Los mendocinos sabemos que vivimos en un desierto. Que el agua de los deshielos es esencial para la vida humana y que el calentamiento global está provocando que el vital insumo sea cada vez más escaso. Sin embargo, a lo largo de los años hemos ido perdiendo una cultura que se había instalado: la del cuidado del agua.
En la actualidad, pese a las campañas y a las penalizaciones, seguimos derrochando y hasta no son bien recibidas algunas iniciativas surgidas desde el Departamento General de Irrigación, dirigidas hacia la población en general y especialmente hacia quienes residen en barrios privados y cuentan con grandes jardines y piletas de natación.
Son muchos los factores que llevan a pensar que hemos dejado atrás la cultura del cuidado del agua. De otro modo no puede entenderse que la gente continúe arrojando residuos y botellas de plástico en las acequias y canales de riego, generando contaminación y construyendo el hábitat ideal para roedores y otro tipo de alimañas, pero también convirtiendo esos cauces en verdaderos diques de contención cada vez que llueve, como ha quedado demostrado con las importantes tormentas de los últimos días.
Es habitual también observar cómo se derrocha el agua en riego desmesurado de jardines, lavado de coches en horario fuera de los establecidos y hasta hay quienes malgastan el preciado líquido regando calles pavimentadas para tratar de morigerar las altas temperaturas.
Mientras eso sucede en las áreas pobladas, el sector rural está sufriendo las consecuencias. Sabido es que, en la distribución, el consumo humano tiene prioridad por sobre el riego rural y los litros que se pierden en las casas no pueden ser utilizados por los productores. Hay zonas -y así lo han hecho saber las autoridades- que se encuentran en situación crítica y hasta se han perdido hectáreas productivas como consecuencia de la falta de riego.
En ese marco de situación, cobra importancia una ley, recientemente aprobada en la Legislatura, por la cual se crea en el ámbito del Departamento General de Irrigación el programa Ciudadanía del Agua, con aplicación en todo el territorio provincial.
La norma tiene varios aspectos interesantes, entre los que se puede señalar que se busca la participación de la comunidad en la promoción y ejecución de acciones en procura del cuidado del agua y el reconocimiento a aquellas personas, físicas o jurídicas que demuestren su compromiso y buenas prácticas con el cuidado del líquido.
Pero, esencialmente, deben resaltarse los artículos que hacen referencia a la educación. Se indica, en ese ámbito, que se establecerán como contenidos transversales, prioritarios y obligatorios, en todos los niveles y modalidades del sistema educativo, en el ámbito de la Dirección General de Escuelas, los saberes relacionados con el cuidado del agua agregando, en otro artículo, que la aplicación será obligatoria en todos los niveles educativos, debiendo garantizarse la participación de todos los establecimientos de la provincia.
De una buena vez los mendocinos debemos tomar conciencia de que estamos descuidando y malgastando un insumo crítico y vital. Son importantes las campañas, son necesarias las penalizaciones pero es fundamental generar los ámbitos que permitan recuperar aquella cultura perdida. Y qué mejor que inculcar esos valores en los chicos, que suelen ser más permeables que los adultos en el reconocimiento del cuidado de la naturaleza.
