Daniel Melingo: "Los ochenta fueron una época fundacional"

El polifacético artista ha llevado adelante desde finales de los setenta una búsqueda que hoy lo encuentra como uno de los músicos argentinos con más éxito en todo el mundo. A días de su presentación en Espacio Le Parc el próximo jueves, en esta charla re

Daniel Melingo: "Los ochenta fueron una época fundacional"
Daniel Melingo: "Los ochenta fueron una época fundacional"

Igual que sucede con su música, sea que hablemos de su trabajo con Los Abuelos de la Nada, Los Twist, Sumo, Charly García, Lions in Love o su actualidad desde hace quince años como tanguero de éxito internacional, una charla con Daniel Melingo es una invitación a lo inesperado.

Es lo que pasó en esta entrevista: a días del show que brindará en Le Parc del próximo jueves, Daniel habló de los ochenta, César Aira, Miguel Abuelo, documentales surrealistas, los Beatles, tabernas en Turquía con músicos sufi tocando el derviche girador y su papel en la nueva película de Luis Ortega: “Hago de camionero, el chofer de un camión de recolección de huesos y grasa de carnicerías que también es clarinetista”, cuenta a mediodía en un café esquinero del barrio porteño Belgrano. La película, protagonizada también por Nahuel Pérez Bizcayart y la ascendente Ailín Salas, se llama “Lulú” y se estrena este mes: por ese lado comienza la charla.

–¿Cómo es tu papel en la película?

–Es bastante delirante, me llamo Hueso y vamos con Nahuel elucubrando historias que escribe Luis sobre enanos que viven en los subsuelos de Buenos Aires. Y, mientras esperamos cargar el camión, Nahuel lee esos textos y yo voy acompañando con música. También en junio se estrena un documental de Mariano Galperín con un lenguaje surrealista sobre la gira de “Linyera” del año pasado.

–¿Documental surrealista?

–Sí, se va a llamar “Su Realidad” y es una road movie en blanco y negro, muy de viaje entre concierto y concierto, no se ve ningún tema desde el público sino todo de atrás, hay cosas ficcionadas, una mezcla que no sabés cuál es la realidad o la surrealidad. Hay una escena en mi casa comiendo unas empanadas y tocando con Jaime Torres “Soneto Para Daniel Reguera”, un poema de Yupanqui que musicalicé… Y hay otra escena haciendo una canción de Manal en una habitación de hotel con Calamaro…

–Suena divertido…

–Sí, pasan cosas todas improbables… En una escena en un cementerio de París aparecen Luis Ortega y Sergio Bizzio con su mujer Lucía Puenzo, que somos muy amigos. Empiezan a leer Balzac y yo salgo de adentro de una cripta (risas), todo un delirio muy divertido. Y pedir permiso era imposible, afanamos todas las tomas medio a la guerrilla, lo mismo en un aeropuerto en Inglaterra: sacamos unas escenas que si teníamos que pedir permiso no lo hacíamos más…

–¿Y con la música en qué andás en estos días?

–Ahora estoy terminando de mezclar algunos discos de artistas que estoy produciendo, trabajos de Patán Vidal y Luz González, Juan Valentino y el segundo disco de Luis Ortega, que además de hacer buenas películas hace muy lindas canciones. Todo ese laboratorio de estudio es algo que disfruto muchísimo, ya en los ‘80 fui aprendiendo con mucha gente. Y después aplico todo eso en mis discos junto a Juan Ravioli y Muhammad Habibi (N: el compositor antes conocido como Rodrigo Guerra, quien cambió de religión y nombre), que me acompaña desde hace ocho años en las giras afuera y pudimos incursionar en otras músicas, sobretodo en Grecia y Turquía, donde nos metimos en la luthería de instrumentos regionales. De unos años para acá venimos enriqueciendo lo nuestro con esos instrumentos y esos aires.

