Este sábado Julián Weich estuvo de invitado en “PH: Podemos Hablar”, programa conducido por Andy Kusnetzoff, donde habló de distintos momentos de su vida. Entre tantos temas, el conductor que es padre de Tadeo, Iara, Tomás y Jerónimo, reveló que este último decidió alejarse del estilo de vida material en el que estaba inmerso y optó por acercarse a un ambiente más espiritual y relacionado a la naturaleza.
“Yo cada vez que le digo hippie, el me dice: ‘no, happy’”, comenzó bromeando el animador. “Mi hijo a los 19 años tenía lo que tiene un chico de clase media que tiene la chance de elegir. Estudiaba cine, jugaba al rugby en el Liceo Naval, trabajaba en un gimnasio... una vida normal de un chico de 19 años. Y un día me dice: ‘Me voy de mochilero al norte’”, contó a modo de introducción ante la atenta mirada del conductor y del resto de los invitados.
“Yo, que soy más fanático del rugby que él, pensé: ‘Se va tres meses y vuelve para la pretemporada de enero y para jugar con el plantel superior en marzo’. Yo me hacía la historia, pero no volvió más el pibe, se fue y apareció en México”, sentenció Julián.
Luego, al ser consultado por la experiencia del joven en el país centroamericano, afirmó: “Empezó a evolucionar su viaje con una búsqueda interna. Al principio fue de exploración y, de pronto, se transformó en uno de autoconocimiento porque empezó a vivir ese viaje como algo espiritual. Vive así, hace malabares y con eso consigue la plata y vive donde quiere y cómo quiere”.
Weich también recordó cuánto miedo le producía no poder interferir en la vida de Jerónimo. “Me preocupé y dije: ‘estoy criando un drogadicto y no me doy cuenta’, porque probaba esto y lo otro. Pensaba, ‘me equivoqué, me equivoqué... ¿cómo lo recupero a este pibe?’. Se me ocurrió llamarlo, decirle que lo extrañaba y que se venga, que después lo mandaba de vuelta, solo para verlo”, rememoró.
Tras elogiar el estilo de vida espiritual y de autoconocimiento de su hijo, el conductor aseguró que él mismo decidió hacer un click a su vida: “Cuando yo cumplí 50 me fui solo a vivir su vida con él en Panamá. Viví en la calle, haciendo malabares, en un hostel, durmiendo en la playa... Yo podía pagar un poco más pero me adapté”, manifestó sobre esos 10 días en los que fue “la persona más feliz del mundo”.
“Había algo espiritual, no era un reviente. Tenía un contenido y una razón de ser. Agarrábamos papaya de la calle y comíamos eso. Un día fuimos a una playa que no había nadie, llego flotando un coco y una lata de cerveza cerrada y esa fue nuestra comida”, develó el embajador de Unicef.
Pasado un tiempo, Jerónimo volvió a la Argentina e intentó encajar en la vida urbana. Sin embargo, adaptarse no era algo que lo hiciera sentir bien: “Él está viviendo en Córdoba ahora. Quiso volver a la civilización pero no pudo, se dio cuenta que prefería otra cosa y terminó en Córdoba”, afirmó Weich. Y completó: “Es el famoso hippie con obra social, pero solo porque yo se la pago para tranquilidad mía”.