De Cafayate a Machu Picchu, en dos ruedas

De Cafayate a Machu Picchu, en dos ruedas
De Cafayate a Machu Picchu, en dos ruedas

Si tengo que elegir un viaje, me quedo con el que realicé con mi esposo al unir Cafayate y el Machu Picchu, en una moto, en 2011. Fue inolvidable.

Por un lado, era la primera vez que, junto a otros amigos tan aventureros como nosotros, armábamos un grupo de cuatro motos y nos lanzamos a rodar por las rutas. En realidad, primero cargamos las máquinas en un trailer y llegamos a Salta en camioneta y de allí partimos.

El mejor paisaje es el que une Cafayate hasta el Machu Picchu, pasando por Yacuiba, Cochabamba y La Paz.

En la zona del Titicaca nos animamos a cruzar los lagos subiendo la moto -una BMW 1.200 - a una balsa que, en un principio, parecía precaria pero que flotó sin problemas hasta la otra orilla. Fueron 15 minutos algo tensos.

Las experiencias se fueron sumando. El cielo abierto te abarca, te conmueve.

El plan del grupo era pisar los caminos hasta completar más o menos entre 300 y 500 kilómetros por día y parar sí o sí al atardecer.

Teníamos la regla estricta de no viajar nunca de noche, porque suele ser muy arriesgado, sobre todo con los animales sueltos que se van cruzando por los caminos.

Preparamos una logística para que tuviéramos varias alternativas de hospedaje calculando los pueblitos donde nos iba a encontrar la noche. 
Nos encantó relajarnos caminando por las ferias y las plazas, para terminar el día en algún restó o fonda callejera, donde se come bien por igual en los dos lugares.

Pasamos por Tacna y en Cusco no dejamos pasar la oportunidad para salir a comer a los restaurantes prestigiosos. La peruana es una de las mejores cocinas del mundo.

El viaje lo hicimos en octubre, porque habíamos estudiado que es la mejor época antes de la temporada de lluvias. Cruzamos el Valle Sagrado de los Incas, dejamos la moto en Ollantaytambo y el resto de la subida al Machu Picchu la escalamos en tren.

De vuelta no repetimos la misma trayectoria: preferimos llegar hasta Arequipa y cruzar a Chile por Atacama, hasta la altura de El Paso de Jama, a 4.200 metros de altura y terminar recorriendo Humahuaca y Purmamarca en Jujuy, hasta cerrar el circuito volviendo a Cafayate. En ese punto, ya habíamos completado 7 mil kilómetros de caminos.

Puedo decir que el restaurante que me sorprendió en medio de la nada se llamaba "Cruz verde", en Arequipa, donde sin duda comimos el mejor arroz con mariscos de nuestra vida.

Cruzamos desiertos, selvas, montañas, océanos, lagos, experimentamos climas muy diferentes y sentimos las más variadas temperaturas.

asamos del sol, al viento caliente, de la lluvia a la neblina, el hielo, la nieve. Fue un disfrute total: paisajes bellos, ruinas milenarias, ciudades increíbles y gente amigable. Fueron 20 días tremendos y ya estamos pensando en el próximo.

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