De cara bonita a promotora cultural - Por Alejandra Vargas

"La Reina de la Vendimia se erige en una figura popular más cara a los sentimientos del pueblo..." decía Los Andes en 1953.

De cara bonita a promotora cultural - Por Alejandra Vargas
De cara bonita a promotora cultural - Por Alejandra Vargas

Un año más, desde 1936, nos encuentra en tiempos vendimiales. Más de 80 mujeres han ocupado el trono nacional, más de 1.400 han aspirado a lucir los atributos y muchas más han jugado o han soñado portar el título de Reina de la Vendimia.

Y la tradición continúa tal como se establecía hace 83 años. “Con anticipación debida, todos los departamentos procederán a elegir a su reina en un acto público. El sábado 18 del corriente (en 1936, la Fiesta central se hizo en abril), por la noche, la reina deberá concurrir al estadio del club de Gimnasia, ataviada con traje típico y acompañada de sus admiradores, quienes para sostener su candidatura de reina deberán exteriorizarlo con aplausos. Un jurado designado al efecto, determinará esa misma noche cuál de las reinas ha sido la más aplaudida y la coronará de inmediato. Seguidamente el speaker recitará versos alusivos, se lanzarán fuegos artificiales y las bandas de música harán oír la Canción de la Vendimia”, así explicaba diario Los Andes lo que había determinado la comisión organizadora de la Fiesta. Y agregaba: “La Reina de la Vendimia recorrerá el estadio acompañada de su séquito para recibir el aplauso de la concurrencia”.

Aplausos, así se definió durante algunos años hasta que apareció el escrutinio. ¿Qué aplaudían en ese entonces?

La crónica de 1937 nos da una pauta: “Tal como lo anunciáramos, en los carros alegóricos departamentales desfilaron sus respectivas reinas (fue el primer Carrusel). Tanto que en el Parque como en la ciudad los aplausos eran muestras expresivas de adhesión. Para todas las reinas hubo simpatías, más algunas por sus dones o por el significativo de la representación que se les había adjudicado, fueron quienes merecieron más homenajes a su paso por las avenidas que era itinerario del desfile. Entre ellas, Elia Rico, vendimiadora de Rodríguez Peña, que más tarde fuera elegida reina departamental de Junín, fue la privilegiada de la concurrencia. Vistiendo sencilla indumentaria, al hombro el tradicional tacho vendimiador, destacó su silueta en el gran carro que la conducía, ornamentado con gusto y también expresivo en su alegoría”.

La sociedad fue cambiando, las cualidades físicas empezaron a ser más destacables; sin embargo, siempre ha estado latente en el inconciente colectivo que la reina no es una modelo de pasarela.

“Todas ellas, morenas o rubias, ostentan títulos suficientes para aspirar al trono de la celebración en viva encarnación de juventud, gracia y atractivos como para hacer patente la continuidad de una dinastía real que fue fundada hace 16 años con la primera soberana y que ha visto sucederse, a través del tiempo, el rezumo de la belleza de la mujer mendocina -leal y esforzada compañera, amiga y guía de nuestros hombres de trabajo, espíritu fuerte en la promoción de las mejores aspiraciones-, en estas niñas que llegan de los 17 departamentos (en ese entonces no participaba de la elección la candidata de Ciudad) para convertirse en símbolo de la donosura de la mujer que trabaja la tierra y le arranca sus frutos más preciado, de una mujer que por ser tal y mendocina posee una honda dimensión de esfuerzo y sacrificio que se refleja en su vida sencilla...”, describía Los Andes a las aspirantes al trono nacional de 1952.

En tanto, al año siguiente Los Andes destacaba: “... la fiesta ha ido aquiriendo jerarquía  que se trasunta hoy especialmente en el interés que despierta en otras zonas del país, atrayendo a varios turistas. Por esa misma circunstancia, la reina de la Vendimia se erige en una figura popular más cara a los sentimientos del pueblo y de las simpatías de los forasteros”.

Así, aunque suele decirse que hay un patrón físico al que deben responder las candidatas, también quienes opinan sobre las representantes departamentales juzgan su modo de hablar, el nivel del discurso, lo que opinan (aunque a veces no son totalmente libres de opinar lo que quieren), lo que estudian. Durante años, debieron inventarse hobbies o actividades deportivas o recreativas sólo para completar una ficha de presentación que incluía altura, color de ojos, color de cabellos.

Hoy, la sociedad pide otra cosa. Pide salir de ese lugar en el que como mujeres puedan resultar cosificadas, como una figura decorativa que acompaña funcionarios para promocionar con su estampa. Muchos mendocinos coinciden en que la reina no debería existir, a otros tantos ni siquiera les importa. Sin embargo, hay un todo un sector de la sociedad que ve en la soberana vendimial un símbolo cultural.

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