–Qué bueno aprovechar las giras para salir a investigar…

–Sí, no sólo fuimos con personas que nos orientaron en la búsqueda de instrumentos sino que también nos mostraron lugares donde está la raíz de esa música. Fue ir a tabernas donde encontramos cosas como la música sufi de derviche girador o la rebética griega. Eso enriquece lo que estamos haciendo, este prototango o esta guía que vengo teniendo desde hace más de quince años, una búsqueda del tango en su origen que se mezcla con otras influencias que tengo hoy día. Nos consideramos escritores de canciones y al mismo tiempo investigadores sonoros de culturas musicales que enriquecen lo que hacemos, y todas esas sonoridades y experiencias van sugiriendo otras letras, ritmos, historias… Se va errando y avanzando.

–En el último disco también hay una versión de Violeta Parra.

–Por eso te digo, el tango lo tomo desde un sentido amplio. Cuando hablo de tango en mi universo musical involucro muchas cosas. Para mí una imagen del músico de tango global es Carlos Gardel, en el cual podemos encontrar toda una gama de ritmos que definen la idiosincrasia tanguera, entonces me remito a esa fuente. Y ahí sumamos esa posibilidad que tenemos de enriquecer al tango con diferentes ritmos. Nuestro tango, porque cada uno siente el tango a su manera, entonces es nuestra manera de aportar.

–¿Cuáles son tus primeros recuerdos con el tango?

–El barrio donde me crié, Parque Patricios. Y la familia, que por parte de mi madre eran músicos, letristas, bailarines de tango. Y después la familia de mis abuelos paternos, que también eran músicos de clásica. Y por otro lado mis primos, que empezaban en los ‘60 con los Stones, los Beatles, The Who… Era todo un imaginario que me conformó a mí, a mis gustos: el rock, la clásica y el tango.

–¿Encontraste en el tango una sustancia que el rock estaba perdiendo?

–No, fueron simplemente búsquedas, todo esto va nutriendo mi tango, mi rock, y todo es una misma cosa. Que desemboque en una canción de Violeta Parra tal vez es una consecuencia de una búsqueda poética que se da buscando versionar artistas que encuentro familiares a lo que quiero decir, no tanto en un ritmo pero sí en un clima poético, una manera de definir el amor… “Volver a los 17” es una maravilla, cómo describe esa sensación del amor después de siglos y siglos y miles de escritores escribiendo sobre eso, y cómo logra ponerlo en palabras…

–¿Y con las letras? ¿Escribís seguido?

–También, es un dejar fluir y ver por dónde me van llevando tanto las experiencias como los nuevos poetas, los nuevos escritores. Básicamente soy más lector que escritor. Me guardo toda esa parte de la escritura para las canciones, pero tengo algunos proyectos: para más adelante estoy dando forma a unas memorias. Tuve una propuesta de Francisco Garamona para editarlo en Mansalva, con quien también estamos hablando de armar unos cuadernos que tengo desde los ’70, bitácoras de viaje con dibujos y anotaciones…

–¿Y qué estás leyendo en estos días?

–Últimamente estoy leyendo más narrativo, escritores argentinos como Bizzio o Fogwill. También me encanta Aira: el otro día devoré “Cecil Taylor”, una especie de cuento-biografía que tiene una energía muy potente, se va al carajo (risas). También me encantan las biografías de los músicos. Terminé el libro de Geoff Emerick, el ingeniero de los Beatles, que lo súper recomiendo, explica muy detalladamente muchos misterios de la cocina de los Beatles. Al mismo tiempo me morfé “Life”, de Keith Richards, y estoy terminando la autobiografía de Dizzy Gillespie. La que estoy buscando hace rato es la de Mingus, que tuve la suerte de verlo a finales de los setenta en Buenos Aires. Es uno de mis preferidos junto a  Miles Davis.

–¿Cuál fue el primer disco en el que participaste en los setenta?

–Mi primer disco grabado fue con Ricardo Dal Farra, Bernardo Baraj y Domingo Cura. Hacíamos jazz fusión, yo tocaba el clarinete. Después estuve en otras bandas, grabé en el primer disco de Fontova Trío, viajé a Brasil, conocí a Milton Nascimento y toqué en su banda y cuando volví conocí a Miguel Abuelo a través de Miguel Zabaleta, y ahí entré a Los Abuelos de la Nada.

–¿Y qué recuerdos tenés de Miguel Abuelo?

