Cuando uno ingresa a la página de internet de Oficina Burman, la productora creada en 2015 por el director de cine Daniel Burman, autor de éxitos de taquilla como "El abrazo partido" o "Derecho de familia", lo único que puede verse allí es un párrafo, un teléfono y un mail de contacto.
El párrafo comienza de la siguiente manera: “Es una oficina porque me encantan los escritorios, las sillas regulables, los clips, el café de filtro, las galletitas, las lapiceras y las hojas en blanco. No es un prado de hierbas donde habitan musas sino un lugar de trabajo al que un equipo de artesanos viene con sus herramientas dispuesto a ser parte del maravilloso oficio de contar historias”.
Quizás sea que la página aún está en construcción, o quizás la idea fue simplemente mostrar esa faceta mínima de unas líneas garabateadas con que arranca cualquier historia.
Lo cierto es que, cualquiera haya sido la intención, estas líneas resultan una introducción ideal a la obra de Burman, este director que hizo de contar historias en cine su profesión y de su profesionalismo un estilo de vida en el cine.
Pero en los últimos dos años, tras el estreno en 2016 de "El Rey del Once" -película despojada que marcaba un regreso a los modos sencillos de producción de sus comienzos y que también está disponible en Netflix-, Burman se dedicó de lleno a la televisión.
El año pasado estrenó "Supermax", una miniserie de suspenso y acción protagonizada por Santiago Segura y Cecilia Roth y realizada en co-producción con empresas televisivas de España, México y Brasil.
Y ahora, en lo que resulta nada menos que la primera producción de Netflix en nuestro país, acaba de estrenar "Edha", una realización gigante con una trama ambientada en el mundo de la moda y sus talleres clandestinos de fabricación de prendas, todo a través de un súper elenco compuesto por Juana Viale, Pablo Echarri, Andrés Velencoso, Inés Estévez, Osmar Núñez, Julieta Cardinali, Sofía Gala, Delfina Chaves y Antonio Birabent, entre muchos otros.
En la rueda de prensa de esta serie, Burman charló con Estilo acerca de este nuevo desafío en su carrera. "Hace dos años tuve un encuentro con gente de Netflix para presentar una serie de proyectos orientados a una producción original en nuestro país", cuenta. "Entre esos proyectos estaba 'Edha', que fue el que más los entusiasmó y el que más me entusiasmaba a mí. Fue un proyecto que creamos con Mario Segade y Virginia Martínez después fue un largo proceso de investigación, y luego un trabajo en conjunto con el equipo creativo de Netflix para llegar a este momento en que podemos subir este producto argentino a una plataforma global tan importante en el mundo".
-Tu última película, "El Rey del Once", marcaba una renovación estilística muy fresca después de cierto hartazgo que te habían generado las grandes producciones. ¿Cómo entra "Edha" en ese contexto?
-Me aburro muy rápido de mí mismo. Me gusta mucho meterme en mundos nuevos y desafíos casi imposibles. Y si bien “El Rey del Once” fue una reacción a todo lo que había hecho antes, hacer una serie de esta complejidad también lo es. Funciono muy reactivamente, siempre me gusta meterme en algún desafío que de alguna manera anule al anterior. No hay nada más disímil de “El Rey del Once” que “Edha”, pero de alguna manera hay para mí algo interno de continuidad del proceso creativo, de búsqueda. Y finalmente me gusta contar algo a alguien, eso no ha cambiado nunca.
Puede cambiar el cómo y el qué, pero no ese impulso casi vital de contar un cuento.
-¿Cómo desarrollaron el guión?
-Fue complejo porque tiene una estructura con varias historias que se amalgaman de una manera muy dinámica, conviven universos muy diferentes unidos por la moda. Y también hubo un trabajo en conjunto con Netflix… Fue un proceso de mucho aprendizaje. No estamos acostumbrados a trabajar tantos en la misma cosa, pero bueno, se aprende.
-Justamente a eso estabas reaccionando con "El Rey del Once"...
-Exactamente, eso era algo que había escrito yo solo encerrado en un bar, y esto es todo lo contrario. Y acá a su vez la grabación fue más veloz y con calendarios más exigentes. La serie tiene que estar en la fecha que se pone, entonces eso lo obliga a uno a ponerse en un lugar de mayor profesionalismo, y eso está bueno.
