Tiempo libre. Para muchos, hoy en día, sinónimo de "escroleo" en redes sociales y procrastinación con el teléfono como una extensión de nuestros propios deseos e intereses. Quien no haya pasado el rato viendo y compartiendo memes, que levante la mano.
"Los memes me han ayudado a atravesar situaciones difíciles, me han sacado de varios momentos de bajón por lo menos", expresó hace poco una amiga cercana. Como ella, ¿cuántos más pueden decir lo mismo o, al menos, sentirse identificados? Primera conclusión: los memes son un producto cultural de nuestro tiempo y, como tales, todavía estamos tratando de entender su complejidad. Mientras tanto, son una fuente casi infinita de risas y chistes en casi cualquier ámbito, con los grupos de WhatsApp como contexto inmejorable para el ida y vuelta permanente.
Lo que puede un meme
De hecho, y al igual que los tan populares stickers y los emojis, los memes activan una suerte de competencia implícita en cualquier medio social en el que se empiezan a compartir con fluidez. Como en un mercado simbólico del ingenio, se ponen en juego habilidades específicas: rapidez, originalidad, pertinencia temática. Quien maneje estos recursos con soltura seguramente sea visto como alguien gracioso, con chispa, un informante clave en un mapa infinito de posibilidades.
Ahora bien, ¿qué son y de dónde vienen estas imágenes intervenidas que circulan actualmente con la intensidad y el dinamismo de una autopista de la información contemporánea, incluso al punto de marcar agenda en términos mediáticos? ¿Qué usos tienen actualmente y por qué han dejado de ser sólo una expresión de nicho?
"El tema de los memes surge en los 70, con un libro que se llama 'El gen egoísta', de Richard Dawkins. Él habla de pequeñas unidades culturales que se transmiten de persona a persona", define Juan Etchegaray, economista devenido en comunicador digital y especialista en creación de contenidos. De esa forma, el término meme sería una derivación de la palabra gen en inglés (gene), algo nada azaroso teniendo en cuenta el carácter reproductivo de estos "códigos culturales" de imagen y texto que han dado forma a un nuevo género de producción de contenido.
Segunda época
"En la segunda época de las redes sociales, a partir de 2010 en adelante, empezaron a surgir unidades culturales o códigos comunicacionales dentro de internet con imágenes que representaban algo. Eso fue mutando junto al avance de la tecnología e hizo que nosotros podamos utilizar ese código para comunicar lo que nosotros queramos", explica Etchegaray, director de Grow, una "escuela de internet" especializada en herramientas para trabajar en el mundo digital.
"A la sociedad la une la conversación constante de lo que está pasando", expone el comunicador, que pone el ejemplo del seleccionado argentino de fútbol y del impacto que tuvieron los contenidos relacionados a la figura del delantero Gonzalo Higuaín. "Nos quejamos, nos reímos, y todos más o menos entendemos esos chistes. Usamos imágenes y videos para expresar diferentes cosas. Por eso hay muchos memes que tienen que ver con Los Simpson".
"El meme se compone con una imagen a la que yo le agrego una idea. La saco del contexto para llevarla a otro lugar. Funciona con Los Simpson porque un rango de personas de entre 25 y 50 años crecimos con la serie, entonces cuando se usa un plano y se le cambian las caras o se ponen logos, vos ya entendiste el código cultural. Ahí es donde te puedo meter un chiste sobre absolutamente todo. O protestar", expone Etchegaray, que desarrolló para Grow un programa de contenidos hipervincular en el que los alumnos pueden pasar de un curso a otro en función de sus intereses y necesidades.
Otro lenguaje
"Los usé como herramienta didáctica para enganchar y atrapar alumnos. Hasta a mí me aburre estudiar de los libros", explica Florencia Plomer, profesora de Historia e incipiente creadora de contenidos relacionados a la historia para el sitio Filo.News, donde protagoniza la sección EfeMEMÉrides. Un día se dio cuenta del potencial interactivo del formato meme y desde ahí todo fue distinto para ella y sus alumnos de nivel secundario.
Plomer cuenta que todo empezó a partir de un chiste que hizo en clase en referencia a un personaje de internet de aquellos días (el tenebroso Momo) y que los adolescentes no sólo entendieron perfectamente, sino que también lo festejaron. "Ahí me di cuenta de que hablábamos el mismo idioma, que consumíamos lo mismo en redes, entonces les propuse hacer un trabajo práctico con memes y fue una mina de oro a nivel docente. Es la excusa perfecta para que te den bola", admite.