–Era un faro. Con él hice mis inicios, práctica y posgrado en tocar rock. Fue fuerte estar al lado de él, en todo sentido… Con el tiempo y la distancia se va magnificando esa gran enseñanza que fue haber estado a su lado, bebiendo directamente de su poesía, su música, su manera de cantar, su impronta, su energía, su búsqueda insaciable. Y ese gran talante que tenía a la hora de enfrentar la vida. Era como un guerrero del más allá. Toda la banda era increíble. Enseguida después entré a la banda de Charly García. Con todo eso tuve un posgrado de mis estudios impresionante. Y ahí nomás tomó forma el proyecto de Los Twist.

–También tocaste con Sumo…

–Yo caminé mucho con el pelado, y llegué a tocar en “Corpiños en la madrugada”… Ese fue el primer disco que grabaron, ahí le hice el pase a Roberto (Pettinato). Todavía no estaba ni Mollo, era un ProtoSumo… Luca era un tipo muy tímido. Siempre decía que tenía los nervios reventados por la heroína, entonces era la excusa para estar sedándose y bajando con la famosa ginebra, que llevaba en una botella de Villavicencio mientras pateaba la calle de la dictadura. Pero él mantuvo siempre un perfil muy bajo, se destapaba en el escenario pero abajo era un tipo tímido, callado… Una figura que se magnifica con el tiempo, ese legado que le dejó a nuestro rock en un momento de efervescencia. Un momento donde también volvía Miguel Abuelo, Charly entraba en la madurez musical como solista… El comienzo de los ochenta, que era el comienzo de la democracia…

–¿Cómo viviste esa etapa?

–Nuestra lucha fue antes, con la resistencia, porque los tres primeros discos de Los Twist salieron en los tres primeros años de democracia, pero todo eso fue elaborado durante la dictadura, es todo fruto de la resistencia que tuvimos que hacer. Una lucha puertas para adentro que tenía el artista de ese momento: sembrábamos granos que explotaban en las canciones. Era nuestra manera de narrar todo ese horror que vivimos durante muchos años.

–Y luego vivieron una época fundacional…

–Total. Refundacional, porque en los ‘60 con el Di Tella se fundó algo, pero después pasó la aplanadora de los milicos y lo destruyó. Estaba todo por hacerse. Y éramos menos los que nos animábamos a hacer algo, estaba todo literalmente cegado, te desaparecían. Por eso creo que fue fundacional, no es joda… Del ‘82 para atrás hubo un desierto cultural, y después cuesta regar el desierto, viste.

–Había que atravesar el miedo.

–Exacto, por eso también la reacción de Los Twist de tomar con humor toda una temática muy oscura que en su momento no se podía decir sino con miedo… Hablar de los Falcon verde en un tono humorístico y en un ritmo bailable fue como descontracturar, todo un hallazgo. Por eso se dio ese gran boom, que en retrospectiva lo podemos ver más claro, pero en ese momento había que poner el cuerpo y toda la carne al asador. Al menos fue un granito de arena que sumó. Y hubo convocatoria, una postura de mucha gente de poner el hombro, un “estamos nosotros, vamos a hacerlo”.

Era el compromiso que estaba tácito, estaba todo el terreno para sembrar… Y entonces empezó a tomar color todo esto que hoy se recuerda como el comienzo de los ’80.–Por eso te digo, el tango lo tomo desde un sentido amplio. Cuando hablo de tango en mi universo musical involucro muchas cosas. Para mí una imagen del músico de tango global es Carlos Gardel, en el cual podemos encontrar toda una gama de ritmos que definen la idiosincrasia tanguera, entonces me remito a esa fuente. Y ahí sumamos esa posibilidad que tenemos de enriquecer al tango con diferentes ritmos. Nuestro tango, porque cada uno siente el tango a su manera, entonces es nuestra manera de aportar.

–¿Cuáles son tus primeros recuerdos con el tango?

