Si existe un programa mítico latinoamericano y dirigido a todo el público es El Chavo del 8. Hasta el día de hoy, el ciclo sigue cautivando al público, quien ha seguido a través de los años las aventuras y situaciones de un grupo de inquilinos de una vecindad en México.
El creador de esta obra maestra fue Roberto Gómez Bolaños, quien se rodeó de una compañía de actores y guionistas que le brindaron a sus producciones un sello particular que destaca por la singularidad de sus personajes y situaciones que, aunque repetitivas y un tanto predecibles, lograron conectar con millones de televidentes.
Sin embargo, hay quienes ponen en duda la inocencia detrás del llamado “humorismo blanco” de Chespirito, pues no son pocas las teorías en internet que señalan que detrás de los chascarrillos de El Chavo, La Chilindrina, Quico, Ñoño y sus amigos, bien podría existir un subtexto mucho más profundo y sombrío.
Una de ellas apunta a que el actor, escritor y director conocido como Chespirito, como es sabido por una supuesta similitud con Shakespeare, creó en el universo de uno de sus personajes más populares una alegoría o representación del infierno, empleando mensajes subliminales que sólo pocos habrían notado.
La teoría apunta a que cada habitante de la vecindad representa uno de los siete pecados capitales, entre otros vicios castigados por la fe cristiana. Así El Chavo, siempre con hambre, ha cometido el pecado de la gula, que en una interpretación más críptica se señala que su predilección por la famosa torta de jamón sería una muestra de desprecio a las leyes divinas, que según versiones tradicionales prohibía el consumo de carne de cerdo por ser considerado un animal sucio.
También se sugiere que, en su calidad de pecador, El Chavo no tiene respeto por ninguna autoridad volviéndolo un rebelde, como se pone de manifiesto al llamarle a su mentor “Maestro Longaniza”, otra referencia velada a la carne porcina. Por su parte, Don Ramón, quien no trabaja y se la pasa evadiendo sus responsabilidades como padre e inquilino – al nunca liquidar los eternos 14 meses de renta atrasada-, ha cometido el pecado de la pereza.
El Señor Barriga, según la hipótesis, sería la representación de la codicia, pues se menciona que quién más sino un avaro podría acudir casi todos los días a cobrar un alquiler mensual. Por su parte, Quico, el niño mimado más rico de la vecindad podría ser la representación de la soberbia impulsada por la envidia, pues cada vez que ve a sus vecinos más desfavorecidos disfrutar de un juguete sencillo y estropeado siempre buscaba causar su envidia presumiendo uno más grande y novedoso, aunque esto no fuera suficiente para satisfacerlo.
La Chilindrina, y su marcada personalidad intolerante sería la ira, pues no son pocas las ocasiones en que al echarle a perder el juego a sus compañeros y con el capricho incumplido, traduce su enojo al llanto y los berrinches con los que pretende llamar más la atención. Doña Florinda y el señor Jirafales son un guiño a la lujuria y dejan a la imaginación retorcida sus tardes enteras encerrados y tomando tacitas de café.
Según la detallada teoría, Doña Cleotilde, o La bruja del 71 es ejecutora de dos grandes pecados: la vanidad extrema y la hechicería, hecho que se hace evidente al llamar a su gato Satanás, que en algunas capítulos es un perro, por lo que la hipótesis señala que hace referencia a un demonio polimorfo. En este aspecto, es notable aquel capítulo cuando Doña Cleotilde convoca a una reunión espiritista en su departamento, donde abiertamente invoca a los “espíritus chocarreros”, invitando al paganismo.
Por su parte, también Ñoño es señalado por su gula y Doña Florinda no se queda atrás al hacer gala de la soberbia, sobre todo por su desdén a “la chusma” como llama a los demás habitantes de la vecindad. Como esta elaborada teoría existen muchas más rondando internet, y en ellas se tocan aspectos presuntamente abordados en la obra televisiva de Chespirito, como el ocultismo, los mensajes subliminales e incluso, la masonería que el humorista presuntamente practicaba.