Con la música de Kusturica de fondo en la casa de Daniel Quiroga reina la tranquilidad. Un hogar con personalidad que el actor habita hace quince años, fuera del ruido de la ciudad.
Es su refugio, donde ordena las ideas y le da forma a un nuevo proyecto teatral. Y en las paredes de cada habitación se respira un poco de su camino por las tablas mendocinas. Junto al sillón del living comedor, en el muro principal, cuelgan alguno de los afiches enmarcados de su extenso derrotero con más de sesenta unipersonales y casi cuarenta años de trayectoria. "Hace 15 años que vivo acá. La pensé yo con un amigo (a la casa); la diseñamos una noche en una servilleta, con vino de por medio. Mi amigo me insistía con que me tenía que hacer una casa y yo no estaba motivado para hacerla. Se sumó otro amigo ingeniero y dio la casualidad de que lo conocía de hace años, hasta fui a su casamiento", cuenta sobre el comienzo del espacio que hizo a su medida.
Una casa con la comodidad justa para una persona que disfruta de su soledad y la compañía esporádica de sus hijos y amigos. "Me gusta este lugar, me gusta estar solo, con el silencio. Y el proceso de escritura es curioso porque en mi casa reorganizo las cosas que escribo afuera. No necesito tranquilidad para escribir, no puedo. Entonces me voy a un café con tránsito, porque la dispersión me ayuda a concentrarme más. Porque en la soledad no tengo ninguna dificultad. Y acá tengo un espacio en la planta alta donde ordeno todas las ideas".
Pensada para que la luz entre durante todo el día, la casa fue construida inclinada con ese propósito, bajo un diseño moderno, funcional y personal.
Daniel Quiroga desde los 18 años comenzó su camino en el teatro independiente, y es uno de los referentes del clown, el mimo y la comedia. Junto a Ernesto Suárez (su tío) se unieron en un puñado de obras de humor que los llevó a ser uno de los dúos más reconocidos de la escena hasta el día de hoy.
Obras como "Mimonólogo", "Un tal García", "Otelo", "Venía por el casting", "Miedos", "Los zapatos del Señor Broski" son algunas de las obras y unipersonales que interpretó y le permitieron vivir del teatro.
“Nunca tuve posibilidades económicas, no tengo estudios, lo mío es laburo. En el teatro empecé a los 18 años y me fui a Ecuador. De chico trabajé de todo y fui tornero. Es una historia larga la de mi vida y la circunstancias que me llevaron a no hacer la escuela secundaria. Pero el teatro me llevó a entender otras cosas. Si quería hacer algo tenía que leer y estudiar. El actor se tiene que nutrir y eso me llevó a abocarme a lo que quería hacer. Y yo dije: ‘Voy a vivir de esto’. Todo es fruto de la continuidad. No soy un tipo meticuloso. Pero uno aprende de los temores, y aprendí a economizar mi plata. Muchos veranos fueron duros y no tenía un mango. Entonces aprendí y administré el dinero de otra forma para que eso no sucediera. Por eso estoy orgulloso, porque todo lo que tengo es gracias a pisar el escenario. Este lugar lo logré gracias al teatro”.
Pero no todo es teatro en su vida. La actividad física es un cable a tierra en su rutina y desde hace años practica Aikido, aunque la pintura es otra de sus pasatiempos. Algunos de sus cuadros son parte de la estética del hogar.
“Pinto por hobby, lo hago cuando tengo ganas. Pinto sin técnica, es algo muy visceral. Cuando empiezo no sé qué voy a hacer, pero me entretengo”.
En compañía de su gato Diego, su casa es un lugar de disfrute con los más íntimos; como su hija Ana (29) y Julián (34). Pero la inercia en la cotidianidad le incomoda. No puede estar quieto por eso siempre busca alguna excusa para salir.
“Varía mi rutina, porque a veces no tengo nada que hacer y salgo. No puedo estar mucho tiempo viendo televisión, no puedo relajarme. Entonces busco algo para hacer en la casa, arreglo el jardín, ahora estoy cortando unas botellas para hacer unas lámparas.
Y en los tiempos de ocio me pongo a pintar. Soy un tipo que observa y mira a la gente.
Pero la fuente de inspiración es más interna, saco temas de lo que me sucede a mí. La mayoría de las veces escribo lo que tengo ganas de decir y luego me inspiro en el alrededor”.
Otra de sus pasiones son las motos. A donde pueda, viaja en moto y es otro de los planes que disfruta en soledad. "Me voy a la montaña, a Uspallata. Ahora tengo una función en San Rafael, entonces aprovecho y hago el viaje que me gusta. Lo disfruto mucho. Mientras pueda andar en moto, lo hago".
Sin alejarse del pulso de la ciudad, el café es su lugar de inspiración, donde dejar volar sus ideas y darle forma a los nuevos proyectos. Por ahora prepara nuevas funciones de “Mimonólogo”, una obra histórica junto a Gustavo Álvarez. Dicta talleres de teatro, volverá al clown y la pantomima con un espacio de formación en Casa Montenegro y un nuevo unipersonal.
"Estreno una obra el 24 de mayo que se llama 'Pollo picante', un unipersonal de clown. En breve retomamos las funciones con el Ernesto y tengo otro proyecto con la Miranda Sauervein que se llama 'Lina capítulo 1'. Es un trabajo hermoso que vamos a protagonizar. Ya lo veníamos escribiendo hace un tiempo y estamos trabajando en eso. Es bastante distinto para lo que venimos haciendo, porque el formato tiene un lenguaje cinematográfico y tiene otro registro. Calculo que en un par de meses ya lo tendremos listo. Queremos jugar con que el público haga su lectura de la historia. Es muy interesante y me tiene entusiasmado".
Mientras buscamos el lugar que lo represente para hacer unas fotos, en distintos rincones de la casa hay macetas con malamadre, una planta que lo trae a su infancia y a su abuela.
"Me gusta hacer plantas y hago cintas porque mi abuela hacía cintas", confiesa mientras se sienta al lado de su escritorio, donde tiene libros, una foto con sus hijos y algunas distinciones que cosechó a lo largo de sus años de trabajo.
Luego de una grata charla y una divertida sesión de fotos nos despedimos, sabiendo que Daniel Quiroga pronto traerá alguna buena nueva noticia.
El escenario es el lugar donde pone a prueba sus inquietudes y su casa, el refugio donde disfruta la soledad.