comunidad. Por parte de quienes la ejercen, deben tomar conciencia de que realmente puede representar más que un medio de mera subsistencia, sino una forma de acceder a una mejor posición económica. Para ello se requiere darle un valor agregado, que sólo puede alcanzarse con el trabajo mancomunado. Así lo destaca Mario Camperos, presidente de la CoRe Me quien lidera esta nueva vertiente a nivel local. Señaló que esto tiene dos pilares: el cuidado del medio ambiente y la inclusión social.
En este último aspecto es fundamental lograr instalar una nueva forma de denominación despojada de prejuicios: que deje de usarse el término "cartoneros" con su carga negativa para llamarse recicladores urbanos, como en otras ciudades. Este es el primer paso para romper con la imagen negativa que hay de estos trabajadores. Pero para lograrlo son necesarias modificaciones también en su propia mentalidad y accionar.
Camperos explicó que se busca una mejora económica, que accedan a servicios sanitarios, aportes jubilatorios, seguros de accidentes de trabajo y vestimenta entre otras cosas, pero para ello es necesaria su inclusión en la cooperativa. Sin embargo, los recicladores descreen de ellas. "La adaptabilidad del cartonero hacia el trabajo en grupo es nula porque no tienen confianza" ya que en otras iniciativas anteriores tuvieron malas experiencias.
"Yo soy cartonero porque el gobierno en 2001 me llevó a esto, empecé a hacerlo por necesidad y luego le fui dando valor agregado con más horas de trabajo -relata- pero me he enamorado de esta tarea y de esta manera quiero demostrarles que pueden mejorar". Es que Mario antes de la crisis tenía una ferretería que debió cerrar y por la edad, cerca de los cincuenta, ya no pudo insertarse.
Valor agregado
Alicia señaló que no es la única cooperativa de la provincia de esta actividad pero sí de estas características: también es un servicio público que brinda el tratamiento de los residuos privados y comerciales. Destacó que requiere de la asistencia y participación directa del Estado, con herramientas de capital y saberes además de recursos.
El 30% de un pet es reciclable, pero hay que recogerlo, clasificarlo por color y sacarle la tapita y esa sería su misión, para dar un ejemplo. Se apunta a realizar una separación en origen que implica la obligatoriedad del comercio o la familia de separar lo húmedo de lo seco. Para ello es necesario generar el compromiso ciudadano, lo cual lleva tiempo. "Es un proceso de construcción de un programa de política pública con la inclusión de ese sector", explicó.
Hay un marco legal que no se cumple, además de un monotributo social, de menor costo pero que trabajando de manera independiente no pueden pagar. Como en Buenos Aires donde ya existe, se pretende crear un registro para saber cuántos son y que además se les entregue una credencial identificatoria que le dé más confianza al vecino al momento de colaborar. Con ella, una vestimenta propia y una conducta adecuada se puede avanzar en este sentido.
Otra idea es crear un 0800 donde la gente pueda consultar si tal persona es un recuperador. Pero el cambio cultural implica también su compromiso con la normativa, como ir a trabajar en condiciones, no romper y dejar tiradas las bolsas o no acudir con niños.
La Municipalidad de Las Heras se plegó a la propuesta y dará en comodato un terreno para que allí se instale una planta donde se acopien residuos para prepararlos y venderlos a la industria que puedan reciclarlos, de manera formal, factura mediante y lejos de las chacaritas. Esto permitirá dar un valor agregado a la mercadería.
Camperos dio un ejemplo de ello: de manera informal se paga alrededor de 1.80 pesos el kg de botella a granel mientras que una fábrica en forma de fardo de 200 kilos lo paga paga 5 pesos.
La fundación Adina, entidad de alcance internacional, proveerá recursos para la maquinaria y se espera que esté en funcionamiento a fin de año.
