Diego Dabove, al fin, duerme tranquilo. Sabe que después de tantas noches de insomnio, de apuntes en su carpeta, de horas de ensayos y de análisis de videos, encontró lo que tanto buscaba: el equipo titular.
Tenía la base, eso está claro. Y, más allá de los intérpretes, había probado con uno y otro sistema de juego: 4-2-3-1; 4-4-2 y 4-3-3.
Las fechas pasaban y a pesar de que se mantuvo invicto hasta la cuarta fecha (perdió ajustadamente en Córdoba ante Talleres), el juego brillaba por su ausencia. Sobraba intensidad, ganas y presión, es cierto. Tanto, como que el equipo seguía sin encontrar el funcionamiento evidenciado en la Superliga anterior.
La lectura era insoslayable: faltaba un golpe de horno y una vuelta de tuerca importantes para que las piezas del subcampeón volvieran a engranar.
Tras la agónica victoria ante San Lorenzo, el equipo sufrió un baño de realidad ante Colón en el Cementerio de los Elefantes. Con rendimientos individuales desconcertantes, perdió 3 a 1. Y, por si fuera poco, al encuentro siguiente volvió a ser superado (1-0) claramente en el desarrollo de los 90 minutos por Defensa y Justicia.
Además de su estilo, dejaba atrás un invicto de más de casi ocho meses en el estadio Malvinas Argentinas.
El elenco no lograba ensamblar de mitad de cancha hacia adelante. Allí donde la partida de Pol Fernández generó un vacío muy importante en el juego interior del equipo.
En ese sector donde Fabián Henríquez (sustituto de Juan Andrada) y comenzó a pisar firme, como cuando el Gallego Méndez lo puso en Primera. Atrás quedaron Iván Ramírez y Diego Sosa, quienes no lograron (al menos todavía) aportar soluciones.
El ingreso de Valentín Burgoa le dio posesión, frescura y cambio de ritmo como enlace o volcado sobre la izquierda del mediocampo.
Con paciencia y trabajo, el equipo debía aparecer. Era cuestión de tiempo. En La Plata, contra Gimnasia, fue derrota por la mínima diferencia (la tercera al hilo), aunque hubo atisbos de mejoría. Señales de vida en una formación que se parecía cada vez más a la ideal. El equilibrio llegó a la fecha siguiente: el ingreso de Henríquez para oficiar de volante central y el compromiso de todos para jugar y dejar la vida en cada pelota, fueron clave para derrotar (2-0) a Aldosivi de Mar del Plata. Con Ángel González en un papel protagónico determinante, Godoy Cruz encontró el funcionamiento. Volvió el juego asociado y la solidez defensiva no se alteró ni ante la falta de Luciano Abecasis (expulsado ante el Halcón de Varela), a quien Agustín Verdugo le cuidó el puesto con extrema suficiencia.
El desafío estaba en Santa Fe y nada menos que ante Unión, el escolta del líder Racing. El Expreso volvió a ser una máquina; ganó, goleó y gustó. Definitivamente, Dabove encontró el equipo. El sábado próximo, Atlético Tucumán vendrá a Mendoza con los recaudos lógicos. El subcampeón encontró el equipo.
