David del Pino Klinge: “El efecto de la música puede ser fulgurante o devastador”

El director peruano acaba de cerrar una etapa en Rosario y, mientras define su nuevo destino, visita la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo.

David del Pino Klinge: “El efecto de la música puede ser fulgurante o devastador”
David del Pino Klinge: “El efecto de la música puede ser fulgurante o devastador”

La memoria es azarosa, dicen. Pero en la historia cultural de una ciudad no: todo lo contrario, se elige y se pondera a quiénes recordar. Algunos nombres quedan y otros se van. El de David del Pino Klinge, el eximio director peruano que dirigió la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo entre 1994 y el 2000, quedó. Después de casi veinte años, está intacto en los oídos del público.

Ya en aquellos años se sabía de su importancia: "¡Gracias maestro por todos estos años!", tituló en este mismo diario Gregorio Torcetta. La gratitud era explícita, y el "lo vamos a extrañar" se dejaba adivinar detrás de las palabras. Del Pino Klinge partió a dirigir la Orquesta Sinfónica de Chile, luego la de Rosario y, deambulando por la región (donde es considerado uno de los directores más importantes), reincidió varias veces en Mendoza a lo largo de los años. Como hoy, que volverá a dirigir la OSUNCuyo, en la Nave Universitaria.

Este 2019 encuentra al director peruano de 60 años en una bisagra: acaba de despedirse de Rosario y todavía no sabe el rumbo que tomará. Eso sí: cualquiera sea la ruta, siempre habrá desvíos hacia una provincia donde consolidó muchas amistades, y en la que en los '90 tuvo el trabajo de reestructurar y darle un nuevo perfil a la orquesta de su universidad.

-Son casi 20 años desde que dejó la titularidad de la Sinfónica. En una inmensa retrospectiva, ¿cómo ve la evolución de la orquesta desde un criterio netamente artístico?

-Desde el año 2000, cuando me despedí de Mendoza, la OSUNCuyo ha pasado por tres etapas, cada una de ellas reflejo del trabajo o perspectiva de los directores titulares durante esos años. Me alegra decir que el momento actual es el mejor. Tanto en estructura orquestal (nuevas plazas, nuevos integrantes que se están fusionando fantásticamente con la experiencia de los integrantes antiguos), organización y nivel técnico. Se nota la excelencia de liderazgo musical del actual titular, Rodolfo Saglimbeni, así como del equipo de producción que conduce José Loyero. He venido muchas veces a dirigir a la orquesta en estos pasados 18 años y, en este tiempo, nunca la encontré funcionando con la actual solidez.

-A usted le tocó dirigir la orquesta en un momento crucial, en el que se reorganizó y se reconvirtió el organismo. ¿Qué experiencias le dejó esa etapa para sus posteriores trabajos en Chile y Rosario?

-Cada orquesta, cada ciudad, cada contexto social es un mundo aparte, con sus características propias. Es fascinante observar cómo lo que funciona con fluidez en un lugar no consigue “despegar” en otro... Lo que puedo decir es que después de 42 años de carrera, me sigo sorprendiendo por las reacciones diversas que encuentro en cada lugar donde dirijo, ya sea como invitado o como titular. No obstante, cada orquesta donde has sido director artístico te enriquece de dos maneras muy marcadas: la humana y la musical. Y aunque las circunstancias cambien radicalmente en la próxima estación, las “enseñanzas” adquiridas en las etapas anteriores te acompañan y se asesoran siempre.


David del Pino Klinge. En pleno ensayo para ofrecer el programa “romántico” que sonará en la Nave Universitaria. | José Gutiérrez / Los Andes
David del Pino Klinge. En pleno ensayo para ofrecer el programa “romántico” que sonará en la Nave Universitaria. | José Gutiérrez / Los Andes

-Usted ha trabajado en Chile y terminó de dirigir la orquesta de Rosario hace poco tiempo, además de ser invitado en muchas otras ciudades. Teniendo en cuenta esa perspectiva, ¿qué impresión se tiene de la música clásica producida en Mendoza en la región?

-Abundante. Eso en primer lugar. Una ciudad del tamaño de Mendoza tiene el privilegio de tener dos orquestas sinfónicas. Abundante y seria. La programación local es cada vez más variada, amplia, variopinta. Aunque mi relación cercana ha sido siempre con la UNCuyo, sé que la otra orquesta, la Filarmónica de Mendoza, está también empecinada en una línea de enriquecer el repertorio y mejorar la calidad. Hace muchos años, en 1993, declaré en este mismo diario que la “competencia” profesional entre ambas orquestas conduciría a un mejoramiento de los niveles técnicos, a una mayor captación de público y a una más integral y profunda proyección social. En ese momento algunos criticaron mi punto de vista. Creo que la realidad actual demuestra que ese camino, el de la competencia, es el indicado. Todos ganamos: los músicos y la sociedad.