–El barrio donde me crié, Parque Patricios. Y la familia, que por parte de mi madre eran músicos, letristas, bailarines de tango. Y después la familia de mis abuelos paternos, que también eran músicos de clásica. Y por otro lado mis primos, que empezaban en los ‘60 con los Stones, los Beatles, The Who… Era todo un imaginario que me conformó a mí, a mis gustos: el rock, la clásica y el tango.

–¿Encontraste en el tango una sustancia que el rock estaba perdiendo?

–No, fueron simplemente búsquedas, todo esto va nutriendo mi tango, mi rock, y todo es una misma cosa. Que desemboque en una canción de Violeta Parra tal vez es una consecuencia de una búsqueda poética que se da buscando versionar artistas que encuentro familiares a lo que quiero decir, no tanto en un ritmo pero sí en un clima poético, una manera de definir el amor… “Volver a los 17” es una maravilla, cómo describe esa sensación del amor después de siglos y siglos y miles de escritores escribiendo sobre eso, y cómo logra ponerlo en palabras…

–¿Y con las letras? ¿Escribís seguido?

–También, es un dejar fluir y ver por dónde me van llevando tanto las experiencias como los nuevos poetas, los nuevos escritores. Básicamente soy más lector que escritor. Me guardo toda esa parte de la escritura para las canciones, pero tengo algunos proyectos: para más adelante estoy dando forma a unas memorias. Tuve una propuesta de Francisco Garamona para editarlo en Mansalva, con quien también estamos hablando de armar unos cuadernos que tengo desde los ’70, bitácoras de viaje con dibujos y anotaciones…

–¿Y qué estás leyendo en estos días?

–Últimamente estoy leyendo más narrativo, escritores argentinos como Bizzio o Fogwill. También me encanta Aira: el otro día devoré “Cecil Taylor”, una especie de cuento-biografía que tiene una energía muy potente, se va al carajo (risas). También me encantan las biografías de los músicos. Terminé el libro de Geoff Emerick, el ingeniero de los Beatles, que lo súper recomiendo, explica muy detalladamente muchos misterios de la cocina de los Beatles. Al mismo tiempo me morfé “Life”, de Keith Richards, y estoy terminando la autobiografía de Dizzy Gillespie. La que estoy buscando hace rato es la de Mingus, que tuve la suerte de verlo a finales de los setenta en Buenos Aires. Es uno de mis preferidos junto a  Miles Davis.

–¿Cuál fue el primer disco en el que participaste en los setenta?

–Mi primer disco grabado fue con Ricardo Dal Farra, Bernardo Baraj y Domingo Cura. Hacíamos jazz fusión, yo tocaba el clarinete. Después estuve en otras bandas, grabé en el primer disco de Fontova Trío, viajé a Brasil, conocí a Milton Nascimento y toqué en su banda y cuando volví conocí a Miguel Abuelo a través de Miguel Zabaleta, y ahí entré a Los Abuelos de la Nada.

–¿Y qué recuerdos tenés de Miguel Abuelo?

–Era un faro. Con él hice mis inicios, práctica y posgrado en tocar rock. Fue fuerte estar al lado de él, en todo sentido… Con el tiempo y la distancia se va magnificando esa gran enseñanza que fue haber estado a su lado, bebiendo directamente de su poesía, su música, su manera de cantar, su impronta, su energía, su búsqueda insaciable. Y ese gran talante que tenía a la hora de enfrentar la vida. Era como un guerrero del más allá. Toda la banda era increíble. Enseguida después entré a la banda de Charly García. Con todo eso tuve un posgrado de mis estudios impresionante. Y ahí nomás tomó forma el proyecto de Los Twist.

–También tocaste con Sumo…

–Yo caminé mucho con el pelado, y llegué a tocar en “Corpiños en la madrugada”… Ese fue el primer disco que grabaron, ahí le hice el pase a Roberto (Pettinato). Todavía no estaba ni Mollo, era un ProtoSumo… Luca era un tipo muy tímido. Siempre decía que tenía los nervios reventados por la heroína, entonces era la excusa para estar sedándose y bajando con la famosa ginebra, que llevaba en una botella de Villavicencio mientras pateaba la calle de la dictadura. Pero él mantuvo siempre un perfil muy bajo, se destapaba en el escenario pero abajo era un tipo tímido, callado… Una figura que se magnifica con el tiempo, ese legado que le dejó a nuestro rock en un momento de efervescencia. Un momento donde también volvía Miguel Abuelo, Charly entraba en la madurez musical como solista… El comienzo de los ochenta, que era el comienzo de la democracia…

–¿Cómo viviste esa etapa?

