17 de abril de 2025 - 00:00

Sarmiento y el Malbec: el origen de una pasión argentina

En 1853, Sarmiento impulsó una reforma agrícola en Mendoza que sentó las bases del vino argentino.

Pocas veces una decisión política logra perdurar en el tiempo como aquella que tomó Domingo Faustino Sarmiento cuando decidió impulsar la transformación agrícola de Mendoza. Corría el año 1853 y el sanjuanino, obsesionado por el progreso y el saber, vislumbró que la tierra cuyana podía mucho más que sobrevivir: podía florecer. Para ello, buscó un aliado clave: el agrónomo francés Michel Aimé Pouget, recién llegado a Chile con una valiosa carga de saber vitivinícola, y hoy considerado uno de los padres del Malbec.

Inspirado en la Quinta Normal chilena, Sarmiento convenció al gobierno mendocino de contratar a Pouget para fundar en Mendoza una Quinta Agronómica que introdujera nuevas técnicas, especies vegetales y cepas europeas. Por el día en que ingresó dicho proyecto a la Legislatura provincial —17 de abril de 1853— se celebra hoy el Día Mundial del Malbec.

Pouget y el viaje del Malbec

Pouget cruzó la cordillera con un cargamento insólito que incluía plantines, semillas, árboles europeos y, sobre todo, 124 variedades de Vitis vinifera, entre ellas el Malbec, conocido entonces como Côt. Su habilidad como injertador le valió el apodo de “el Brujo”, por sus experimentos botánicos y ciertas excentricidades, como comer culebras decapitadas. Entre sus creaciones estaban los duraznos con gusto a frutilla y perales enanos que daban frutas de tamaño normal.

Aunque se le prometió un presupuesto de diez mil pesos, la Legislatura provincial lo redujo a mil. Para proteger al francés en el contrato se incorporó una cláusula para especial: se le reconocería “la mitad del valor de las plantas que haya introducido y estén vivas”, en caso de ser desplazado.

La introducción del Malbec, junto con otras variedades como el Merlot, el Cabernet y el Pinot Noir, fue parte de un proyecto silencioso pero transformador. Sarmiento evocó esa experiencia en su última visita a Mendoza, en 1884:

“Secretamente conspiramos para formar en Mendoza una Quinta Normal a fin de introducir las maderas de que carecía, mejorar la viña y restablecer el olivo y las higueras perdidas (…) todos esos árboles que embellecen la ciudad y enriquecen la industria son, pues, hijos de aquella plantación primitiva”.

Entre aciertos, errores y herencia

La casa de Pouget en Mendoza se convirtió en un lugar de tertulias para los criollos ilustrados, donde se servían vinos tintos y postres de frutillas con vino rojo, que se volvieron una delicia local. Contraponiéndose al popular y barato carlón, el Malbec empezaba a ganarse un lugar entre los paladares exigentes.

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Michel Aimé Pouget, padre del Malbec en Argentina, con su esposa Petrona Solís.

Michel Aimé Pouget, padre del Malbec en Argentina, con su esposa Petrona Solís.

Pouget no solo plantó viñas, también sembró conocimiento. Formó a decenas de jóvenes mendocinos en técnicas agrícolas avanzadas. Sin embargo, su legado no fue perfecto. En su Manual de Viticultura de 1879, Eusebio Blanco criticó:

“Sabido es que no hay una sola viña donde no haya muchas variedades de uva, estando mezcladas las buenas cepas con las inferiores. Lo mismo ha ocurrido con la cepa francesa, porque el introductor trajo cerca de cuarenta variedades que plantó confundidas entre sí”.

Esta falta de clasificación provocó un retraso de 25 años en el desarrollo vitivinícola. De todas formas, el impulso fue suficiente para que, al llegar los inmigrantes europeos, encontraran un terreno fértil y en expansión.

De semilla política a símbolo nacional

Lo que comenzó como un ambicioso plan entre Sarmiento y Pouget, respaldado por una visión modernizadora del Estado, se convirtió en el corazón de la identidad mendocina. No obstante, la historia del Malbec argentino no fue lineal: crisis económicas, sobreproducción y políticas erráticas golpearon la industria del vino, obligándola a reinventarse varias veces.

A la visión de Sarmiento se sumó el esfuerzo de generaciones de mendocinos, y juntos consolidaron una de las industrias más reconocidas del país. Hoy, cada copa de Malbec argentino encierra el aroma de una historia forjada con visión, sacrificio y orgullo.

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