Carlos La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
Han pasado cinco años desde que en junio de 2012 tuvo lugar en Mendoza otra Cumbre del Mercosur. Han pasado cinco años, pero en algunas cosas parece que no hubiera pasado ni un día y en otras como que hubiera pasado un siglo. Porque son muchos los ritmos en que se mueve América Latina, aunque aún no se sepa con claridad hacia dónde va o quiere ir.
En la anterior Cumbre el entonces presidente de Uruguay, “Pepe” Mujica, definía la situación con las siguientes palabras: “Hablamos mucho pero hacemos poco por las necesidades que tiene la gente en nuestro continente... Estoy medio cansadito de tanta cumbre y cumbre”.
Y nosotros, en una columna similar a ésta cerrábamos con estas otras palabras reafirmando las de Mujica: “La Cumbre que hemos vivido no fue la excepción, o al menos no aportó demasiado para mejorar esta situación. Pero hay que reconocer que a Mendoza le vino muy bien, lo que para nosotros -los mendocinos- no estuvo nada mal”.
Esperemos que en esta oportunidad no tengamos que cerrar ninguna crónica con las mismas palabras y que Mendoza, además de un sitio de recepción, sea el lugar donde ocurrió el renacimiento.
En 2012 todavía subsistía el boom internacional de los precios de las materias primas y entonces los populismos brotaban por doquier despilfarrando los enormes recursos que ya no tenemos más y que difícilmente volveremos a tener. Casi todo el mapa político tenía afinidad ideológica pero detrás de esa fachada de unidad todos estaban divididos entre todos porque había tantas organizaciones inútiles que es como si no hubiera ninguna: Mercosur, Unasur, Alba, todas declamativamente revolucionarias pero sin concreciones de ningún tipo. Decíamos en aquel entonces que los populismos hegemónicos se unían en cien sellos sólo para seguir dividiéndose.
Teníamos, como ahora, un socio suspendido. Era Paraguay porque el Congreso depuso a su entonces presidente Lugo en un santiamén. Hoy ocurre lo mismo con Venezuela pero con algo bastante más grave: cien muertos y un país al borde de la guerra civil o al menos de la partición en dos. Si lo de Paraguay fue acusado como un golpe de Estado del Congreso contra el Ejecutivo, lo de Maduro es claramente un autogolpe del Ejecutivo contra el resto del país. Por eso es prioritario que los países del Mercosur y asociados emitan una clara condena como se hizo en su oportunidad con Paraguay. Y propongan soluciones.
En aquel 2012 era Brasil quien con mayor racionalidad, quería abrirse al mundo, pero para eso necesitaba de una Argentina que quería cerrarse cada día un poco más. Por eso entre Dilma y Cristina todos eran besos para la foto e insultos entre sus ministros de Economía, absolutamente enfrentados sobre el papel de cada uno de sus países en el mundo.
Hoy, en cambio, es la Argentina, de lejos, el país del Mercosur que quiere abrirse al mundo mientras que Brasil luce ensimismado porque sus problemas internos -donde tanto el presidente actual como los expresidentes están al borde de la prisión- le impiden pensar más allá de sus fronteras.
En 2012, frente a un Brasil que quería abrirse y una Argentina que quería cerrarse, estaba EEUU que quería avanzar sobre América Latina con el Acuerdo del Pacífico. Y China que quería avanzarnos a través de los tratados de libre comercio. Mientras que Uruguay quería copiar a Chile en la firma de acuerdos bilaterales por fuera del Mercosur.
En síntesis, teníamos plata de sobra pero aún más divisiones que plata. Con un solo verso ideológico común para la tribuna pero sin el menor acuerdo económico por lo cual el Mercosur era la nada pura.
Hoy sigue siendo algo parecido a esa nada pura, pero con esta Cumbre tiene la posibilidad de volver a empezar porque las condiciones han variado sustancialmente. América Latina ya no tiene ningún color hegemónico y entonces puede permitirse pensar más en los intereses compartidos que en las ideologías sectarias. Por lo que puede sustituir la plata que ya no le sobra con racionalidad política y económica.
EEUU, hoy más cerrado, aislado y proteccionista que la Argentina de Cristina (¡quién lo hubiera dicho!) ha abandonado el Acuerdo del Pacífico mientras que China quiere apoderarse de él. Qué mejor momento para que sus países miembros (Colombia, Chile, Perú y México) aliados a los del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), sumando quizá a los bolivarianos como Bolivia y Ecuador, se pongan todos de acuerdo para avanzar hacia el Pacífico de una manera continental, sin que un imperio sea sustituido por otro como mandamás general.
Y del mismo modo, que este Mercosur que mira hacia el Pacífico sea también capaz de mirar en conjunto hacia la Unión Europea y así abrirse sin entregarse. En igualdad de condiciones.
Quizá, esta vez, en la hora definitiva de los continentes (o de los países continentes) nosotros, todos los latinoamericanos, todos, seamos capaces de actuar como un bloque común en vez de como una serie de paisuchos que sólo espera lo que haga Brasil y sino no hacemos nada, mientras que Brasil tampoco hace nada porque nosotros somos más un ancla que un apoyo para la proyección americana al mundo.
Ojalá que desde Mendoza, Argentina, el Mercosur y sus aliados fortalezcan la democracia ayudando a salvarla en Venezuela, priorice la unidad poniendo los intereses reales por encima del verso y aspire a la proyección mundial desde nuestra propia identidad que es mucho si estamos todos juntos y muy poquito si seguimos divididos.