El día 8 de cada mes, Benjamín Vicuña suele volcar en las redes sociales un posteo dedicado a su hija Blanca. Alguna que otra vez lo saltea, preservándose para sí mismo las emociones que lo embarcan ese día en particular. Ocurre que el corazón de esta niña de apenas seis años dejó de latir un 8, el del mes septiembre de 2012, precisamente, y en aquella clínica privada del Barrio Las Condes, en Santiago de Chile, donde había nacido, el 15 de mayo de 2006.
Hace un mes atrás, el actor hizo un posteo especial, el primero desde la llegada de Amancio, su sexto hijo, el 27 de julio. Esa vez volcó una carta desgarradora, visceral. Le habla de los “tiempos difíciles” que vive el mundo por la pandemia, reflexiona sobre “la vida”, que pese “al miedo y la tragedia” se “cuela por las ventanas y el amor renace”. Va dejando distintas impresiones hasta decir: “No hay apuro, mi amor. Solo te cuento como padre pequeñas revelaciones que de seguro ya entendiste”. Y dije tener el “alma rota” por su partida, sin respuestas al por qué.
En otras ocasiones Vicuña la ha homenajeado compartiendo con sus seguidores fotos inéditas de su niña, tomadas del arcón de los recuerdos más preciados. O inaugurando otras palabras, otras frases: solo a Blanca parece escribirle.
Pero lo dicho: este martes 8 de septiembre de 2020, al cumplirse ocho años (maldito número) de su fallecimiento, el actor hizo algo distinto. Solo posteó una foto suya con Blanca, sin agregar absolutamente nada más. Quizás, porque ya está todo dicho. Tal vez, porque hoy lo ahogan las palabras.
En la imagen se lo observa en una playa, echado en la arena junto a su hija, iluminados los dos por el del atardecer. No hay referencia al lugar. Podría ser Punta del Este, el destino elegido durante muchos veranos junto a Pampita Ardohain, la mamá de Blanca. Tampoco se informa la fecha: es posible que se trate de agosto de 2012, en la Riviera Maya mexicana, el último descanso que compartieron, una de sus últimas fotos juntos. Porque en aquel viaje es cuando Blanca se habría enfermado.
El 30 de agosto, a escasos días del regreso de México, ingresó a la unidad de cuidados intensivos de Las Condes. En un primero momento se informó que una bacteria que contrajo en el Caribe había comprometido su salud. Con el correr de las horas, de los días, y frente a un cuadro que no mejoraba, los médicos que la atendían dieron precisiones sobre dos virus de origen desconocido. Y acercaron el diagnóstico: una neumonía hemorrágica que había provocado una falla multisistémica.
Blanca murió nueve días después de su ingreso a la clínica, conmocionando a dos países enteros: el Chile en el que había nacido, la Argentina que la había adoptado como propia. Y generando en su padre emociones profundas y aquella única pregunta (¿por qué?) que podrá encontrar miles de palabras y ninguna respuesta. Como tampoco la tiene el dolor, que es intrasferibles. Solo lo dimensiona quien lo padece.
Así es como hoy, ocho años después, Vicuña la evoca con una foto preciosa, los dos juntos, abrazados, bien cerca, iluminados de vida. Y nada más: no acerca precisiones porque no importa el lugar, no importan las fechas. Desde el 8 de septiembre de 2012, para Benjamín Blanca está en todos los lugares. Y es eterna.