Dakar - Por Jorge Sosa

Transitar por el centro de Mendoza, cuando tiene el buche lleno de autos, es como correr una etapa del Dakar.

Dakar - Por Jorge Sosa
Dakar - Por Jorge Sosa

Finalizó otro Dakar, esa carrera enorme a campo traviesa que tantos comentarios concita y que es tan deseada por los que quieren torturarse corriendo en las condiciones más exigentes que pueden darse.

Es una de las carreras más importantes del mundo y una de las más promocionadas. Año a año se viene hablando de esto que paradójicamente se llama Dakar, cuando Dakar es la capital de Senegal. No queda en Perú, ni en Bolivia ni en Argentina. Es la capital de Senegal.

Son resabios que le quedó de las primeras competencias de este tipo que unían París y Dakar, en una travesía que a primera vista era imposible.

Pero más allá de nombres de ciudades, el desafío que implica es sumamente exigente para aquellos que participan. Mucho desierto y soledad, y dunas y ríos casi impracticables.

Es un rally teniendo en cuenta que un rally es una carrera a campo traviesa que muy pocas veces usa tramos de caminos ya consolidados como caminos.

La mayoría de las veces se trata de seguir un mapa y arreglátelas como puedas. Vos poné primera que ya veremos cuándo tenemos la oportunidad de poner la segunda.

Se levantan poderosos campamentos en el desierto para recibir cada etapa y los conductores apenas si descansan. Es realmente un sacrificio más grande que ir a hacer un trámite en el centro en horas pico.

Hay que tener la voluntad muy firme y unas ganas casi suicidas para enfrentar tamaña oferta. Sin embargo, la carrera es conocida en el mundo entero y del mundo entero vienen a competir sin fijarse en riesgos.

Nuestro país ha prestado su diversidad geográfica para varios de estos eventos y por supuesto, esos eventos han merecido sus buenas notas en canales, diarios y revistas.

Sin embargo, noto como un decrecimiento en el interés, como si la repetición le quitara encanto al asunto y la novedad ya dejó de ser novedad.

Se habla, sí, se dan datos, clasificaciones, se cuentan anécdotas, se muestran los accidentes pero ya no existe el fervor por ir a ver el Dakar como en algunos de sus primeros momentos.

Sólo algunos fanáticos están dispuestos a llenarse de polvo enteramente, hasta el apellido, para ver pasar a esos bólidos que a pesar de los accidentes del terreno no le aflojan al pie derecho.

Hay que tener mucha plata para correr un Dakar, mucha: los gastos de preparación o reparación del auto, más el apoyo logístico llegan a cifras millonarias.

No creo que un competidor de karting de la zona del Este, por ejemplo, pueda aspirar a competir en semejante monstruo de competencia. No le da el cuero, el de la billetera, digo.

Ahora, digo yo: teniendo en cuenta que para transitar el centro de Mendoza, cuando el centro tiene el buche lleno de autos, significa superar asfalto en mal estado, calles cortada, semáforos que no andan, micros que obstruyen toda la calle, conductores que se mandan maniobras de las más insospechadas, embotellamientos y otras circunstancias no menores... andar por el centro de Mendoza es como correr un Dakar, o por lo menos una de sus etapas más exigentes. Solo que en este caso no hay premios, sólo el placer de salir de ese infierno que se produce todos los días.

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