La cumbre de la Celac, sin claros objetivos

Recientemente se realizó en Cuba una nueva cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), una organización regional que fue creada en 2010 y que reúne a 33 naciones aspirantes a conformar un influyente espacio común. Pero lo ciert

La cumbre de la Celac, sin claros objetivos

Esta comunidad de países americanos tiene la particularidad de marcar distancias con aquellas naciones que no son de origen latino, como Estados Unidos y Canadá, pero nada hace por poner condiciones estrictas de convivencia dentro de la organización con aquellos de corte dictatorial, como es el caso de Cuba, precisamente anfitrión en el encuentro que acaba de efectuarse.

El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, presente en el evento de La Habana, señaló en esta oportunidad sus deseos de que la apertura económica que lentamente va materializando el gobierno dictatorial de Raúl Castro sea seguida de una definida apertura política, que ponga fin a décadas de ficticios gobiernos de representatividad popular y a numerosas detenciones de tipo arbitrario hacia opositores y disidentes del régimen castrista que tanto caracterizan al gobierno de la isla.

Existía la sospecha previa de que la reunión debía servir de nuevo apoyo a Cuba ante el prolongado embargo de medio siglo de Estados Unidos. Justamente, todos los presidentes asistentes rechazaron sanciones contra el país caribeño y la jefa de Estado de Brasil, Dilma Rousseff, fue una de las voces más fervorosas a la hora de defender al régimen cubano.

Sin embargo, la declaración final de la cumbre de presidentes sólo priorizó declaracionismos de poca certeza de aplicación, como la condena a la especulación financiera y la pesca ilegal en la región o la declaración como "zona de paz" a la región por no contener sus miembros armas nucleares, otro mensaje directo a las autoridades de Washington.
 
El respaldo a los "legítimos derechos" de la Argentina en la disputa por la soberanía de Malvinas con el Reino Unido de Gran Bretaña no deja de constituir un reiterado y lógico pronunciamiento en una causa que depende más de la voluntad de diálogo de Londres que de la supuesta fuerza que pueda tener este tipo de acciones retóricas.

La Celac ha venido repitiendo ruidosas conclusiones pero por lo general alejadas de todo contenido práctico. Señalar que hace falta la integración de los países de la región o que hay que exportar mayor valor agregado es algo tan obvio que prácticamente no requiere de este tipo de cónclaves periódicos.

Hay que tener muy presente que hay visiones totalmente disímiles entre los países miembros de la Celac con respecto a las políticas económicas a implementar. La mayoría de los que pertenecen al Pacífico se aferran -más allá de los ocasionales aspectos ideológicos de sus gobernantes- a la economía de mercado y a partir de ella encaran sus convenios internacionales en otros rincones de América y en Europa y Asia.

En cambio, Estados regionales del Atlántico, como Venezuela y la Argentina están desde hace tiempo más aferrados a sus esquemas cerrados y de aislamiento, creando problemas a países vecinos con los que mutuamente necesitan encarar la apertura de sus negocios al mundo. Un ejemplo contundente es el de la Argentina y su tumultuosa relación con Uruguay y Brasil en los últimos años y, por ende, el eclipsamiento del Mercosur.

Sin una integración en base a acuerdos económicos sustentables y beneficiosos para los países miembros de un determinado bloque resulta muy difícil avanzar hacia objetivos como los que declama la Celac. La resistencia a un bloqueo económico o a la defensa de una soberanía debe ser asumida cuando los países afectados se hacen merecedores del respeto internacional por su coherencia y credibilidad a través de sus políticas.

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