Cuenta la historia que cuando Soda Stereo estaba terminando la mezcla de “Canción Animal”, su disco más exitoso, los retoques finales quedaron a cargo de Daniel Melero en un estudio en Miami. Si bien estaba más que preparado y venía experimentando con grabaciones desde hacía diez años, ése era su primer trabajo de masterización.
Cuando los directores de Sony recibieron el trabajo final, llamaron espantados a Gustavo Cerati para decirle que Melero les había arruinado el disco. “¿Cómo?”, dijo Gustavo, “¿ustedes están diciendo que Daniel mandó un master que está mal? Imposible. El disco se queda así”. Sin necesidad de escucharlo, Cerati sabía que el trabajo estaba bien. Y lo estaba, tanto que terminó vendiendo millones.
Esa confianza ciega en Melero estaba basada en un respeto que se había ganado yendo en los ’80 a contramano de lo que el rock se suponía que era junto a su banda Los Encargados, experimentando con frecuencias y texturas electrónicas que en el momento eran casi un pecado para los puristas del rock, que al fin y al cabo eran muy mayoría.
Tanto que en los primeros recitales recibían tomatazos y toda clase de objetos arrojados por el público. Con humor y la lucidez de siempre, Melero nos cuenta esos comienzos, su época con Soda y su actualidad, que lo encuentra produciendo a un artista mendocino.
- Fue en un recital en La Falda que dijiste, "¿Por qué no van y le tiran cosas a la policía si son tan malos?", no?
- Al gobierno, “¿Por qué no le tiran cosas a la casa de gobierno?”. Fue genial, se quedaron mudos por un momento y a los pocos segundos dijeron: “¿Y este quién se cree que es que nos viene a decir qué hacer?”, y ahí nomás fue peor (risas)... Pero eso ya no sucede más, imaginate que el que te tiraba con una lata de paté te tiraba con el almuerzo, era todo una toma de posición... Ahora todos lo miran por la pantalla de celular y nadie se entera de qué pasa.
- Bueno pero aportaste mucho a cierta apertura musical para que no sucedan esas cosas…
- Ojalá que yo sea parte de algo así, porque no se lo recomiendo a nadie, no sabés qué fuerte es recibir una andanada de objetos que arroja una multitud, además de lo que significa en tu entereza psicológica ese momento... Yo a todo el mundo le recomiendo que no haga lo que hice en ese momento, eso de quedarme en el escenario.
- Hoy ése es un momento casi histórico del rock…
- Fue buena prensa pero también podía haber salido lastimado muy mal... Si uno compone lo que la gente quiere... Cuando tenés fama la gente quiere controlarte, y no hay nada peor que el fan que pretende eso de una expresión artística.
Los comienzos
- A diferencia de lo que muchos creen vos venís de un palo muy del rock, ¿qué recordás de aquellos primeros años?
- Yo tenía once años y tenía amigos de quince que me llevaban a recitales de rock. A veces mis viejos me dejaban ir y a veces me escapaba. Yo nací en Flores, que después se transformó en una zona de rock and roll.
También algunos años después ensayaba con Los Encargados ahí, éramos como la oveja negra de lo que sucedía, era más fácil encontrarme con Adrián Otero de Memphis que otros como nosotros... Pero una vez que vi todos esos recitales no me bajé más, a mí me modeló eso.
Además de la educación pública que tuve: iba a una escuela museo, un colegio colonial muy pequeño, lleno de cuadros, donde comprendí lo que era la plástica también.
Tuve algunos buenos maestros que me estimularon mucho para que pudiera pensar de manera rockera, ver el rock como una cultura y entender el tipo de artistas que había en ese momento en el rock, personas interesadas en la poesía y con una mirada de la sociedad muy distinta a la que hoy prevalece.
Y no lo digo con nostalgia, o sea, me parece que ahora todo es mucho más... Bueno, de hecho hay escuelas de rock, cosa que me parece un error garrafal: que se pueda degradar lo que era un camino hacia el caos y lo conviertan en academias.
- ¿Y qué recitales recordás?
- Muchísimos, por ejemplo vi a Almendra en el teatro Coliseo tocando para veinte personas un sábado a la mañana en el ’69, en unos ciclos que hacía la municipalidad con una entrada súper barata, Tocaban “Gabinetes Espaciales” y esas canciones de la primera época.
También fui a un festival de la primavera en el Club Comunicaciones donde tocaron Los Gatos, Almendra, Manal, Vox Dei, Facundo Cabral... A Los Gatos los vi mucho: en el Gran Rex en el ‘69, con Pappo, sin Pappo, con Kay, vi a Los Gatos Salvajes... También vi mucho a Pescado Rabioso, Color Humano... En el ‘74 dejé de ir un poco a recitales, empecé a interesarme en músicas que no había acá: Roxy Music, Marc Bolan, Bowie.
También Kraftwerk, que me lo mostró mi viejo. El resto era una pastillita superchica en una página de la revista Pelo, siempre me interesó lo pequeño, desde niño tuve microscopio... Siempre me interesa eso que no está tan amplificado.
- ¿Tu papá te hizo escuchar Kraftwerk?
- Mi viejo estaba escuchando la radio en casa y me llamó porque estaban pasando una música increíble en “La Danza de la Fortuna”, un programa sobre la lotería que creo que todavía sigue. Y me llamó para escucharlo porque sabía que me gustaban esas cosa raras (risas). Era la canción “Trans Europe Express”. Así conocí a Kraftwerk.
O por ejemplo me enteré de que Brian Eno existía por una nota chiquita donde decía que después de la separación de King Crimson, Robert Fripp estaba tocando con un organista. ¡Un organista! Iba mucho también a los recitales de música electroacústica del teatro San Martín, ahí prendían un grabador y pasaban una cinta con dos luces que enfocaban al grabador, era espectacular.
- ¿Y cómo empezás a experimentar?
- Primero me compré una consola, luego grabadores, y empecé a cortar cintas y pegarlas. Me vinculé con la grabación y empecé a producir grabaciones, terminé produciendo el primer demo de Soda Stereo en un estudio de ocho canales.
Días de Soda
- ¿Te acordás de cómo conociste a Gustavo Cerati?
- Sí, lo conocí en la casa de Charly Alberti. A Charly lo conocí en la casa de otro miembro de Los Encargados, ellos se habían conocido en una casa de música, y después nos hicimos amigos, nos visitábamos, él vivía con sus padres, yo ya tenía montado una especie de bunker lleno de aparatos rotos, y un día me compré un sintetizador y exploré el panel y eso me habilitó a comprender las maravillas de las frecuencias. Así terminé produciendo sus primeras grabaciones.
- Y años más tarde lo harías a mayor escala en "Canción Animal". ¿Qué recordás de Gustavo en esos días?
- Gustavo era un artista de los más creativos del mundo en ese momento, y los otros chicos lo acompañaban muy bien. No digo que eran la mejor banda de la historia, pero estaban en un viaje conceptual muy alto y muy actual para el momento. Aceptaban desafíos de manera muy profunda, y te lo puedo decir porque conocí muy bien las internas.
Cuando una banda llega a cierto estado todo se transforma en una especia de pirámide invertida, en la punta abajo está el grupo y arriba toda la empresa que hay que sostener, y cuando el artista empieza a hacer cosas frente a las que el público titubea la pirámide empieza a temblar, se siente mucho esa presión, entonces pasan a trabajar en vez de crear.
- Y Gustavo tuvo la fuerza para enfrentar eso…
- Sí, siempre la tuvo, más allá de si hay discos equívocos o lo que sea, hasta Bowie tiene discos malos, ahí estamos todos perdonados.
- En ese sentido habrás tomado como un triunfo el éxito que tuvo ese disco a nivel internacional…
- Sí, realmente me sorprendió que “Canción Animal” se convirtiera en aquella época en un disco de millones de personas comprándolo. Eso es difícil que suceda ahora. Pero el material era oro. Yo igual pienso que un tema habría sacado, que es 1990, no me parecía una canción a la altura del resto. Pero el otro día la escuché y sonaba tan bien que no le cambiaría nada.
- ¿Y 'Dynamo', que alguna vez nos contaste que no te convencía?
- Creo que es un cliché ese disco. Muchas canciones son sobrantes de “Colores Santos”. De todas maneras es un buen disco.
- ¿Por qué un cliché?
- Porque es algo que ya habíamos hecho. Está tildado de innovador pero ya la sabíamos a la fórmula, era fácil, podíamos haber ido hacia otros caminos, pero no importa, no lo hicimos.
- Cosa que sí sentís que hicieron en "Colores Santos"…
- Sí, en “Colores Santos” creo que los dos hicimos un desvío, salió un híbrido que por suerte es potente, o sea muchas veces hay artistas que se unen y se anulan, y acá nos potenciamos mucho.
Más discos
- Grabaste tres discos en 2014…
- Sí, además de “Disritmia”, “Disco” y el que grabamos junto a Cutaia, participé en otros quince, como productor o en la postproducción. Ahora terminamos un disco con Gillespie, y estoy trabajando con un músico de Mendoza que se llama Puar y es espectacularmente bueno. Tiene un disco muy bien hecho, lo vamos a publicar a través de nuestro sello, Red. Creo que tenemos un artista realmente importante ahí.
- ¿Y vas a sacar más discos este año?
- Sí, tengo dos proyectos que van a salir este año. Voy a profundizar ciertas líneas del disco anterior, sobretodo en lo lírico, me gusta esto de escribir con más humor, el disco anterior tiene muchos chistes con la idea de nuestra banda como una empresa empeñada en el fracaso, en lo disfuncional, que considera que eso es un éxito.
Me gustaría hcaer una especie de corto con una reunión, una mesa donde estamos sentados pero que también haya esferas luminosas que flotan y gráficos donde todas las líneas descienden, y todos se paran y aplauden. De eso se va a tratar el próximo disco, ese es el concepto, pero hay otro disco que también voy a grabar cuando vuelva de Mendoza.
- Estás más productivo que nunca…
- Siempre trato de hacer música, no esperar la inspiración. Me gusta llegar al estudio con inseguriddes, prefiero la duda a la certeza. Creo que siempre hay que estar jugando con la música, que es un músculo que hay que trabajar, no va a bajar la musa.
Hay que tener la gimnasia de entrenar el cuerpo que no tenés, cualquier cosa que te cambie es una buena experiencia todos los días. Fracasar todos los días es horrible, pero ese acierto entre cien es fabuloso. Bah..., un acierto entre treinta es mejor.