-¿Cuál es el mejor recuerdo de sus años mendocinos?

-La franqueza en la relación con los integrantes de la orquesta. A veces, una franqueza que conducía a ciertos desencuentros. Pero, a la larga, nos permitió dejar las bases para otros proyectos que se han ido haciendo realidad en estos años.  Eso, por un lado. Por otro, el entusiasmo de los músicos, enfrentados a un repertorio desafiante y saliendo airosos de esos compromisos. Me refiero a todas las obras que se tocaron por primera vez en Mendoza. Ya sea de compositores universales o argentinos.

- Es uno de los directores más recordados y queridos por el público local. ¿Ve posible volver a asentarse alguna vez en la provincia?

-Tengo 60 años y he dirigido ininterrumpidamente 42. He enseñado dirección de orquesta en Perú, Chile y Argentina durante 30 años. El sentido común indicaría que es hora de bajar la marcha, reducir la intensidad. Y eso intento... Para resguardar la energía que necesito para ser un abuelo útil.  Pero dónde voy a echar raíces para esta etapa venidera es un misterio aún. Estoy en el proceso de entender qué es lo que me hará más feliz. Por lo pronto, 2020 será un año 70% sabático. Y parte de ese descanso lo disfrutaré (y compartiré) con mi “familia” mendocina.

-Sobre el repertorio del sábado, centrado en Schumann y Tchaikovsky: ¿por qué fascina tanto al público el romanticismo?

-De todas las artes, la que más directamente transmite las emociones del ser humano, sus luces y sus sombras, es la música. El efecto es inmediato, fulgurante en algunos casos, devastador en otros. Y de toda la música, la romántica es aquella que deja que veamos la personalidad del compositor, la que más nos llega al corazón. En las fragilidades de esos creadores del romanticismo, en sus dudas, angustias y tropiezos (combinación de elementos que han dado lugar a la creación de obras soberbias) nos vemos reflejados. Y conmovidos. La música del período romántico nos habla con un lenguaje que no necesita de traducción.

-Sobre el oficio: ¿qué debe primar en un director, la intuición o el estudio?

-Ambos, ojalá en perfecto balance. Pero ese es un universo ideal. La intuición me ha ayudado mucho en mi carrera, y no me refiero necesariamente a la intuición musical. Hablo de la otra, de la humana. De aquella que te permite obtener lo mejor posible de las personas con las que trabajas diariamente en ese ensamble complejo llamado orquesta sinfónica.

-En este sentido, ¿el director es el arquitecto de un edificio o el director técnico de un equipo?

-Al principio, antes de enfrentar a la orquesta, un arquitecto. Se diseña el concepto de interpretación, lo artístico, cierto, pero  también el plan de construcción básico (tan diferente en cada orquesta y localidad). En la primera etapa de ensayos, es el director técnico: el constructor que levanta paredes, coloca vigas y techos, solidifica estructuras. En la segunda etapa de ensayos, el decorador, que ilumina con teatralidad, pinta con los colores que el repertorio requiere. Pero hay una cosa innegociable: la solidez de la estructura. Decorar una casa que a duras penas se sostiene es irresponsable. Muchas veces tenemos que renunciar a algo de lo artístico para dejar más sólida la estructura de una obra sinfónica.

El programa de esta noche y sus detalles

A las 21.30, en la Nave Universitaria, actuará la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo, bajo la dirección de David del Pino Klinge. El programa "Grandes románticos" reúne dos piezas emblemáticas de ese período: el Concierto op.129 en la menor para Chelo de Robert Schumann y la  Sinfonía N° 4 de Piotr I. Tchaikovsky. Además, la obertura de "Ifigenia en Aulide" de Christoph Gluck.

En el concierto, actuará la chelista alemana Ileana Waldenmayer. Las entradas tienen un valor de $210 (general) y $180 (estudiantes, jubilados y personal UNCuyo). Los conciertos de la Orquesta Sinfónica son con entrada gratuita para los estudiantes de la carrera de Música de la UNCuyo presentando el certificado de alumno regular. Para venta online en www.entradaweb.com.ar y en la boletería desde las 17.

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