-Una de las virtudes de la serie es la manera en que retratan algunas instituciones. Si bien no hay una bajada de línea directa, sí hay indicios desde la manera en que el personaje de Echarri interpreta a un ministro, o cómo se muestra a la policía con su autoritarismo con los débiles y su permisividad y complicidad con los poderosos…
-Te confieso que eso lo vi por primera vez en la proyección de la premiere de la serie. Fue algo que salió de una manera muy natural, porque es la sociedad en la cual vivimos, no es que inventé nada. Y después lo vi y dije: “Ah, mirá vos”. Sentí orgullo de haber transmitido algo que todos sentimos, una gran decepción hacia las instituciones, hacia la justicia, el poder. Que son todas instituciones que deberían cuidarnos y no ser nosotros quienes tienen que cuidarse de ellos. Nos acostumbramos a eso, increíblemente. Creo que está bueno sincerarse y verse como sociedad.
-Por lo que decís se desprende que trabajás de manera intuitiva a la hora de escribir una historia, ¿te planteás qué cosas querés combatir o qué tipo de belleza vas a buscar?
-No, nunca pienso cuán bello tiene que ser algo ni cuán combativo. Pienso en la historia, en la fidelidad a la historia. Quiero contar algo y quiero que escuchen mi cuento, y la belleza que tenga que tener, o lo combativo que tenga que ser, tiene que estar en función de lo que estoy contando, si no se torna falso y no es ni combativo ni bello.
-¿Y cuál fue el disparador que te llevó a crear "Edha"?
-Me llamaron mucho la atención esos incendios que sucedieron en talleres clandestinos de costura. Yo viví de chico en el Once, en el mundo textil, viví mucho en ese lado B de la moda con diseñadores que venían de otros lados y se ponían a revolver buscando la tela perfecta, vi esos cruces de mundos. Nunca viví la realidad de los talleres pero mi abuelo fue sastre, o sea, tengo un vínculo con la moda, no de andar desfilando por ahí pero sí de mucho respeto, con la creencia de que no se trata de un mundo superficial o banal sino todo lo contrario, creo que la moda denota mucho quiénes somos, es muy reveladora.
-¿Y cómo fue la relación con Juana Viale?
-El personaje era complejo. Tenía que tener un perfil verosímil que perteneciera a una dinastía del mundo de la moda y sufrir una gran transformación a lo largo de la serie, y Juana tenía el physique du rol ideal para eso. Trabajar con ella fue súper simple. Tuve mucha suerte con todo el elenco, fueron 17 semanas de grabación muy arduas.
-Llaman la atención algunos recursos como la voz en off o los doblajes de diálogos…
-Muchas veces hay cierto puritanismo, capaz que viene de cierto dogma cinematográfico de lo que se debe y no se debe hacer, y para mí el único dogma era contar la historia de la mejor manera posible y comprender lo que le está pasando a cada personaje lo mejor posible, y ahí todo recurso es válido.
-Hace poco Netflix subió "El Rey del Once" y fue muy bien recibida. Hay una reformulación del circuito post estreno de una película, antes se editaba en DVD, pero ahora eso desapareció…
-Es impresionante lo de “El Rey del Once”, la mayoría de la gente piensa que se estrenó por Netflix y eso es impresionante, es para festejar. Yo tengo una visión sobre el mundo de la exhibición cinematográfica bastante crítica. Porque todos defendemos a los cines, pero tenemos que ser francos y pugnar por un sistema de exhibición que tenga la misma transparencia que las plataformas, donde más allá de lo que uno piense y de que puedan gustarnos o no, lo cierto es que hay una suscripción y el espectador pone el nombre de la película y la ve, no hay favoritos. Te la pueden recomendar o no, pero vas a poder verla, mientras que en el cine de hoy en día ocupar una pantalla depende de un montón de cosas que no tienen que ver ni con la película ni con el creador. También hay que ser francos con eso.
-¿Y de qué depende?
-De un montón de factores que son bastante ajenos a la película. En qué horario uno puede verla, en qué lugar, por cuánto tiempo es exhibida en una sala, todos esos factores lo exceden a uno. Y acá, una vez que lográs instalarte en esa ventana, vos y la audiencia están a un click de distancia. Todos deseamos que nuestras películas sean vistas en una sala de cine cerrada sin que nadie coma pochoclo, pero eso ya no es real, no es posible, entonces entre luchar contra algo o tratar de que nuestras historias circulen, yo me quedo con eso. Es muy difícil competir en cine contra los blockbusters, es una lucha que muchas veces está perdida antes de empezar. Y en un punto hay algo de cambio social. La gente, salvo excepciones, está yendo al cine a ver grandes espectáculos. Pretender que uno va a cambiar eso quizás sea un poco omnipotente. Yo volvería a hacer cine independiente, volvería a ir al cine para emocionarme con la gente que estaciona su auto o llega en colectivo y se pone a hacer la fila, que es la imagen más hermosa que uno puede ver. De ninguna manera renunciaría a eso, pero no voy a luchar contra un cambio de sistema. Voy a tratar de que mis historias sigan circulando lo máximo posible.