–Nuestra lucha fue antes, con la resistencia, porque los tres primeros discos de Los Twist salieron en los tres primeros años de democracia, pero todo eso fue elaborado durante la dictadura, es todo fruto de la resistencia que tuvimos que hacer. Una lucha puertas para adentro que tenía el artista de ese momento: sembrábamos granos que explotaban en las canciones. Era nuestra manera de narrar todo ese horror que vivimos durante muchos años.

–Y luego vivieron una época fundacional…

–Total. Refundacional, porque en los ‘60 con el Di Tella se fundó algo, pero después pasó la aplanadora de los milicos y lo destruyó. Estaba todo por hacerse. Y éramos menos los que nos animábamos a hacer algo, estaba todo literalmente cegado, te desaparecían. Por eso creo que fue fundacional, no es joda… Del ‘82 para atrás hubo un desierto cultural, y después cuesta regar el desierto, viste.

–Había que atravesar el miedo.

–Exacto, por eso también la reacción de Los Twist de tomar con humor toda una temática muy oscura que en su momento no se podía decir sino con miedo… Hablar de los Falcon verde en un tono humorístico y en un ritmo bailable fue como descontracturar, todo un hallazgo. Por eso se dio ese gran boom, que en retrospectiva lo podemos ver más claro, pero en ese momento había que poner el cuerpo y toda la carne al asador. Al menos fue un granito de arena que sumó. Y hubo convocatoria, una postura de mucha gente de poner el hombro, un “estamos nosotros, vamos a hacerlo”. Era el compromiso que estaba tácito, estaba todo el terreno para sembrar… Y entonces empezó a tomar color todo esto que hoy se recuerda como el comienzo de los ’80.

ORQUESTA FAMILIAR

–En el '99 diste un giro en tu música con "Tangos bajos". ¿Cómo fue tomar el rol cantante, algo que hasta ese momento no hacías seguido?

–Y… En la época de “Tangos Bajos” salía a cantar y en la segunda canción ya me quedaba afónico. Al no tener técnica me ocurría eso, entonces me vi en la necesidad de estudiar técnica vocal. Seis años estudié… Hasta ese disco había cantado de manera esporádica alguna canción en Los Abuelos o en Los Twist, pero no era una constante. Y el estudio me dio la técnica que me permite hacer el recorrido que hago, con sesenta conciertos por año manteniéndome una hora y media arriba del escenario, que no es poco, y así puedo sostener mi voz ronca y rasposa con aire.

–Y luego se dio todo el éxito en el exterior, sobretodo en Francia…

–Hace diez años que voy todos los años y tengo un gran público que me sigue allá. El 12 de octubre pasado presenté “Linyera” por segunda vez en París, en el Le Trianon, un teatro construido a fines del siglo XIX donde pudimos dar un concierto fantástico con invitados especiales: la cantante francesa Juliette y el cantautor italiano Vinicio Caposella, que es un genio. Y estuvo mi hijo Félix, que viajó conmigo y toca la flauta. Ahora tiene doce, ya desde muy chiquito había participado en “Maldito Tango”, después cantó en “Corazón y Hueso” y en “Linyera” tocó y cantó también.

Y estamos preparando mi nuevo disco también con María Celeste Torres, que es mi compañera, la madre de Félix. Desde “Maldito Tango” estamos componiendo juntos. Es una orquesta familiar (risas), la verdad es que disfrutamos mucho de todo el proceso creativo juntos. Y así seguiremos: con toda esta gente talentosa viajando en el delirio hasta donde dé la imaginación.

Ficha

Daniel Melingo
Día: jueves 9 de abril  a las 21.30
Lugar: Sala Circular de Centro Cultural Le Parc, Mitre y Godoy Cruz, Guaymallén.
Entrada: anticipada $200 y taquilla $250

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA