Un grupo de investigadores del Consorcio Marino de la Universidad de Luisiana, Estados Unidos, se abocó al estudio de especies carroñeras que habitan en el fondo del mar. Para el estudio colocaron tres cocodrilos muertos a lo largo del Golfo de México, con el fin de hallar criaturas marinas que fueran capaces de alimentarse de los restos.
El desafío principal con el que se presentarían es la piel dura del reptil. Son pocos los animales capaces de atravesarla, entre ellos un crustáceo gigante, que puede medir 50 centímetros.
Según publicó diario Clarín, estas criaturas son capaces de pasar años sin alimento. Pertenecen a la especie Bathynomus giganteus, del grupo de las criaturas más antiguas del océano. Son similares a una langosta. Dichos isópodos han sido capaces de devorar en tan solo 51 días a los cocodrilos. Todo el estudio quedó registrado en un video que dio la vuelta al mundo por las redes.
Pero, a un año de la investigación surgió otro descubrimiento. La revista Plos One hizo un estudio pormenorizado de las imágenes y pudo dar cuenta de otro invertebrado que intervino. Una vez que quedaron solamente los huesos de los ejemplares arrojados para dicho experimento, se posaron sobre ellos Osedax.
Se trata de invertebrados necrófagos que se alimentan de los esqueletos de las criaturas que habitan en las profundidades. Son capaces de hacerse lugar entre los huesos, hasta llegar a la grasa de la que se alimentan.
Específicamente son gusanos que viven de los cadáveres de ballenas grises. Con el estudio se obtuvo evidencia que también se alimentan de reptiles y que se encuentran en el Golfo de México.