La eliminación de la ciclovía de Juan B. Justo, recientemente levantada por la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, es un indicio aparente de la pérdida de relevancia de la problemática del tránsito urbano a nivel político.
Es también demostración de que algo anduvo mal en materia de planificación en el municipio capitalino. Juzguemos: una administración inaugura una obra -en este caso el espacio citado entre Boulogne Sur Mer y Belgrano para el desplazamiento de bicicletas- y la que le sucede en el gobierno la deja sin efecto. Doble gasto, doble inversión, que debió haberse evitado.
De todos modos, no podemos negar que Mendoza ha iniciado una tendencia global: aumentar la cantidad de bicicletas en las zonas urbanas, en consideración a los notables beneficios para la salud humana y las ganancias ambientales en lo que concierne al mejoramiento de la calidad del aire, bajar los flujos de tránsito y atemperar los inconvenientes para estacionar y el ruido ambiental que producen los vehículos particulares y los ómnibus del servicio público de transporte.
Nos inclinamos decididamente a mantener estas estructuras y a insistir con la apertura de nuevos carriles para la marcha de los biciclos, porque de esa forma se hará una contribución, no total pero sí importante, a una ciudad a escala más humana. Y además, habilitar sitios para dejarlas con seguridad, porque los robos han aumentado desmesuradamente.
La supresión del mencionado carril en Juan B. Justo se basó en que resultaba escaso el espacio para la circulación de automotores. Se angostaban las calzadas y no se podía hacer prácticamente sobrepasos. Asimismo, no pocos criticaron que entorpecía el estacionamiento permitido a ambos lados de la arteria.
No negamos estas posiciones y las razones esgrimidas, pero sí afirmamos que con un poco de tolerancia se podría haber mantenido las dos trazas: circulación de rodados impulsados a motor y los de tracción a sangre. Un aporte a la comprensión y al respeto por los demás.
Tomando postulados de la Asociación de Ciclistas Urbanos de Mendoza, que hace mucho brega por hábitats más racionales y amigables con el buen vivir, de haberse mantenido esa porción de terreno para las bicicletas se democratizaba el espacio urbano y las bicicletas se ponían a la par de las franjas de circulación del transporte y el tránsito ciudadano.
Pero para eso habría que tener voluntad y deseos de ceder un poco en materia de la circulación del tránsito urbano. Ahora, la ciclovía se trasladará al sur, a la calle Avellaneda, para cumplir el objetivo primigenio de unir el centro mendocino con el campus universitario de la UNCuyo.
Insistimos. Algo se ha hecho en la complicada materia que es el tránsito, a todas luces caótico por estos tiempos. Los más críticos sostienen que tienen un impacto mínimo en el ordenamiento de la ciudad. Pero, los pasos dados los ponemos en el haber, como son las bicicletas públicas del sistema “En la bici” o las ciclovías de los paseos Nicolino Locche, de avenida Mitre, o el Enrique Mosconi, de la avenida Houssay, obras que obedecen al concepto del uso recreativo/deportivo de la bicicleta no de movilidad para llegar a destinos laborales, de estudio o áreas de trámites.
Ampliar el circuito de bicisendas, no solo para entretenimiento y paseo sino como medio de transporte, es una tarea muy ardua, de mucho estudio que debe ponerse en marcha lo más rápido posible.