"Es una herramienta más para incorporar un aprendizaje, no reemplaza al instrumento de evaluación clásico ni al texto. No es que por hacer memes evitamos la alfabetización", explica Plomer, al tiempo que pone un ejemplo: en el trabajo práctico no sólo hay que hacer un meme; los alumnos también deben entregar un trabajo escrito argumentando la elección del chiste gráfico y dónde radica el ingenio de la propuesta.
No obstante, la profesora destaca las potencialidades del formato. "Por un lado lo pragmático y por el otro lo inmediato", define, mientras subraya la potencia para representar ideas y situaciones complejas (o incluso conceptos como el de capitalismo o comunismo) con apenas una imagen, un breve texto y su capacidad para esparcirse por la web. "Sale una imagen, se viraliza, empiezan a surgir memes y al toque todo el mundo entiende cuál es la gracia de eso. Ese es el atractivo que le encuentro", dice Plomer, que entiende la vida útil del meme como cuestión de semanas.
Cuentas
Un fenómeno particular asociado al meme como signo de época es la existencia de distintas cuentas de Instagram especializadas en el tema y en sus diferentes derivados. @memesdeltercermundo es una de ellas y su responsable –de apenas 22 años– prefiere reservar su identidad.
"Empecé a hacer memes cuando tuve la cuenta. Tampoco todos los que subo hoy en día son hechos por mí. Generalmente hago, por ahí se me ocurren y por ahí me pongo a buscar para generarlo. Los mejores son esos que se me pasan por la cabeza, los hago y listo. Cuando lo busco no surge tan bien", admite la persona detrás de la cuenta.
En el último año pasó de tener 2.000 a 200.000 seguidores. "Nunca me lo tomo en serio. Se puso serio entre comillas cuando empecé a sacar cosas de ahí, o me empezaron a invitar a lugares u ofrecer canjes. Pero no lo veo como una obligación. Igualmente me resulta re divertido, interactúo con la gente y eso me gusta", explica, mientras aclara que la mayoría de sus secciones surgen de la interacción con sus seguidores. "Trato de que sea un ida y vuelta, a la gente le gusta participar, se engancha más", analiza.
"Para mí va cambiando mucho. Ya ni siquiera consumo los memes que consumía antes o los que me gustaban el año pasado ahora no me parecen tan buenos", dice al ser consultada por los ingredientes para el meme perfecto. Es, sin dudas, una experta en la materia. Aunque no tenga desarrollado un perfil empresarial, @memesdeltercermundo es el ejemplo de cómo una cuenta de Instagram puede editorializar y construir una audiencia específica.
"Son una herramienta de comunicación mucho más informal", intenta resumir la cabeza detrás de este "diario íntimo de memes".
"Depende qué tipo, hay un montón, no todos apuntan a informar. Ni siquiera sé si apuntan a informar los memes pero uno puede enterarse de muchas cosas, más que nada de actualidad", asegura. Todo parece muy relativo pero esa es la lógica detrás de esta unidad de sentido retroalimentada dentro del propio sistema cultural.
"A veces se vuelve re confuso", admite @memesdeltercermundo en relación a los malentendidos y las ironías no captadas. Y confirma: "Hay memes que no entiende ni uno". Emisor y receptor no siempre hablan el mismo idioma simbólico y la mediación digital, sin interacción en tiempo real, no ayuda.
En definitiva, el de los memes es un lenguaje cuya complejidad aún parece difícil de pronosticar. Por lo pronto, no deja de ser como cualquier otro código: si se comparte, se disfruta; si nos es ajeno, probablemente no nos diga nada.
El concepto de "meme" lo creó el etólogo Richard Dawkins (como "gen cultural") y fue tomado ahora para nombrar estas piezas.
Chapanay City, con sello bien mendocino
Chapanay City es la fábrica de memes más prolífica de Mendoza. Sus creadores, Martín y Eduardo - a secas- llevan adelante la página que se ha vuelto furor en la provincia.
La clave son los toques "locales" a los chistes. Por esto, no es raro encontrar condimentos que hacen a la identidad de los mendocinos tales como frases típicas y "chuncanas".
Y aunque comenzaron con imágenes "estáticas" fueron incorporando otros elementos como audios y videos. De hacer memes, actualmente también organizan fiestas que sorprenden por su masividad